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Los
apoyos deben otorgarse en función de la excelencia académica
Subsidios a universidades privadas de calidad
harían su oferta mucho menos excluyente: UIA
Edith
Escalón |
Defender
la existencia y el fortalecimiento de la universidad pública
como única vía para impulsar el desarrollo de México
ha sido la bandera de rectores, científicos y académicos
en los últimos años, sobre todo por las fuertes tensiones
que han experimentado debido a la reducción de los subsidios
que aportan los gobiernos estatal y federal. Sin embargo, es innegable
que la falta de calidad que ha marcado a muchas de ellas durante años
y su imposibilidad de cubrir la creciente demanda de educación
superior han llevado, por un lado, al fortalecimiento de las universidades
privadas que se han ganado con los años un prestigio académico
y, por otro, a la proliferación de otras que, por desgracia,
sólo brindan programas de muy mala o escasa calidad.
En el marco de la XXXVII Asamblea General de la Asociación
Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior
(ANUIES), celebrada en junio de 2006, en Boca del Río, Veracruz,
José Morales Orozco, rector de la Universidad Iberoamericana,
una institución de tradición jesuita y reconocimiento
internacional, se pronunció por que todas las universidades
del país –públicas y privadas– sean tratadas
en forma semejante y sin discriminación alguna, que el Gobierno
reconozca e identifique los mejores programas y a las universidades
más calificadas y, sobre todo, que apoye con subsidios y otros
esquemas de financiamiento la auténtica excelencia en la educación
superior, exigiendo resultados de calidad y transparencia sin demagogias
ni oportunismos a todas las instituciones del país. |
La
educación privada no tiene los recursos ni para dar cobertura
ni para dar la calidad que requiere y exige la educación
superior. Primero, porque económicamente depende únicamente
de las colegiaturas de los alumnos y, segundo, porque a pesar de
la proliferación de instituciones de educación privada,
muchas de ellas no son propiamente universidades, sino centros que
ofrecen algunos programas de muy dudosa calidad. |
¿Cree
que la educación superior privada sea la respuesta a las necesidades
del país para la formación profesional?
Tal como está ahora no. La educación privada no tiene
los recursos ni para dar cobertura ni para dar la calidad que requiere
y exige la educación superior.
Primero, porque económicamente depende única y exclusivamente
de las colegiaturas de los alumnos y, segundo, porque a pesar de que
ha habido una gran proliferación de instituciones de educación
privada, muchas de ellas no son propiamente universidades, sino centros
que ofrecen algunos programas de muy dudosa calidad, pues igual que
en las públicas hay diversos niveles y categorías.
¿A
qué sí da respuesta la universidad privada?
Está supliendo lo que no puede hacer la educación pública
en términos de cobertura, aunque no necesariamente en términos
de calidad, precisamente porque el sistema autofinanciable de las
privadas vuelve a las mejores inaccesibles para la gran mayoría.
De ahí que hayan surgido tantas otras para quienes no encuentran
lugar en las públicas y que, por otro lado, no tienen recursos
económicos suficientes para ir a privadas de buen nivel. Ahora
bien, algunas de las privadas
–como la nuestra– están respondiendo también
a las expectativas de alumnos y familias que quieren tener una formación
más integral, es decir, que no solamente se centran en la formación
académica, sino también en la personal, en donde los
valores, la formación afectiva y la religiosa toman un peso
especial. |
Una
fortaleza de la educación privada es una mayor libertad en
sus orientaciones. En general, las universidades privadas están
menos politizadas; en cambio, muchas de las públicas, por
los recursos que necesitan, adquieren compromisos con grupos políticos
o empresariales, y casi siempre tienen que hacer alianzas que les
quitan su libertad. Aunque entre las privadas hay instituciones
orientadas a la ganancia, también hay otras que buscan ofrecer
calidad académica y libertad de cátedra, y formar
profesionistas e investigadores de
excelencia. |
Desde
su perspectiva, ¿cuales son las fortalezas de la educación
privada frente a la educación superior pública?
Creo que una de ellas es una mayor libertad en sus orientaciones.
