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Sábados En La Ciencia #OlivaNoticias #MultimediosPublicado por Oliva Noticias en Miércoles, 8 de julio de 2020
La ocasión hace al ladrón y otras falsas explicaciones reconfortantes: autocontrol y crimen
Una de las más famosas teorías de la criminología es la Teoría del Autocontrol, propuesta en 1990, por los estadounidenses Michael Gottfredson y Travis Hirschi, la cual propone que la falta de autocontrol individual es el factor principal detrás del comportamiento criminal.
Los elementos de tal teoría se han probado explícitamente en cientos de estudios en todo el mundo. Principalmente, el autocontrol, ha sido abordado desde la criminología, la neurobiología, las ciencias del comportamiento hasta la sociología, la educación y la crianza parental, entre otras.
Pero ¿Qué es el autocontrol y cómo se relaciona con el crimen? Este concepto tiene una larga historia desde Sócrates, Platón y Aristóteles, y más tarde Freud y James, estuvieron intrigados sus manifestaciones. Se ha explorado en estudios contemporáneos, especialmente en psicología, un ejemplo son los experimentos de malvaviscos de Mischel y sus colegas de la década de 1960.
Desde la perspectiva de Gottfredson y Hirschi el autocontrol es “la inhibición de un impulso para obtener gratificación inmediata al servicio de objetivos a largo plazo y de orden superior”. Un tipo específico de autorregulación que interviene en nuestra toma de decisiones, se obtiene mediante la crianza efectiva y se mantiene fijo en el individuo dese los 9 a 10 años.
Treinta años después, se ha encontrado que el autocontrol es mucho más complejo que eso. Está lejos de ser una cualidad fija del individuo, contiene una destacable variabilidad situacional, depende de una multiplicidad de factores contextuales, varia entre hombres y mujeres, y durante estado de desarrollo.
La relación principal de la falta de autocontrol es que la decisión de cometer un crimen se rige por sus beneficios inmediatos (a corto plazo), sin considerar los costos a largo plazo. Entonces, las acciones criminales y análogas reflejan nada más que una falta de previsión o consideración de las consecuencias tardías.
¿Qué hace variar el autocontrol entre nosotros? Los autores de la teoría otorgaron el mayor peso al “’modelo de crianza de los hijos”. Los niveles de autocontrol se modulan por la capacidad de respuesta del cuidador en términos de calidez, apoyo y refuerzo positivo. Muchos tipos de “castigos” clásicos contribuyen con la falta de autocontrol. Los niños cuyos padres son a la vez exigentes y solidarios tienen un mayor autocontrol. Mientras los niños con padres exigentes pero no solidarios, permisivos (solidarios pero no exigentes) o negligentes (ni solidarios, ni exigentes) en general tienen niveles bajos autocontrol.
El vecindario, los compañeros, los maestros, las escuelas e incluso contextos sociales más amplios también configuran los niveles, las diferencias entre individuos y los cambios en el autocontrol de niños a adolescentes. Los eventos traumáticos y estresantes de la vida, como presenciar violencia o ser víctimas del crimen, y las experiencias adversas, como la paternidad dura o abusiva y la discriminación racial, pueden provocar una disminución del autocontrol.
También se ha descubierto que los niveles individuales y continúan cambiando a lo largo de la adolescencia y hasta la edad adulta. Sin duda, la infancia parece ser un período importante o sensible para el desarrollo del autocontrol. Algunos individuos parecen tener un autocontrol bajo o alto relativamente estable en toda su vida.
Ambos estados de autocontrol se retroalimentan a si mismos por sus consecuencias sociales. Las personas con niveles bajos tienden a exponerse a situaciones más peligrosas. Por ejemplo, caminar a casa borrachos, en soledad, a altas horas de la noche) y con mayor frecuencia son víctimas criminales. La victimización por delincuencia se asocia con disminuciones en el autocontrol. Además, se le niega con mayor facilidad las oportunidades educativas y de empleo, su conducta suele afectar las relaciones con los miembros de la familia.
Por el contrario, un autocontrol alto puede dar lugar a refuerzos positivos, buen promedio escolar con el consecuente elogio de los maestros y de los cuidadores, un contexto que refuerza el autocontrol. Como con la mayoría de las cosas en la vida social humana, las ventajas tempranas tienden a engendrar más ventajas, y las desventajas se acumulan estancando al individuo en una situación difícil, incluso si la posibilidad de cambio sigue presente.
El hecho de relacionar al crimen con la falta de autocontrol, es de entrada, desventajoso para quienes se encuentran en esa condición. Porque todos sabemos que no todos los crímenes son producto de actos impulsivos no planificados. Ciertamente, muchos crímenes callejeros y tal vez la mayor parte de la delincuencia son el resultado de que las personas no reconocen y sopesan las costosas consecuencias en contra de las ganancias inmediatas.
Sin embargo, algunos delitos, especialmente los llamados “de cuello blanco” y corporativos, implican una deliberación cuidadosa y una priorización de las ganancias a largo plazo. Incluso algunas formas de delitos callejeros, como el tráfico de drogas, implican un mínimo de autocontrol. Se necesita para ser un terrorista, un empresario sin escrúpulos o político corrupto.
Las situaciones ponen a prueba día a día nuestro autocontrol y no siempre saca la nota más alta. Por ejemplo, toma una fracción de segundo decidir pasarse la luz roja cuando vamos tarde al trabajo o cabilar durante varios días si incluimos en la declaración anual, nuestros ingresos adicionales. La relación de nuestra conducta con el delito no es tan sencilla.
