|
El Instituto Nacional de Bellas Artes promovió
el año pasado un homenaje nacional a la pintora Frida Kahlo,
en conmemoración de los 50 años de su fallecimiento
(1954-2004). Por ello, el Instituto Veracruzano de la Cultura y
la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana
se unieron a esta propuesta y organizaron una exposición
artística que aborda la vida y obra de la pintora, y que
fue presentada en el Centro Cultural Los Lagos, de Xalapa, y en
la Sala Oriente en el puerto de Veracruz.
Las artistas que participaron en la muestra fueron Alejandra Duarte,
Ana Toledo, Dolores Ochoa, Gabriela Peralta, Gina Silva, Gladys
Villegas, Iliana Pámanes, Josefina Ochoa, Lorenia Tamborrell,
María Elena Barrera, Margarita Cházaro, Mariana del
Campo, Ofir Janeiro, Perla Viveros, Wendy López, Belén
Valencia, así como Cassandra Roberts, Elisa Galván,
Gloria Banda, Huri Barjau, Leticia López, Leticia Ramírez,
María Elena Lobería, Magali Goris, Rosy Morales y
Sofía García.
Frida Kahlo desempeñó un papel muy significativo en
la vida cultural de México, y se le puede considerar, junto
con otras artistas posrevolucionarias, como una de las precursoras
del movimiento plástico femenino contemporáneo.
Además, durante las últimas décadas se ha convertido
en punto de referencia de la cultura mexicana.
El gran reconocimiento a su trabajo se da en los años setenta
con el movimiento feminista, pues las artistas feministas –tanto
nacionales como extranjeras– retoman su lenguaje plástico
debido a que su trabajo conjuga diversos elementos iconográficos
femeninos y feministas. De igual modo, la pintora se ha convertido
en emblema e icono para el movimiento chicano y para la cultura
gay y lésbica: Frida es referente importante en la pintura
latinoamericana y la artista autobiográfica más polémica
del siglo XX.
Como pintora fue capaz de elaborar una obra de consumada coherencia,
en la que la fantasía y la invención son formas extremas
de la introspección, de la exploración del propio
ser: extrae un estremecedor testimonio de los diversos avatares
de la condición humana. Su obra aborda principalmente el
ámbito doméstico, con toda la riqueza de sentimientos,
símbolos, metáforas y emociones que encierra la vida
privada, pero sobre todo denuncia la opresión y expresa la
rebeldía. En ella, la autora expresa fundamentalmente su
mundo interior, pinta su universo, su historia personal como mujer
y como artista.
Varias mujeres artistas, residentes en Xalapa y el puerto de Veracruz,
presentan en esta exposición las propuestas plásticas
y las reflexiones que se gestaron ante el encuentro o desencuentro
con la vida y obra de Frida Kahlo. Por ello, la propuesta plástica
ofrece una variedad de estilos y de valores artísticos, donde
se favorece el cruce de actitudes planteadas desde la diversidad
y pluralidad de ideas. Este universo femenino habrá que observarlo
desde un nuevo enfoque para desentrañar, en lenguajes visuales,
metáforas cargadas de género propio, de estructuras
compositivas cimentadas con otra racionalidad y otra emotividad.
Invitar a participar en esta exposición sólo a mujeres
fue fruto de la creencia que consiste en pensar que sigue siendo
necesaria la exploración de nuestra propia diversidad, de
nuestra propia mirada, de una mirada diferente a la mirada dominante.
Y aquí es importante señalar que la construcción
de lo femenino sigue pendiente, continúa en proceso de transformación.
La propuesta que aquí se plantea es, pues, una serie de miradas
femeninas sobre un universo femenino particular: Frida Kahlo. Esperamos
que contribuya a tejer hilos conductores sobre un posible marco
desde donde podamos presentar las obras de arte realizadas por mujeres.
Las
artistas, las propuestas
La tendencia de tomar el arte mismo como tema ha sido una práctica
constante a lo largo de la historia del arte. En las últimas
décadas esta tendencia se ha incrementado e, incluso, ha
sido considerada como un signo más de nuestra contemporaneidad.
El desarrollo propuesto para la presente exposición estuvo
definido por dos líneas: se trabajó una de las propuestas
como un tropo, seleccionando una obra de Kahlo; la segunda obra
fue de tema libre para abordar alguno de los aspectos de la vida
de la pintora.
Los tropos son figuras que producen alteraciones, figuras con cambio
de sentido que dan lugar a la función retórica, y
los tropos pictóricos producen una especie de interacción
de significados entre una obra original y su nueva versión
o recreación. En tanto, la tradición retórica
ofrece clasificaciones para todos los gustos, pero para el tema
que nos ocupó fue suficiente la enumeración de diversas
figuras retóricas que pueden estar presentes en un discurso
visual: metáfora, hipérbole, metonimia, ironía,
alegoría, antonomasia, paráfrasis, litote, entre otras
muchas. En otras palabras, las referencias pueden tomar diversas
vías según el propósito y la intención
del autor. Al retomar una obra de arte, el artista puede llevar
a cabo una serie de acciones, como el préstamo, la apropiación,
la variación, la influencia, la cita o la glosa.