En general, las universidades privadas están menos politizadas;
en cambio, muchas de las públicas, por los recursos que necesitan,
adquieren compromisos políticos con el gobernador, con el presidente
municipal o con grupos políticos y empresariales, y casi siempre
tienen que hacer alianzas que de alguna manera les quitan su auténtica
libertad. Aunque entre las privadas hay instituciones sólo
orientadas a la ganancia –y reconozco que son una gran mayoría–,
también hay otras que buscan ofrecer calidad académica,
brindar libertad de cátedra y formar profesionistas e investigadores
de excelencia. En la Iberoamericana, quizá no tenemos inclinaciones
políticas; en todo caso, nos vemos condicionados por otro tipo
de factores, como los religiosos. Uno
de los mayores pendientes de las universidades privadas, y que incluso
reconocieron en el encuentro, es alentar la investigación
científica, el desarrollo tecnológico, la transferencia
de tecnología. ¿Qué opina al respecto?
No sólo es uno de los pendientes, sino, también uno
de nuestros mayores retos.
Nos interesa, claro, pero nuestra capacidad para investigar es muy
limitada.
Además, reconozco que hay instituciones privadas con fines
de lucro a las que no les interesa hacer investigación sencillamente
porque ésta no es redituable a corto plazo, y como su fin
principal es la ganancia lo que quieren es disminuir costos.
Sin embargo, te puedo decir que hay instituciones privadas –unas
diez o 15 en México, entre ellas la Iberoamericana–
que sí hacen investigación de calidad que está
contribuyendo a crear conocimiento y no sólo transmitirlo,
pero todo eso es con recursos propios, montos que no podemos comparar
con los recursos que recibe la Universidad Nacional Autónoma
de México, el Instituto Politécnico Nacional o la
Universidad Autónoma Metropolitana. Por otra parte, los investigadores
de las universidades públicas reciben estímulos por
su trabajo que no tienen los de las privadas –recursos como
los que otorga CONACYT a los miembros del Sistema Nacional de Investigadores–,
porque de alguna manera los reconocimientos a los investigadores
de las privadas son regateados o su trabajo, subestimado.
Entonces, ¿la falta de apoyos gubernamentales es
lo que las hace excluyentes?
Sí, ya que, al no tener los subsidios, dependemos de las
colegiaturas para subsistir. |
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Aquí quiero dejar claro que ofrecer acceso a la educación
superior es una responsabilidad del Estado. La educación privada
sólo está ejerciendo una función supletoria.
Somos excluyentes, sí, de alguna manera, pero si el Estado
diera subsidios a las privadas de calidad, podríamos ser mucho
más asequibles.
El sistema así funciona en nuestro país, pero es distinto
en otros donde hay instituciones privadas que reciben subsidios de
sus gobiernos. Eso pasa en Europa, en Estados Unidos e, incluso, en
algunos países de América Latina, pero en México
históricamente ha habido atención y privilegio del Estado
sólo para las públicas. |
Claro, esto tiene que ver también con la proliferación
de instituciones privadas con fines de lucro que el Gobierno no
tiene por qué ayudar, dado que tienen otros fines.
Por otro lado, siendo conscientes de esto, muchas instituciones
privadas –como la Iberoamericana– están manteniendo
un sistema muy importante de becas y de créditos para ser
más accesibles, de tal forma que nadie que merezca estar
en esta institución por su trayectoria académica deje
de entrar a ella sólo por razones económicas.
¿Qué
estaría dispuesta a dar la universidad privada a cambio de
subsidios y apoyos como los que le otorga el Gobierno a la universidad
pública?
Estamos dispuestos a dar lo mismo que se les exige a las universidades
públicas, calidad académica. Y creo que, precisamente,
ése debería ser el parámetro para otorgar subsidios,
no el hecho de calificar como pública o privada una institución. |
La
falta de apoyos gubernamentales hace excluyentes a las universidades
privadas, pero si el Estado les diera subsidios a las que son de
calidad, podrían ser mucho más asequibles. El problema
es que en México ha habido atención del Gobierno sólo
para las públicas. Sin embargo, ya muchas instituciones privadas
están manteniendo un sistema de becas y de créditos
para ser más accesibles, de tal forma que nadie que merezca
estar en esta institución por su trayectoria académica
deje de entrar a ella sólo por razones económicas. |
Hay
universidades privadas en las que no sólo buscamos la utilidad
económica, que hacemos grandes esfuerzos por mantener la excelencia,
que hacemos investigación, que procuramos la formación
integral y una serie de factores que nos hacen merecedores de apoyos
importantes como los que tienen las públicas, porque quiero
aclarar que realmente nuestros márgenes de ganancia son muy
bajos y muchas veces los dedicamos a becas, créditos y mejoras
de instalaciones o reinvertimos en la superación académica.
