Guardianes de luz
Marcela Navarrete
Inauguración: jueves 4 de diciembre 20 horas.
Esta muestra, con obras recientes de la pintora Marcela Navarrete, representa a la vez un monumental conjuro pictórico contra el culto al poder que amenaza con devorar los valores más básicos de nuestra civilización y cultura, y una toma de conciencia radical, por parte de la artista, de la fuerza vivencial inherente en el color y la forma cuando estos elementos visuales son manejados con una factura lo suficientemente expresiva como para crear una imagen capaz de conmover la imaginación de quien la contempla; es decir, capaz de convertir al espectador en un agente participativo.
En su conjunto, las pinturas presentes aquí pueden dividirse en dos órdenes: El primero de ellos los constituye un grupo de telas de gran formato y factura audaz montando guardia – por decirlo así – sobre composiciones de índole más introvertida, íntima y vulnerable. Esta vulnerabilidad, sin embargo, en ningún momento denota debilidad sino valor y veracidad frente a la adversidad existencial.
La singularidad de esta exposición consiste, en mi opinión, en la envergadura espiritual de su propuesta, en la integración absoluta de su contenido emocional con una realización de gran elocuencia cromática, y en la ausencia de toda concesión conciliadora o decorativa hacia la realidad visceral que retrata; nos quedan la fé en el arte y la cultura.
Roger von Gunten
PETRÓLEO, imágenes y perfecciones
Javier Pineda
Inauguración: jueves 4 de diciembre 20 horas.
Antes de alcanzar la Polinesia, Gaugin se detuvo en América, donde a pesar de ser encarcelado por orinarse en la vía pública, encontró el color y la seducción de la naturaleza local que cubrirán sus futuras obras.
Más de un siglo después, como un Gaugin moderno, Javier Pineda halla en las costas de esta América tropical, la destrucción de la naturaleza mientras la policía continúa encarcelando y desapareciendo maestros.
Las obras de Pineda evocan ese espíritu gaugiano, sintetizado en los colores ocres y terrosos y la sensualidad inherente en el volumen de la figura humana. Pero en lo que Gaugin es un aroma a inocencia, en Pineda la atmósfera huela a pudrición. Bienvenidos al siglo XXI.
En el centro de la tela ocurre el drama del hombre moderno: los fuegos fatuos del progreso envenenan inexorable inevitablemente la tierra, y ni siquiera las deidades mesoamericanas son ajenas a esta profanación.
Lo mismo que en sus performances, en esta serie también el cuerpo masculino ocupa el lugar preponderante. Es verdugo y víctima, pues provoca y sufre la violencia perpetuada contra la Pachamama.
La fragilidad se representa en el nativo que deja ver sólo sus pies descalzos extendidos sobre la arena. ¿Duerme y lo que vemos a su alrededor es una pesadilla en tonos grises opacos que se diluirá al alba? ¿O ya no sueña en esa orilla de peces muertos en donde parece acampar Abbaddon?
Todos los símbolos evocados –ángeles sin cabeza, el milenario pejelagarto, la cinta amarilla que preserva la escena del crimen- dan la justa medida del desastre.
Ix Booon, la diosa del petróleo, escupe fuego porque la riqueza del subsuelo es el nuevo becerro de oro que encandiló al hombre moderno. Y en cada una de las lonas vinílicas y lienzos en tela, sentimos su enojo y condena.
El tabasqueño, como un orfebre dedicado, juntó también materiales reciclables e incluso, arena contaminada con chapopote, para reutilizarla en su trabajo plástico, asumiendo un discurso coherente.
No es esta una preocupación nueva y casual en Javier. El deterioro que han sufrido las provincias de Tabasco a raíz de la exploración petrolera y el crecimiento de las urbes o la aparición de nuevas concentraciones humanas, lo conoce muy bien este egresado de la ENPEG “La Esmeralda”. Él ha visto cómo su primer mundo, el de Macuspana, Tabasco, ha sido arrasado por esa modernidad falsa. Ahí, al lado, vio surgir de la nada un espejismo llamado Ciudad Pemex.
Muchos de sus óleos ya recogían, pues, esa amenaza en ciernes. Y fue a través del dibujo realista, que el pintor contrapuso lo bello, aspiración artística, con lo horrendo, que es amorfo.
Ahora, de nuevo, en ese espacio donde la creación de Pineda se impone al caos de su tema, hay una advertencia implícita: el Apocalipsis ecológico sólo es posible si continúa la indiferencia humana, si olvidamos por completo que en esos lechos marinos, hoy sepultados con basura, ocurrió el primer apareamiento sexual que trajo la vida. Y con ésta, el hombre, y con éste el arte y el artista que nos alerta.
Carlos Coronel