Las derivaciones del encuentro de estos dos mundos –Frida
y nuestros universos particulares– propiciaron una exploración
rica en emociones, dando lugar a la identificación, a la
discrepancia, al reconocimiento, al rechazo, a la divergencia, a
la contradicción o a la confrontación, mas no a la
indiferencia. Todo ello pasado por el tamiz de las vivencias personales
que conforman nuestra propia experiencia femenina.
Ana
Toledo. En la obra “Recuerdo”, Frida expresa
el dolor causado por el amor: su corazón está roto,
su psique está dividida en tres personas, ninguna de ellas
está completa. Ana retoma los símbolos y los refiere
desde una propuesta conceptual. Un tríptico compuesto por
cuadros de metal pulido que nos dan una apariencia de espejo, alegoría
de este objeto que acompañó a Frida a lo largo de
su vida, un corazón, un gancho y pintura azul y roja. De
acuerdo con la autora, en su obra el gancho nos habla del desgaste
emocional, el rojo del derramamiento de sangre y el azul representa
el mar como limpieza del alma.
Cassandra
Roberts. “La columna rota” es reinterpretada
por esta artista, quien nos ofrece una versión tridimensional
de este cuadro. En el lugar que ocupa la columna vertebral en el
cuerpo de Frida, se abre un espacio que nos muestra, en volumen,
una columna de estilo griego fragmentada y con una sensación
de frágil equilibrio.
Dolores
Ochoa. La fotógrafa aborda conceptualmente “Las
dos Fridas”, a través de dos mujeres que visual-mente
son cuatro, y nos habla sobre el parecido genético de las
personas: “el espejo de un padre y un hijo, el espejo de dos
o más hermanos, o el espejo de una experiencia interna”.
Gabriela
Peralta. En sus dos piezas esta artista utiliza el color
rojo con el que cubre la mayor parte del lienzo, casi como una monocromía.
Según esta pintora, el cuadro que representa un parteaguas
en la vida y obra de Frida Kahlo es el “Hospital Henry Ford»,
mismo que constituye un antes y un después de su anhelo por
la maternidad. A la salida del Hospital, Frida alude a esta frase
significativa I am broken, I am not stick, en la que deja ver todas
las imposibilidades físicas que enfrenta: hay una muerte
y un nacimiento que se verán reflejados en sus obras posteriores
a partir de dicho momento.
Gina
Silva. “Unos cuantos piquetitos” le sirve a
Gina para reflexionar sobre la muerte, no sólo física
sino también emocional, del amor en el corazón femenino:
“Para darle muerte a una mujer, no es necesario arrancarle
la vida. A lo largo de nuestra existencia vamos recibiendo ‘uno
que otro piquetito’ que, si bien no nos mata, nos deja huella
permanente; sólo es necesario recibir una sola ‘cuchillada
de amor’ para vivir muriendo. Sin embargo, el torso de mujer
que nos muestra el cuadro, tiene como amuleto su propio corazón
colgado al cuello como un pendiente, ‘como algo pendiente’,
que sólo ella, o más bien todas, debemos cuidar”.
Gladys
Villegas. El autorretrato es uno de los temas que dominan
la obra de Frida; de hecho, se puede decir que a través de
sus autorretratos estableció un diálogo consigo misma
en diferentes momentos de su vida. Gladys elige este tema como propuesta
del trabajo plástico: un diálogo visual entre dos
mujeres que se tienen en el pensamiento; entre ellas como vehículo
de conexión, un cuadro con el mismo fondo y la misma ventana
que las enmarca; también vemos una luna y unos labios rojos,
símbolos atribuidos a lo femenino y al erotismo.
Iliana
Pámanes. Cuando Frida se divorció de Diego,
repitió el mismo acto que años atrás realizó
como rebeldía en contra de la aventura de Rivera con Cristina
Kahlo: se cortó el cabello. Y en el cuadro “La pelona”,
Frida muestra una especie de venganza al deshacerse de su larga
cabellera que tanto gustaba a su marido. Iliana, en su obra, nos
muestra a dos Fridas en una especie de juego entre ellas mismas
donde el reproche ya no viene de su amante sino de la propia Frida,
ante esta autoagresión que incremen-ta su soledad. En una
imagen vemos a la Frida pelona, en la otra se nos muestra una Frida
altiva, orgullosa, con su cabello recogido, trenzado con las cintas
que utilizaba. La leyenda inscrita en su rededor está dirigida
a la primera Frida: es un reproche donde el chango que sostiene
la tijera representa la traición a sí misma.
