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Xalapa fue la sede del que se considera el
festejo cultural más importante del sureste del país:
el festival internacional Junio Musical que, en su décima
edición, estuvo dedicado a Francia y a la importancia de su
creatividad artística, del 9 al 26 de junio.
Aunque se ha escrito suficientemente en torno a los excelentes resultados
de festival, de la parte organizadora, de su eficiente coordinación
y, en especial, de su penetración en el ánimo del público,
bien merece un recuento. En principio, desatacó su amplísimo
programa con actividades de música, danza, teatro y artes visuales,
en las que participaron artistas de gran celebridad y jóvenes
creadores provenientes de diversas partes del mundo.
Nuestra casa de estudios hizo especial hincapié en la intensa
relación histórica y actual entre la nación gala
y el estado de Veracruz, que permitió abrir un capítulo
especial denominado Encuentro Francia-Veracruz.
Semejante dedicatoria permitió ampliar los alcances del festival,
al abordar la ópera francesa, conciertos con música
de compositores franceses, conferencias, exposiciones diversas y encuentros
literarios, danza y muestras cinematográficas, un renglón
en el que la productividad de Francia es particularmente intensa.
Los antecedentes se dieron con los contactos establecidos por la UV
con los representantes de diversas dependencias francesas. A finales
de agosto de 2004 se llevó a cabo una reunión con Gérard
Fontaine, agregado cultural de la embajada de Francia en México,
y su equipo de trabajo en el Ministerio de Asuntos Culturales de Francia.
Después de varios encuentros, el Ministerio de Cultura y los
gobiernos de las regiones de Hérault y Haute-Savoie decidieron
apoyar la décima edición del festival.
Gracias a ello, Xalapa tuvo la presencia de Elody Margot y ensamble
de trova francesa; Benjamin Levy, quien dirigió la Orquesta
Sinfónica Juvenil; la violinista Deborah Nemtanu y el pianista
François Pinel, laureados con varios premios internacionales;
la pianista Anne Queffèlec; Fethi Tabet y su ensamble de música
del mundo; Abaji, músico franco-libanés y la ejecutante
de ondas Martenot Valèrie Hartmann-Clavèrie, quien actuó
como solista con la Orquesta Sinfónica de Xalapa en la ejecución
de la Sinfonía Turangalila.
Gracias a este apoyo también fue posible la Primera Jornada
Científica, coordinada por la Dirección de Investigaciones
de la UV, en la que se brindaron las conferencias “Telede-tección
satelital de la tierra”, a cargo de François Becker;
“Política científica”, por Chehbouini Ghani”;
“La agroindustria rural en el marco de la liberalización
económica y la lucha contra la pobreza”, presentada por
François Boucher; “¿Puede la participación
ciudadana resolver la crisis ambiental?”, ofrecida por Eric
Mollard, y “Mesianismo y Literatura”, a cargo de Jean
Franco. La
ópera Sansón y Dalila, el inicio del festival
Anunciada para el viernes 10 como la actividad inaugural de Junio
Musical, la obra Sansón y Dalila de Camille Saint-Saëns
suponía un reto de difícil solución, sobre
todo porque si deseábamos ópera en el festival había
qué hacerlo todo aquí, en la propia Universidad, pues
la única producción existente en México para
esta ópera se perdió en el incendio que devoró
las bodegas del INBA.
Y es que pocas óperas pueden ser tan atractivas visualmente
como esta historia extraída del libro bíblico “Jueces”,
ubicada en los desiertos de Palestina y con los pueblos hebreo y
filisteo como protagonistas.
Por añadidura, la música de Camille Saint-Saëns
es de una factura que se acerca a la perfección, sin el recurso
fácil de abusar del folklorismo o las exageradas pinceladas
exóticas.
El aspecto físico es importante en una obra como ésta,
de ahí el acierto en elegir para representar a Sansón
a Mark Lundberg, un tenor nortea-mericano que llegó respaldado
por elogios de la crítica especializada, que ha festejado
su desempeño como Sansón, pero también como
El Tambor Mayor de Wozzeck o Siegmund en Die Walküre.
