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Impensable
su desaparición: Luis Gil Borja
Universidad pública, única
posibilidad de México para lograr su desarrollo
Irma
Villa |
En
México, la idea de privatizar la educación tomó
fuerza en el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994),
cuando éste decidió llevar a cabo dos reformas constitucionales
al artículo 3º: una que faculta a las escuelas particulares
ofrecer enseñanza religiosa en su seno (lo cual se aleja
de lo asentado en la Constitución de 1917 que establecía:
“la educación impartida en escuelas oficiales y particulares
será laica: esto es, ajena a toda doctrina religiosa”)
y a las escuelas pertenecientes al Estado les deja la tarea de impartir
una educación laica; la otra reforma se enfocó a abrir
camino a la privatización de la educación media superior,
la superior y la de carácter científico y tecnológico,
aunque en el discurso se manejara lo contrario y se afirmara que
la educación superior, sobre todo, seguiría contando
con todo el respaldo de la federación, acto que no se ha
visto reflejado en las cifras presupuestales que no cumplen con
el 8 por ciento del PIB para educación, establecido como
mínimo en el artículo 25 de la Ley General de Educación.
De hecho, desde el año 2000, las cifras del gasto nacional
en educación no han rebasado el 7 por ciento del PIB nacional.
Con estos antecedentes y considerando el escaso .75 por ciento autorizado
en 2006 para la educación superior, los rectores miembros
de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones
de Educación Superior (ANUIES) celebraron, en junio, su XXXVII
Asamblea General en Boca del Río, Veracruz, reunión
a la que asistieron como invitados los cinco aspirantes a la presidencia
de nuestro país: Andrés Manuel López Obrador,
Felipe Calderón Hinojosa, Roberto Madrazo Pintado, Roberto
Campa Cifrián y Patricia Mercado Castro, a quienes se les
presentaron las principales demandas y perspectivas del futuro de
las instituciones de educación superior del país,
entre ellas alcanzar el 1.5 por ciento del PIB nacional para la
educación superior con el fin de fortalecerla, porque como
aseguró Rafael López Castañares, secretario
ejecutivo de la Asociación, “la educación superior
es un bien público nacional”. |
En
los últimos años, la universidad pública ha
retomado el papel que le corresponde dentro del tejido social de
este país, pues ha asumido una actitud muy comprometida con
las diferentes problemáticas. Ha buscado su pertinencia,
se ha sometido al escrutinio, le está rindiendo cuentas a
la sociedad tanto en lo financiero como en lo académico,
además de que está siendo sometida a procesos de evaluación. |
En
este contexto, se entrevistó al rector de la Universidad Autónoma
del Estado de Hidalgo, Luis Gil Borja, quien defendió el papel
que desempeñan las universidades públicas en el desarrollo
de nuestro país –a pesar de los bajos presupuestos que
se destinan a las mismas– y, sobretodo, el modelo de educación
humanista que éstas aplican para formar a los profesionales
que México necesita.
¿Cuál es su postura frente a las críticas
recurrentes que se le hacen a la universidad pública?
Simplemente, no comparto esa percepción sobre la universidad
pública. Ésta, en los últimos años –y
estamos hablando de más de diez–, ha retomado el papel
que le corresponde dentro del tejido social de este país, pues
ha asumido una actitud muy comprometida con las diferentes problemáticas.
¿En qué sentido?, ¿qué ha hecho la universidad
pública? Ha buscado su pertinencia, se ha sometido al escrutinio
–tanto interno como externo–, ha podido romper con ese
añejo debate sobre la autonomía en la rendición
de cuentas. Creo que hoy la universidad pública en México
le está rindiendo cuentas a la sociedad tanto en lo financiero
como en lo académico, además de que está siendo
sometida permanentemente a procesos de autoevaluación y de
evaluación externa, y todo esto es uno de los mejores avances
y una de las muestras de transparencia más clara que puede
tener la sociedad. |
El principal reto del sistema de educación superior de México
es poder ampliar la cobertura, pero con pertinencia, calidad y equidad,
o sea, poder dar más acceso a un mayor número de jóvenes.