Si nosotros tuviéramos subsidios del Gobierno, no cobraríamos
colegiaturas y daríamos formación semítica. De
hecho, originalmente fue así, en la época colonial había
fundaciones o haciendas que sostenían a los colegios y a las
universidades y eso permitía la educación gratuita.
Luego cambió el sistema económico y nos obligó
a buscar una manera de hacerla autofinanciable. Ahora los subsidios
podrían ayudarnos a hacerla mucho más accesible. |
A cambio de apoyos gubernamentales, la universidad pública
está dispuesta a dar calidad académica. De hecho,
en muchas de ellas no sólo se busca la utilidad económica,
sino que se hacen grandes esfuerzos por mantener la excelencia,
se realiza investigación, se procura la formación
integral y una serie de factores que las hacen merecedoras de apoyos
importantes como los que tienen las públicas. |
¿Qué
pasaría si las colegiaturas fueran deducibles de impuestos?
Creo que se harían mucho más incluyentes a las universidades
privadas. Si el Gobierno me ofreciera apoyos para que la Iberoamericana
siga funcionando con tal de que no cobre colegiatura, lo aceptaría
para mantener la misma calidad. Insisto, nosotros no buscamos la
utilidad, sí buscamos un margen que nos permita superación
académica, seguir creciendo, mejorar laboratorios, etc.,
pero no pensamos únicamente en la ganancia. Además,
los apoyos nos permitirían enormes demandas y tendríamos
la capacidad de ser muy selectivos, cosa que ya no podemos hacer
ahora.
¿Cree
que ha sido subvalorado el costo real de la educación en
México?
No tengo datos precisos al respecto. Lo que sí sé
es que si analizamos cuánto cuesta formar a un estudiante
en el sector privado y cuánto en el sector público,
quizá resulte más cara la formación de éste
último, principalmente porque las públicas tienen
una serie de problemas que no tienen las privadas, la optimización
de los recursos, por ejemplo. Y me refiero específicamente
a personal de más o poco profesional –maestros o trabajadores–
que no pueden despedir por cuestiones sindicales. Nosotros no tenemos
ese tipo de problemas, además de que optimizamos bastante
bien nuestros recursos, por razones obvias.
Y
en cuanto a la calidad, ¿podríamos decir que están
en igualdad de ircunstancias?
Sólo en algunos casos. Yo entiendo que las universidades
públicas han hecho un enorme esfuerzo por mejorar su calidad
y la transparencia en el manejo de los recursos que reciben, de
alguna manera pensando en que la educación sea pública
y gratuita, pero hay que aclarar que la educación privada
existe porque la educación pública no responde a esa
demanda y, además, porque durante mucho tiempo fue de mala
calidad, aunque reconozco que esto ha ido mejorando considerablemente
en los últimos 15 años. |
Pienso,
por ejemplo, en las universidades públicas que tienen ciertos
indicadores, como un número más grande de profesores
con posgrado, mayor exigencia en la admisión y en la titulación,
más recursos para la investigación, y pienso también
en la vinculación que están procurando entre sí
o con universidades privadas y empresas, y todo eso muestra que hay
un gran avance, sin duda, en la educación pública. Los
que estamos en la educación privada no lo podemos negar, más
bien nos da gusto porque es por el bien de México, ahora ya
no nos vemos como competencia o como enemigos. Públicas y privadas
han caminado juntas en los últimos años, un ejemplo
claro es la constitución de la ANUIES y la participación
de ambas en proyectos comunes. |
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¿Qué
puede esperar la sociedad de esta mancuerna?
Apertura y colaboración, básicamente. Estamos trabajando
juntas para lograr la excelencia, la calidad, la pertinencia, la equidad.