Lundberg, un Sansón evidentemente voluminoso, tuvo claros
problemas para moverse con agilidad sobre el foro, pero sacó
buena raja de la poderosa escena inicial, en los momentos en que
el pueblo de Israel lamenta su esclavitud y despotrica contra su
dios. Y qué decir de su desempeño en la escena amorosa
al final del segundo acto, en una de las melodías más
hermosas y conmovedoras escritas para la escena lírica. En
tanto, su trabajo en el cuadro inicial del tercer acto así
como en la escena final fue efectuado con todo el patetismo que
el drama exige.
La mezzosoprano Phyllis Pancella hizo todo para mantenerse a la
altura del exigente rol de Dalila. Cantante de voz quizá
un tanto chica, Pancella superó esa limitante con una presencia
escénica excelente y un desempeño que se complementó
con el de Lundberg. El prolongado fragmento que protagoniza con
el Sumo sacerdote (encarnado por el barítono de Coatzacoalcos,
Genaro Sulvarán) es uno de los momentos básicos de
la historia y fue resuelto satisfactoriamente. Pero lo que debemos
consignar es el derroche de musicalidad de que hizo gala Pancella
en la romanza conocida como Mon coeur, el envolvente canto con que
la sacerdotisa filistea derrumba la entereza del juez y caudillo
hebreo.
El experimentado bajo regiomontano Rosendo Flores cumplió
dignamente con su papel del Anciano hebreo, mientras que el profesionalismo
de Sulvarán también quedó de manifiesto en
uno de los roles más complicados que se hayan generado para
barítono. En la recreación del Sumo sacerdote, Genaro
pudo mostrar aquella naturaleza siniestra y maquinadora de quien
se ha fijado derrotar por cualquier medio a su poderoso oponente.
En cuanto a la música, Enrique Patrón de Rueda demostró
una vez más su capacidad como director concertador. Esta
ópera fue abordada por vez primera en 1984 por Enrique Patrón
en el Palacio de Bellas Artes, de modo que el director visitante
se encontró con una obra conocida y que domina a la perfección.
El característico sonido que logró desde el foso de
la orquesta, pleno en sutilezas o estremecedor según la escena,
es indicativo del conoci-miento que Patrón de Rueda tiene
de la partitura.
La Turangalila, sinfonía de belleza compleja
Carlos Miguel Prieto fue suficientemente claro al comentar, antes
de iniciar la ejecución de la Turangalila, que esta pieza
“es difícil, compleja y prolongada, pero sumamente
bella. Se trata de una de las obras más importante en la
historia del siglo XX”.
Sin embargo, esta monumental sinfonía resultó menos
densa y difícil para el público de lo que imaginamos.
Su aparente duración prolongada se empequeñece ante
la formidable variedad de temas, las ideas novedosas volcadas en
la partitura y la increíble espiritualidad que se respira
en la atmósfera que rodea a esta creación.
En su ejecución participó Markus Bellheim, un excelente
pianista alemán que se ha especializado en la interpretación
de la obra de Messiaen, particularmente en el inmenso Catálogo
de pájaros para piano solo. Esto lo dota de la necesaria
empatía para interpretar una obra tan compleja como la Turangalila,
en la que el compositor asignó pasajes importantes para el
instrumento.
Por lo que respecta a las ondas Martenot, es difícil concebir
la presencia de alguien mejor capacitado que Valérie Hartmann-Claverie.
A esta artista correspondió el privilegio de trabajar con
el compositor en una de sus partituras últimas, la ópera
San Francisco de Asís. Conocedora a fondo de las intenciones
de Messiaen en torno a la obra que nos ocupa, Hartmann-Claverie
participó de manera por demás eficiente, con el sonido
discreto de su curioso aparato que resultó el apoyo necesario
para lograr los efectos que el maestro francés se propuso.
Y es que los movimientos centrales de la Turangalila son algo de
lo más memorable, y en ellos, el sonido de las ondas Martenot
destacó por su pureza, con aquella espiritualidad que se
respira en el ámbito que rodea la partitura, mientras que
los momentos de clímax resultaron una apoteosis admira-blemente
resuelta por el director y el conjunto.