Además, hay que buscar la pertinencia, es decir, ofrecer
programas que estén acordes con las necesidades de los sectores
productivos del país, para que nuestros jóvenes puedan
tener empleo, así como aportar los elementos humanos, tecnológicos
y científicos que permitan el
avance social. |
¿A qué cree que se deba que sean juzgadas de
una manera tan dura, por qué no sucede lo mismo con las universidades
privadas?
Pienso que las universidades públicas están sujetas
a un escrutinio precisamente porque reciben recursos públicos,
y es bueno que la sociedad esté atenta, que vigile, que nos
obligue a rendir cuentas tanto académicas como financieras.
Sin embargo, también creo que hoy en día esa crítica
ha alcanzado a todos, incluso a la educación privada, lo cual
no es malo, al contrario, nos obliga a tratar permanentemente de mejorar
nuestra actuación.
¿Cree que la universidad pública deba ser considerada
patrimonio nacional?
Sin duda, la universidad pública es un bien público
de carácter social, por lo cual se debe fundamentalmente a
esa sociedad que es la que le da origen; además, tiene la obligación
y el compromiso de convertirse en la palanca de desarrollo que necesita
nuestro país para salir adelante.
En
el caso en particular de la Universidad de Hidalgo, ¿cuáles
son los logros recientes a destacar?
La consolidación de nuestros cuerpos académicos. La
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo es la que, en términos
proporcionales, tiene el mayor número de cuerpos académicos
consolidados en el país: 12 de 41 existentes, cuya proporcionalidad
nos ubica en primer lugar. Tenemos 134 profesores investigadores que
pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), lo que también
nos ubica en primer lugar, en términos proporcionales, en función
del número de la población total de estudiantes. Y también
es la universidad que tiene más cerca de los estudiantes a
cada uno de los investigadores.
¿Cuál
es el total de estudiantes que ustedes tienen?
Atendemos a 32 mil alumnos, cifra que incluye a los 8 mil del bachillerato
universitario –nosotros tenemos este sistema– y a los
24 mil de las licenciaturas y los programas de posgrado. Algo importante
es que hemos logrado incorporar programas –ya suman nueve–
dentro del PNP (Programa Nacional de Posgrado).
También hemos podido alcanzar la acreditación de nuestros
programas académicos ante el Consejo para la Acreditación
de la Educación Superior (COPAES) y ante los Comités
Interinstitucionales de Evaluación para la Educación
Superior (CIEES); en este momento, tenemos el 87 por ciento de los
programas acreditados en el nivel uno y por los organismos acreditadores
específicos. Esto hace que cerca del 85 por ciento de nuestros
estudiantes estén inscritos en ese tipo de programas, por ello
hemos podido formar parte del Consorcio de Universidades Mexicanas.
¿Qué
retos tiene la casa de estudios que usted dirige?
El principal reto que tenemos –y no es exclusivo de esta universidad,
sino de todo el sistema de educación superior de México–
es poder ampliar la cobertura, pero con pertinencia, calidad y equidad,
o sea, poder dar más acceso a un mayor número de jóvenes
mexicanos. Además, algo muy importante es buscar la pertinencia,
es decir, ofrecer programas que estén acordes con las necesidades
de los sectores productivos del país, para que nuestros jóvenes
puedan tener empleo, así como aportar los elementos humanos,
tecnológicos y científicos que permitan el avance
social. |
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Durante
el sexenio del presidente Vicente Fox se disminuyó el presupuesto
de las universidades, en lugar de incrementarlo. ¿Cuál
es su opinión al respecto?
Sin duda, en el país, vivimos una realidad muy compleja desde
el punto de vista económico; no hay suficientes recursos, pero,
además, nos preocupa mucho que el reducido presupuesto que
existe no se distribuya de manera estratégica, y una forma
de hacerlo es darle más importancia a la educación.
No podemos negar que ha habido adelantos en las universidades, por
ejemplo, ha crecido el número de contrataciones de profesores;
sin embargo, no se ha podido avanzar en muchos otros aspectos, y eso
empieza a provocar un rezago en el país, lo cual disminuye
su competitividad contra otros países. |
Si
se incrementara el presupuesto que se les asigna a las universidades
públicas, ¿éstas qué darían
a cambio para contribuir al desarrollo del país?