Josefina
Ochoa. A través de una instalación fotográfica
que consta de once imágenes, dividida en tres series, emergen
los retratos de la vida de Frida: “la percepción de
su adolescencia me parece tan contemporánea en su forma de
encarar lo establecido, joven inteligente y reflexiva. Hablo fotográficamente
de una artista satisfecha, de avanzada, que más que ser recordada
por su fortaleza ante la adversidad, debe ser recordada por el gozo
por la vida, con sus luces y sombras”.
Lorena
Marrero. En el cuadro “Autorretrato” de 1940,
Frida se pinta con un colibrí muerto que cuelga de un collar
de espinas, la acompañan un chango y un gato negro. El colibrí
señala probablemente la idea de que se sentía “asesinada
por la vida”, aunque en México se usan estos pájaros
como amuletos para atraer suerte en el amor. Lorena trabaja su propuesta
casi como una copia del original, con algunas alteraciones. En este
caso, las espinas puestas al natural se salen del cuadro y rodean
la imagen enfatizando así el propio simbolismo cristiano
de las espinas: elemento filoso, cortante, que produce heridas sangrientas.
Lorenia
Tamborrell. En su obra “Soledad, sueños y
dolor”, Lorenia busca una percepción onírica
del espacio, en el que la figura de Frida emerge rodeada de todo
aquello que amó y temió: “Como figura principal
en su escenario siempre estará su amado Diego. Es por
eso que represento a estos dos personajes con los corazones, mismos
que están cautivos en las manos de Frida; además,
su comunión con el partido comunista, su mexicanismo, ese
apego a todo lo que representan sus raíces y su tierra; sus
males y sus dolencias, su inamovible apego a la vida y ese firme
y constante contacto con la muerte. También incluyo un detalle
de la pintura ‘El sueño’ rodeando la imagen de
la muerte e incluyo material fotográfico de los protagonistas
que formaron parte de su vida, su medio ambiente, sus sensaciones.
Esto es quizá un viaje al pasado que se nutre de imágenes
de otro tiempo y de esas vivencias cotidianas ya perdidas...”
María
Elena Barrera. “Las dos Fridas” representa
la dualidad: la observadora y la observada, el personaje y el objeto,
lo europeo y lo mestizo, lo interior y lo exterior. Ella, sin Diego,
se siente más sola que nunca, su única compañía
es ella misma: Frida se reconforta, se atiende o se fortalece. María
Elena, con la misma composición y con la misma idea, nos
presenta dos Fridas, en una nos muestra su rostro, en la otra nos
presenta el vacío, la ausencia. Su propuesta mantiene la
dualidad: cómo se mira desde dentro y cómo aparece
desde fuera.
Mariana
del Campo. Uno de los lienzos mas complejos y enigmáticos
de Frida Kahlo es sin duda “Lo que me dio el agua”.
Dentro de una tina de baño vemos una serie de representaciones
pictóricas situadas sin una lógica aparente, pero
todas ellas vinculadas con acontecimientos o emociones en la vida
de la artista. La propuesta de Mariana consiste en acentuar el sentido
de la fragmentación, por lo que múltiples cuadros
conforman la obra; además, incluye tipografía y elementos
contemporáneos de referencias personales.
Rosy
Morales. Esta artista escoge el cuadro titulado “El
abrazo de amor del universo, la tierra (México), Diego, Yo
y El Señor Xolotl” para mostrarnos su punto de vista:
“Diego, fantasmal pero resplandeciente significaba tanto para
Frida: era su sol y su fuerza… mientras ella, infértil,
triste y frustrada, se integra al árbol mutilado que tampoco
dará frutos, las hojas caídas, carcomida; la naturaleza
bella, pero declinante, semejan las gotas de leche desperdiciadas,
perdiéndose en el infinito”
Sofía
García. Con el título “Realidad y fantasía”
esta pintora realiza un cuadro al óleo donde nos presenta
tres fragmentos de la iconografía de Frida: “La obra
de esta gran artista giró en torno a ella, confundiendo realidad
y fantasía, y habló siempre de una pérdida
que yo simbolizo mediante los detalles en negro, en forma de hendidura”.
Wendy
López. “Mi nacimiento” de Frida Kahlo
representa una de las imágenes más impresionantes
sobre el tema de la maternidad, como nunca antes se había
abordado: es el propio nacimiento de Frida, aunque también
alude a su relación con el hijo que recientemente había
perdido. Wendy retoma el mismo escorzo, lo cubre con un velo de
encaje, metáfora del himen, esa membrana que salvaguarda
la respetabilidad femenina; pero en su cuadro no hay parto, no representa
ese destino inexorable de la condición femenina, donde sólo
a través de la maternidad toda mujer puede encontrar su realización.
Por eso Wendy, en la parte inferior del cuadro, agradece a la Santísima
haberse podido liberar de ese destino, de ese dolor.
|