También hay que destacar la participación de la Sinfónica
de Xalapa, dado que su respuesta fue ejemplar.
El virtuosismo casi embrujo de un gitano
Parecía imposible contar con la presencia de Roby Lakatos,
el violinista gitano que recientemente fue contratado como artista
exclusivo por la firma alemana Deutsche Grammophon y que ha armado
un revuelo con su portentosa forma de interpretar su instrumento.
No exageran quienes se refieren a las habilidades de Roby Lakatos
empleando el adjetivo de “diabólico”. Lakatos
hizo gala de una destreza que dejó al público de Xalapa
con la boca abierta e hizo justicia a la celebridad que le respalda.
Para su presentación, con la que concluyó el festival,
la dirección de Divulgación Artística de la
Universidad Veracruzana armó toda una orquesta sinfónica
que funcionó bajo la dirección de Erasmo Capilla,
también reconocido violinista.
El virtuoso gitano se presentó en Xalapa, después
de un triunfal concierto con la Sinfónica de Londres y otro
en la ciudad de Querétaro con Erasmo Capilla, con su ensamble
y, como parte del mismo, el instrumento emblemático de la
música húngara: el cimbalón.
El concierto dio inicio con la participación de la orquesta
que tocó la obertura para la ópera La novia vendida
de Smetana. De inmediato vino la demostración de habilidad
y destreza en la interpretación de la música gitana.
En la segunda parte, Lakatos y su ensamble sorprendieron al público
al ejecutar piezas de jazz, para las cuales el cimbalón aportó
nuevos sonidos.
Después de la brillante Rapsodia rumana número dos
de Enesco, Lakatos con la orquesta y Capilla al frente de la misma
abordaron Zigeunerweisen, pieza que conocemos como “Aires
gitanos” del español Pablo de Sarasate, cuyo allegro
final fue tomado por Lakatos a una velocidad de vértigo,
y la orquesta lo secundó con admirable agilidad.
El violinista de Hungría no dejó ir las oportunidades
de mostrar su sorprendente digitación sobre las cuatro cuerdas
del instrumento. Los trinos de acertada afinación, así
como pasajes completos ejecutados con base en armónicos perfectos,
punteo con los dedos de la mano izquierda y glissandi sin tacha
fueron la tónica dominante en un Lakatos aparentemente incan-sable
y dispuesto a prolongar indefinidamente la sesión musical.
Otro de los momentos impor-tantes de esta noche fue, sin duda, cuando
Erasmo tomó su violín y ejecutó Czardas a dúo
con Lakatos. Sólo unos minutos de ejecución bastaron
para demostrar a los asistentes las extraordinarias facul-tades
propias del violinista y director xalapeño, quien no se quedó
atrás ante la impetuosa ejecución del húngaro
que nos llegó de Bruselas.
Una muestra del arte cinematográfico francés
Durante el festival se proyectaron varios ciclos de cine galo en
diversos foros de la ciudad, como el auditorio de El Ágora
de la Ciudad, en el que se presentaron Los hijos de los Lumière
de Pierre Philippe, Las diabólicas de Henri-Georges Clouzot,
French Can Can de Jean Renoir, Trois Huit de Philippe Le Guay, Plaza
Vendòme de Nicole García y Príncipes y princesas
de Michel Ocelot.
En la Alianza Francesa el público pudo disfrutar de películas
como Lautrec de R. Planchòn, Pauline y Paulette de L. Debrauwer,
Le roi dance de R. Corbiau, El pianista de Polanski, Le diner de
cons de F. Veber, Sur mes levres de J. Audiard, Reines d’un
tour de M. Vernoux y Le pacte du silènce de C. Guit.