Lo primero que tienen que ofrecer es transparencia, es decir, un manejo
responsable de esos recursos; y en la transparencia va implícita
la rendición de cuentas tanto de los recursos económicos
como del trabajo académico, o sea, tenemos que dar resultados
concretos. Asimismo, tienen que fomentar y fortalecer sus cuerpos
académicos, su desempeño, para que la investigación
y la productividad científica que se desarrolla en este país
–casi la totalidad, en las universidades públicas–
pueda aplicarse y generar un beneficio social. |
Los
apoyos del Estado a la universidad pública no pueden desaparecer,
porque ésta ha sido el eje del desarrollo del país,
es la que ha formado a sus profesionistas y tiene muchas cosas muy
importantes que ofrecer. No preocupa que pueda desaparecer este
modelo, porque no hay posibilidades de que esto suceda. Sin embargo,
sí interesa que los gobernantes sepan que la educación
es la mejor vía para construir el país que queremos. |
¿Habrá
alguna manera de solucionar la falta de compromiso que existe en algunos
profesores, para que cumplan mejor con su labor como formadores de
profesionistas?
Claro que sí, hay dos formas. La primera es la capacitación
del profesor universitario, y no sólo en el aspecto de la disciplina
que, sin duda, hay que mejorarla y profesionalizarla, sino también
en el hecho de que debe existir el compromiso social de capacitarse,
de asumir la responsabilidad que representa ser un profesor universitario.
Y es que éste tiene en sus manos una parte muy importante de
los jóvenes: sus expectativas, por lo que es necesario corresponderles
con responsabilidad, con capacidad y con deseos de seguirse superando
como maestros.
La segunda manera es atender urgentemente –y ahí debe
intervenir también el Gobierno Federal– el problema de
la remuneración de los profesores, lo cual es importantísimo
porque se ha generado una brecha muy grande en los ingresos de los
trabajadores universitarios. Yo puedo decir que, en los últimos
años, la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores
universitarios es cercana al 30 por ciento, lo cual provoca que muchos
de ellos tengan que buscar un segundo empleo para complementar el
gasto familiar, y lo ideal sería que pudieran ofrecer a su
familia una vida digna con el salario de profesor universitario.
¿Como
rector está de acuerdo con la forma en que la Federación
reparte los recursos a las universidades públicas?
Y es que, por ejemplo, la UNAM es la universidad que más presupuesto
tiene, pero también la que mayor investigación genera.
Hay una gran inequidad en ese sentido. Por ejemplo, la UNAM recibe
por estudiante 60 mil pesos anuales y la Universidad de Hidalgo, 18
mil pesos; sin embargo, los resultados de universidades que obtienen
menos apoyos económicos no son nada despreciables. Incluso,
éstas han hecho un gran esfuerzo y, hoy en día, si bien
la UNAM hace una gran aportación en conocimiento, ciencia y
tecnología, también las universidades estatales lo están
haciendo. Entonces, si se asignaran los recursos de manera más
equitativa y en función de lo que plantea la ANUIES, podríamos
dar muchos más y mejores resultados. En el modelo de asignación
es, pues, donde se tiene que buscar la equidad, donde se tiene que
buscar la calidad de la productividad, misma que debe ser correspondida
con presupuesto. |
A
las funciones sustantivas de las universidades –la investigación,
la extensión y la docencia–, tienen que agregar una
más: la vinculación. Hoy no podemos estar desarticulados,
tenemos que estar en contacto con los sectores productivos. Esto
obliga a que las universidades mantengan su pertinencia y que puedan
responder a esa demanda social. No sólo se trata de formar
profesionistas, sino de que sean competitivos y que sus perfiles
estén asociados a las alternativas de desarrollo y al mercado
laboral. |
Países
considerados en desarrollo, como la India o Brasil, han multiplicado
sus inversiones en educación superior, pero también
registran un crecimiento económico muy importante. ¿México
podría alcanzar esto?
Sí, sin duda. Esos países han realizado dos esfuerzos
fundamentales para consolidar la educación superior y desarrollar
la ciencia y la tecnología: fortalecer a las universidades
con una política educativa y una política de Estado,
acompañadas por los recursos necesarios, e invertir en ciencia
y tecnología, es decir, en la promoción de sus investigadores.