A través de convenios, estamos procurando la movilidad estudiantil
y tratando de homologar programas y equiparar niveles. La idea es
que se puedan revalidar estudios, sostener becas, integrarnos de manera
que podamos aprovechar las ventajas comunes y apoyarnos con los retos
que enfrentamos en cada trinchera. De hecho, una de las propuestas
de esta reunión es precisamente hacer un Sistema de Educación
Superior en el país que, a pesar de integrarnos, reconozca
las diferencias entre instituciones educativas, porque es esa diversidad
la que nos permite responder a necesidades distintas, algunas veces
regionales y otras, por enfoques diferenciados.
En eso estamos trabajando y creo que vamos avanzando con paso firme.
Además, las alianzas entre universidades nos han ayudado mucho
a afianzar el camino. Particularmente, nosotros estamos interesados
en una alianza con la Universidad Veracruzana, porque reconocemos
que tienen muy buena calidad en muchos de sus programas y que la colaboración
beneficiaría a ambas.
Ahora bien, ¿qué opina acerca de las universidades
que han surgido en los últimos años, que no son públicas
ni privadas, que tienen altos costos, pero dudosa calidad?
Creo que es uno de los mayores problemas que enfrenta la educación
superior actualmente. Es cierto que están respondiendo a una
necesidad, porque –como dije antes– hay alumnos que no
tienen cupo en las públicas y no pueden pagar una educación
privada de calidad, pero la oferta que estas instituciones tienen
resulta perjudicial para los estudiantes y, en el futuro, para México.
Estas universidades sólo surgen para hacer negocio, el verdadero
problema es que se les está dando el reconocimiento de validez
oficial. La propuesta de reforma a la Ley General de la Coordinación
de Educación Superior precisamente trata de atacar este problema,
evitar el surgimiento de las universidades patito y, así, garantizar
la calidad de las universidades privadas.
Pienso que el espíritu de la ley es bueno, pero que no cataloguen
a todas las privadas por igual, porque –hay que reconocerlo–
también hay patito entre las públicas. Eso es verdad,
patotes de hecho, grandes, malas y de muchos años. Yo sí
creo que las exigencias de calidad y de certificación deben
ser parejas para todas, tanto públicas como privadas. |
El nuestro es un mundo secularizado en el que lo que el mercado
pide son profesionistas bien preparados, con conocimientos, habilidades
y capacidad para trabajar en equipo, y eso no está casado
con ninguna religión. Sin embargo, valores como transparencia,
honestidad, colaboración y compromiso social son cada vez
más importantes para hacer de México un país
más justo, democrático y menos corrupto. Si bien esos
valores los procuramos en algunas instituciones privadas, debieran
ser también el eje de las públicas. |
Se
ha manejado como una alternativa cerrar esas universidades. ¿Es
ésta una propuesta viable?
No lo creo, porque de ser así, ¿qué va a pasar
con esos muchachos que no tienen lugar en las públicas y
que tampoco pueden pagar las privadas de calidad? Para mí
una opción real es darles un margen de tiempo para que dejen
de ser patito y exigirles calidad, porque parece que nos olvidamos
de que todas las universidades empiezan desde abajo. En cierto sentido,
las públicas empiezan con unas cuantas carreras, con profesores
improvisados y, poco a poco, se van consolidando.
Además, considero indispensable acabar con la corrupción
en el otorgamiento de los registros de validez oficial de estudios.
Yo lo decía un poco en broma, pero es verdad, antes a los
políticos se les premiaba con una curul, ahora se les premia
con un REVOE para hacer negocio. Si preguntas quiénes son
los dueños de esas instituciones, te vas a encontrar a un
subsecretario de gobierno, a un ex diputado o a un amigo del gobernador,
en fin, hay mucha corrupción en esto.
Hablemos
de otro tema. ¿Usted está a favor de la educación
laica?
Sí. Yo creo en la educación laica como opción
pero no como obligación. La educación que da el Estado,
la pública, no puede estar casada con ninguna religión,
tiene que ser laica, pero no anticlerical. Es, por decirlo así,
el sentido de la tolerancia, aunque a veces en México se
confunde laicismo con anticlericalismo, y es que una cosa es que
tú aceptes no estar casado con ninguna religión y
otra muy distinta es que ataques la existencia de un credo.
