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Nuestro
artista invitado
Edgar Cano, una explosión silenciosa
Versión
libre a partir de un texto de Luis Josué Martínez |
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Aunque
muchos comentarios en torno a los trabajos plásticos de Edgar
Cano se centran en su “virtuosismo” dibujístico,
tal opinión estorba la apreciación de su obra, pues
el virtuosismo se relaciona con un don divino y, en el caso de Cano,
es más bien un excesivo trabajo que no deja de sorprender,
una búsqueda nocturna de perfección constante que va
generando nuevas imágenes y nuevas formas de entender y disfrutar
un cuadro.
Ya desde su trabajo Entre vivos, muertos y encuerados (2003),
la experimentación marcó la pauta de su obra. Los materiales
extra pictóricos (discurso escrito, laminillas, etcétera)
formaron en esta primera serie un factor predominante. Sin embargo,
tales elementos se fueron diluyendo ante la importancia del dibujo,
cediendo paso a la serie dibujística A solas (2003),
donde se vislumbra un naciente fotorrealismo, bañado de una
burla autorreflexiva que llevaría a sus últimas consecuencias
en el trabajo irónico-crítico Corruptela (2004),
una suerte de autorretratos que sirven para mostrar una visión
analítica del mundo político y burocrático, donde
el dinero es el alimento primordial del hombre. |
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En
Transición (2004), sus autorretratos estrictos, el
poder de su realismo se conjuga con símbolos personales, creando
campos semánticos y plásticos sumamente interesantes.
Cano, al irse despojando de memorias, objetos y técnicas plásticas,
va configurando su individualidad futura. Es en esta serie donde la
línea dibujística va adquiriendo la fuerza que más
tarde llevará a sus límites en Oscuras circunstancias.
El estilo de este joven artista, “lo más auténtico
en él, ese estilo que merece nombres absurdos sin necesitar
de ninguno, prueba que el arte de Cano no es una sustitución
ni una complementación”, sino una provocación
experimental.
Nosotros, como espectadores, somos provocados por su trabajo a experimentar
con emociones, adjetivos, diversidad de estilos y conceptos. De un
goce estético, Cano nos lleva a reflexiones punzantes, incisivas
de la esencialidad del hombre. Poco importa, bajo esta apreciación,
si se asemeja o no al trabajo de los neoyorquinos neofigurativos de
finales de los sesenta o a Cauduro y Rivera. Aquí, lo importante
es nuestra mirada en complicidad con la mirada de los protagonistas
de sus obras, es ahí donde se encuentra la verdadera experiencia
cognoscitiva, la verdadera experiencia emocional. |
En fin, estas letras sólo pretenden ser un exhorto al espectador
de Edgar Cano para que mire con detenimiento las obras de este creador
y se haga partícipe de la explosión silenciosa que causa
su trabajo y sus oscuras circunstancias. |
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