¿Qué
ha pasado en México, por qué no se ha llevado a cabo
algo similar?
El problema está en la inversión pública en educación
superior, que comparada con la de países como los mencionados
es mucho menor. Entonces, ¿qué necesita México?
Inyectarle recursos a la educación.
¿Qué
representaría para el país contar con un sistema nacional
de educación superior? ¿Qué beneficios traería?
Pues, sería muy importante porque permitiría, en primer
lugar, hacer pertinente la oferta educativa y, en segundo lugar, poder
atacar de manera estratégica las desigualdades sociales y los
puntos de oportunidad de las diferentes regiones.
Cada
día vemos que los presupuestos se restringen a las universidades
y éstas reciben cada vez menos recursos. ¿Hasta
cuándo cree que se sigan sosteniendo las universidades públicas
en el país?, ¿hasta cuándo seguirá vigente
este modelo educativo?
Espero que siga vigente durante muchos años, porque creo que
es la única –y quiero puntualizarlo con toda seguridad–,
la única posibilidad que tiene este país de hacer la
diferencia y alcanzar el desarrollo económico, social, cultural,
tecnológico, etcétera, que México necesita.
En
caso de que hubiera un cambio, de esos que suelen darse como terremotos
en México, ¿qué ocasionaría que
a las universidades públicas se les dejara de brindar los apoyos
necesarios?
No creo que lleguemos a ese escenario, porque la universidad pública
tiene el reconocimiento de que, a través de los años
–y hay muchos ejemplos–, ha sido el eje del desarrollo
del país, es la que ha formado a sus profesionistas y tiene
muchas cosas muy importantes que ofrecer. No preocupa que pueda desaparecer
este modelo, porque no hay posibilidades de que esto suceda. Sin embargo,
sí interesa que los gobernantes sepan que la educación
es la mejor vía para construir el país que queremos.
Por ello, fueron invitados los candidatos a la presidencia de la República
a la reunión de la ANUIES, para que conocieran los avances
y retos de las universidades públicas y privadas.
Al tipo de educación, sobre todo a su enfoque humanista, que
se imparte en las universidades públicas se le critica porque
lo consideran incompatible con las necesidades del mercado laboral.
¿Qué es lo que realmente sucede?, ¿de
qué manera se acercan estas instituciones educativas a las
empresas?
A las funciones sustantivas de las universidades, como la investigación,
la extensión y la docencia, tienen que agregar una más:
la vinculación. Hoy no podemos estar desarticulados, tenemos
que estar en plena comunicación y en permanente contacto con
los sectores productivos. Esto obliga a que las universidades mantengan
su pertinencia y que puedan responder a esa demanda social. Lo comenté
anteriormente, no sólo se trata de formar profesionistas y
de que éstos desempeñen un papel, sino de que sean además
completamente competitivos y que sus perfiles estén asociados
a las alternativas de desarrollo y al mercado laboral.
¿Cuáles son las ventajas de las instituciones de educación
superior públicas frente a las privadas?
La primera ventaja es que no sólo nos dedicamos a la docencia,
sino que también tenemos la oportunidad de incorporar otros
elementos de generación de conocimiento, de desarrollo tecnológico
y científico y uno muy importante que puede hacer la diferencia:
el compromiso social. El que seamos parte de una universidad pública
nos obliga a dar a nuestros jóvenes, a lo largo de su formación,
una percepción de la realidad y de los problemas sociales,
para que se conviertan en agentes de cambio. |
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Entonces,
¿el modelo de enseñanza debe seguir así
o debe transformarse?
Considero que no se debe perder la formación humanista, porque
da conciencia social para todos los jóvenes, porque no sólo
estamos formando profesionistas, sino también ciudadanos, ciudadanos
integrales con aptitudes y capacidades cívicas, pero también
profesionales. Lo que tenemos que hacer es mantenernos a la vanguardia
y buscar estar actualizados en los procesos, en el manejo
y en la aplicación y uso de las tecnologías de la información,
de tal forma que nuestros jóvenes tengan aptitudes y competencias,
sobre todo laborales, que les permitan desempeñarse mejor. |
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