Desde
su punto de vista, ¿la carga religiosa de las instituciones
privadas, como la que usted dirige, no riñe con la libertad
de credo que en México es una garantía constitucional?
No, y básicamente porque no hay imposición. Creo que
las universidades tienen que estar abiertas a creyentes y no creyentes.
Ahora, eso no impide que la universidad ofrezca –no que imponga–
una serie de valores humanos y éticos que estén inspirados
en un credo religioso. La Iberoamericana, por ejemplo, no es una
universidad católica, pero es de inspiración cristiana,
sin embargo, un 10 por ciento de los alumnos son judíos.
Nosotros ofrecemos servicios religiosos para aquellos que lo requieran,
no imponemos nuestras creencias ni nuestros dogmas, propugnamos
una serie de valores universales –muchos de ellos inspirados,
ciertamente, en los evangelios– como la verdad, la justicia,
el respeto a la diversidad, la equidad, la apertura o la libertad
de cátedra.
¿Y
eso sólo se logra con enfoques religiosos?, ¿las otras
universidades no fomentan ese tipo de valores?
Fomentan enfoques humanistas, es cierto, aunque no en todos los
casos, pero el peso que damos nosotros a esa parte de la formación
es mayor. Además, no podemos decir que todas las universidades
privadas sean como la Iberoamericana, la Anáhuac o la Cristóbal
Colón. La mayoría de ellas no están ligadas
a ninguna orden religiosa, el Tecnológico de Monterrey, por
ejemplo, ni siquiera se caracteriza por ese humanismo que tienen
otras y, desde mi punto de vista, aunque es una fortaleza en educación
tecnológica, una institución de educación superior
sin humanidades no es una verdadera universidad, porque para serlo
tiene que ofrecer una universalidad de aspectos.
En
términos prácticos, ¿qué ventajas
profesionales brinda a los estudiantes un enfoque religioso de valores?
Aparentemente, pocas o ninguna. El nuestro es un mundo demasiado
secularizado en el que lo que el mercado pide son profesionistas
bien preparados, con conocimientos, habilidades, talento, creatividad
y capacidad para trabajar en equipo, y eso no está casado
con ninguna religión. Sin embargo, también es cierto
que valores como transparencia, honestidad, colaboración
y compromiso social son cada vez más importantes para hacer
de México un país más justo, más equitativo,
más democrático, más transparente y menos corrupto.
Si bien esos valores los procuramos en algunas instituciones privadas,
estoy convencido de que debieran ser también el eje de las
universidades públicas. Además, no hay que olvidar
que la vinculación de estos valores con un credo religioso
los hace mucho más sólidos y, a la larga, más
duraderos.
Y
específicamente la educación jesuita ¿qué
es lo que aporta como un plus en la formación profesional?
Yo diría que la formación no sólo de profesionistas,
sino de personas. Eso es fundamentalmente lo que procuramos desde
hace más de 400 años. Para eso seguimos una pedagogía
que deriva propiamente de nuestra espiritualidad jesuita y que parte
de la realidad. Nosotros nos fijamos en el hombre y la mujer en
su contexto concreto, individual, familiar, social, etcétera,
y tratamos de responder a esas necesidades de formación integral;
de ahí el énfasis que hacemos, por ejemplo, en la
formación de valores, en promover una serie de actividades
que no tienen valor curricular ni son necesarias para la calificación
o el título profesional, pero que tienen un enorme valor
formativo en nuestra persona. Tenemos actividades deportivas y culturales,
y una cantidad de talleres de música, pintura, baile, danza,
entre otras manifestaciones artísticas; además, está
el modo de hacer el servicio social que, aunque sea obligatorio
por ley, para nosotros es mucho más importante, porque pone
al alumno en contacto con la realidad, con la pobreza, con la marginación.
Esto para nosotros es una necesidad porque nos permite sensibilizar
al estudiante y suscitar en él el valor de la solidaridad
y el compromiso con los más pobres, los marginados, los abandonados,
los enfermos, los ancianos, los que están en una situación
desfavorable, y eso, actualmente, siembra la semilla del compromiso
social en nuestros estudiantes. Creo que ése debería
ser uno de los ejes de toda formación profesional en el país. |
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