Las investigaciones sugieren que en muchas situaciones de elección relevantes para el crimen, las personas no están actuando con un reservorio estable y fijo de autocontrol. El contexto situacional y emocional tienen un papel importante en la decisión final, todos sabemos que tomar decisiones ebrios, angustiados, con hambre, tristes o enojados suele dar muy malos resultados.
Claro está que un alto nivel de autocontrol puede facilitarnos la vida. Un alto autocontrol permite llevarnos mejor con nosotros mismos. Por ejemplo, no comer una segunda rebanada de pizza o irnos de fiesta en lugar de estudiar. En esos momentos nos permite concentrarnos en un objetivo de más valor (salud, delgadez, buenas calificaciones… mantenernos sin antecedentes penales).
Pero la vida es incierta e impredecible, y el mañana no está asegurado, por lo que en un grado que difiere entre las personas y las situaciones, no estamos dispuestos a postergar la recompensa. Esta observación suele asomarse cuando estamos en un grupo afín: “vamos a tomar que el mundo se va a acabar”, “no te vas a llevar el dinero a la tumba”, “cómpratelo que para eso trabajas”.
Las fallas de autocontrol son esfuerzos fallidos para renunciar a la tentación. Como capacidad general, el autocontrol se puede ejercitar, como si fuera un musculo y cuesta el mismo trabajo que hacer lagartijas o sentadillas. Debemos entender que como el músculo, el autocontrol también se agota y puede experimentar fallas repetidas a corto plazo, pero puede fortalecerse con el tiempo, con práctica y con descanso suficiente.
Comprender lo anterior es muy importante, porque nos permite entender que todos, a veces fallamos en resistir nuestras tentaciones. Pero principalmente nos permitirá entender a uno de los grupos que se enfrenta a los niveles menos estables en el autocontrol: los adolescentes.
En esta etapa existe un aumento en la sensibilidad de las recompensas, que preceden a la maduración estructural de un circuito de control cognitivo más robusto. Por ello, algunos estudiosos señalan esta etapa del desarrollo como el período de mayor susceptibilidad a las tentaciones. Curiosamente, los adolescentes no solo muestran una mayor capacidad de respuesta a señales de recompensa, sino que, especialmente los hombres, también muestran una mayor reactividad de la amígdala (en relación con adultos o niños) que se relaciona con una mayor percepción de posibles amenazas y una mayor respuesta impulsiva.
Ahora bien, en nuestro país, de una tercera parte a la mitad de los adolescentes se encuentran en posiciones altamente desfavorecidas. Abrumados por los efectos perjudiciales de la pobreza, expuestos a la delincuencia y a la discriminación de forma cotidiana, con bajos niveles de autocontrol debido a la crianza violenta común en nuestro país, excluidos del sistema educativo, laboral y de salud.
Las investigaciones sobre jóvenes altamente desfavorecidos sugieren que, ante tales dificultades, muchos se centran en el aquí y ahora, porque el mañana no está garantizado. Además, sus perspectivas a largo plazo para lograr los objetivos de éxito convencionales no son buenas, y todos lo sabemos, incluso ellos mismos. Si uno concluye que no logrará alcanzar objetivos a largo plazo, ya sea por falta de habilidad o por asignaciones injustas de recompensas (trabajos mal pagados), ¿Cuál es el punto de renunciar a la gratificación inmediata ante cualquier oportunidad?
Frente a la elección de recompensa ahora o nunca, la elección racional es ahora. Por lo tanto, para muchos de los jóvenes que se enrolan en el crimen, el problema no siempre es una falta de capacidad de control, sino más bien una falta de esperanza y motivación para ejercer el autocontrol.
Por ello, las políticas públicas y programas gubernamentales deben enfocarse en fomentar oportunidades y la esperanza de lograr objetivos de éxito a largo plazo, lo que podría proporcionar una motivación de control crucial para los jóvenes desfavorecidos.
Sin embargo, fomentar objetivos de éxito poco realistas no es la respuesta. Como se comentó anteriormente, el bajo autocontrol tiende a engendrar un menor autocontrol, si queremos que esto cambie debemos cambiar los contextos.
Tener objetivos realistas tampoco es suficiente. Uno debe ser capaz de concentrarse en ellos y no claudicar. Esto requiere práctica, memoria de trabajo, esfuerzo, tiempo y seguridad, lujos reservados para aquellas personas que no están cognitivamente sobrecargadas con, por ejemplo, esfuerzos de supervivencia, amenazas o coacción emocional.
Entonces ¿La ocasión hace al ladrón? No. Lo hacen los contextos violentos en la niñez, la falta de disciplina proporcionada con cálidez y solidaridad, los vecindarios inseguros, los maestros que sólo quieren estudiantes modelos, el sistema educativo que califican a todos por igual, la falta de reconocimiento, la pobreza, el hambre, las oportunidades diferenciales, los ambientes contaminados, la falta de empatía y nuestra indiferencia hacia los grupos altamente desfavorecidos, entre otros muchos factores.
Corregir lo que ya sabemos y continuar investigando acerca de estos factores variables debería permitirnos una mejor comprensión de cómo y cuándo las fallas de autocontrol conducen al crimen. Y también de cómo podemos intervenir para prevenirlo y promover el bienestar de todos en nuestra sociedad.
Información con Ciencia para Oliva Noticias Multimedios
Gladis Yañez y Rodrigo López de Sábados en la Ciencia
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