Elizabeth Vázquez /
El tabaco, la planta exótica que Cristóbal Colón y sus expedicionarios llevaran por primera vez a Europa y que tantos placeres causara entre la realeza, la misma a la que el embajador Jean Nicot adjudicó propiedades medicinales en el siglo XVI frente a la reina de Francia y que, muchos años después, fuera distribuida en forma de cigarrillos como artículo de primera necesidad entre los soldados de la primera y segunda guerra mundial, ocupa actualmente en nuestra sociedad un deshonroso sitio.
Se le acusa de causar la muerte de alrededor de seis millones de personas cada año a nivel mundial y de provocar un sinnúmero de enfermedades no solo a quienes lo consumen voluntariamente, sino también a aquellos que de forma incidental inhalan el humo que produce su combustión (600 000 personas fallecen anualmente por esta razón).
Cada día mueren 160 personas por causas asociadas al tabaquismo
La información que habla de los efectos nocivos del tabaquismo ha sido tan ampliamente difundida, que sería raro que los 16 millones de fumadores que existen en México la desconocieran. Enfermedades respiratorias, problemas cardiovasculares y cáncer son solo algunos de los efectos nocivos de este hábito; sin embargo la industria del cigarro no deja de crecer, ¿qué lo hace tan irresistible?
La respuesta del cerebro ante el estímulo del tabaco
La respuesta está en la nicotina, un alcaloide presente en el tabaco que tiene un impacto directo sobre el cerebro, provocando adicción, y cuyos mecanismos de acción a nivel neurológico fueron explicados por el Dr. Jorge Manzo Denes, académico del Centro de Investigaciones Cerebrales de la Universidad Veracruzana.
Dr. Jorge Manzo Denes, académico del Centro de Investigaciones Cerebrales
“Cuando el fumador inhala el humo del cigarro la nicotina entra por sus vías respiratorias, llega a los pulmones, pasa a la sangre y apenas unos segundos después alcanza al cerebro. Ahí cohabitan 10 mil millones de neuronas que, aunque no se tocan, mantienen una estrecha comunicación entre sí liberando sustancias químicas (neurotransmisores) y estableciendo un complejo mecanismo de mensajes”, mencionó el investigador.
Similar a una llave que se ajusta específicamente a una cerradura para abrirla, un neurotransmisor se acopla a un receptor para activar una célula nerviosa. En el fumador, el neurotransmisor acetilcolina se une con receptores de nicotina y permiten la liberación de un mensajero químico llamado dopamina, activando áreas del cerebro relacionadas con las sensaciones de placer y recompensa.
Y si la acción de fumar produce placer, no es nada extraño que el deseo de repetir la experiencia surja una y otra vez; sin embargo, si al principio esta sensación de recompensa se obtenía con un cigarrillo, en las siguientes ocasiones se necesitarán dos o tres para alcanzarla, y poco a poco se tendrá que ir incrementando el consumo, convirtiéndolo en una adicción.
“Nuestro cerebro es un órgano muy dinámico, con capacidad para hacer cambios funcionales y estructurales. La estimulación repetida con nicotina hace que el cerebro del fumador replique su número de receptores y que con el tiempo reaccionen con mayor lentitud, lo cual resultará en una necesidad de mayor consumo para obtener el mismo nivel de placer”, añadió el neurocientífico.
No obstante, si la recompensa de fumar es altamente gratificante: disminución de la ansiedad, mayor concentración, buena digestión; los síntomas de la abstinencia pueden equipararse a los que presentan quienes consumen drogas como la cocaína o la heroína; lo cual podría explicarse, según recientes investigaciones, por el incremento de la producción de dopamina, la cual tiene un rol muy importante en todas las adicciones.
Los síntomas de la abstinencia pueden equipararse a los de drogas como la cocaína o la heroína
El investigador destacó que conocer el mecanismo de acción de la nicotina a nivel neurológico ha permitido la creación de líneas terapéuticas para quien desea dejar de consumir tabaco. Una de estas terapias considera el uso de medicamentos que imitan la acción de la nicotina, sustituyéndola en la fijación en los receptores de las células nerviosas. Por otro lado, se encuentra la terapia basada en la administración de nicotina en dosis limitadas hasta el momento en que el cerebro aprende a funcionar sin ella.