El Cine-club de la UV ocupó la sala Clavijero para proyectar
títulos como Camille Claudel, Cyrano de Bergerac y La reina
Margot; mientras que en el ciclo El regreso de Buñuel, ofrecido
en el auditorio de la Galería de Arte Contemporáneo,
se exhibieron varias de las realizaciones del director español,
muchas de ellas generadas en Francia: Diario de una camarera, Bella
de día, La Vía Láctea, El fan-tasma de la libertad
y Ese oscuro objeto del deseo.
Las artes plásticas en Junio Musical
Diferentes recintos de Xalapa albergaron numerosas exposiciones
que pusieron de manifiesto el inagotable talento de artistas galos
y locales. Y es que, según los organi-zadores, un festival
de tal magnitud no puede dejar de lado otras disciplinas artísticas.
Una mención especial merece la exposición de imágenes
en blanco y negro de Robert Doisneau –considerado por muchos
como el emblema de la fotografía francesa del siglo XX–,
en la que se incluyó “Le baiser” (El
beso), quizá su obra más difundida en el mundo. Pero
en esta colección también se pudieron observar decenas
de tomas que evocan un París romántico captado a través
del ojo educado y sensible de Doisneau.
Ritos sagrados, ritos profanos, que sorprendió por su gran
colorido y espléndido formato, pero más aún
por la variedad de temas dignos de representar a la fotografía
africana, estuvo conformada por el trabajo de diferentes artistas
que participaron en el V Encuentro de Fotografía Africana
de Bamako, Mali. Los cuatro fotógrafos aquí reunidos
exploran en su interior su propia definición de lo sagrado
y del rito, para mostrar al mundo una variedad de significados entre
lo sacro y lo profano.
En La realidad desarmada, la parisiense Claire Becker presentó
esculturas e instalaciones que cuestionan al espectador y lo motivan
a la reflexión sobre nuestro mundo en caos. Al puro estilo
pop, Becker da un nuevo sentido a los dados, las muñecas
y otros objetos.
Delphine Jouan, fotógrafa fran-cesa, expuso Les Gares, en
la que presentó una serie de rostros que rescata de la cotidianeidad.
La autora saca del anonimato a sus modelos involuntarios y los proyecta
como seres con una vida qué contar, con una historia propia,
como los justos protagonistas de su propio destino. La pintura se
hizo presente en la serie Mundo y Apartes de Oliver Dautais.
En sus cuadros nos encontramos con un pincel que sabe de arquitectura
y teatro, disciplinas que se complementan en el lienzo multicolor
y lleno de vida. Dautais no sólo es diestro en la pintura,
también ha realizado estudios de dibujo, es-cultura, fotografía,
grabado, cerámica, fresco y fundición de bronce. Su
pintura es figurativa, con una disposición de flexibilidad,
de exigencia e improvisación, un estilo en constante evolución
donde destacan la franqueza de las intenciones y la riqueza del
colorido.
Mariposa loca en Xalapa es el título de la exposición
de Claude Guénard, quien ofreció al espectador una
especie de acto creativo, alegre, lúdico, erótico
y generoso. En sus pinturas y esculturas representa el sexo, lo
transforma en una zarabanda endemoniada de energías concen-tradas.
Pinta, esculpe, ausculta por todas partes a su musa.
A esta lista de artistas hay que sumar las muestras de Gérard
Moschini, artista que presentó una instalación que
intenta reflejar el mestizaje, la identidad y los mitos de un pueblo;
de Frida Bulos, quien a pesar de su corta edad es una veterana de
la lente y así lo reflejan sus imágenes, y la colectiva
Retratos de Fernando Vilchis. Nutrido estuvo, pues, este lado del
arte que tuvo a bien reunir el Festival Internacional Junio
Musical.
Lo que vendrá después
La décima edición del festival Junio Musical
resultó un éxito, sobre todo por la variedad de acontecimientos
que en él convergieron y por el apoyo de los medios de comunicación.
Ahora ya se piensa en la realización de la décimo
primera edición. ¿A qué país se dedicará
en 2006? Posi-blemente a Brasil, el gigante sura-mericano propietario
de una tradición musical riquísima que ha dado al
mundo, entre otras cosas, ritmos musicales como la samba y el bossa
nova.
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