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Nota: Conflictos vecinales: una historia con hormigas león

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Publicado por Oliva Noticias en Miércoles, 16 de septiembre de 2020

 

Vecinos: los amas, los odias… o no te enteras de que están ahí. En la literatura podemos conocer muchos de los papeles más representativos de los vecinos: son el amor platónico adolescente, los fantasmas que habitan la casa y que aún no se enteran de pertenecer a otro mundo, son el acosador que guarda en su caja fuerte una serie de crímenes horrendos o son la mujer que cocina deliciosos platillos de carne de cerdo sin haber visitado la carnicería en dos semana y cuyo marido golpeador se ha ido, sin que nadie lo viera.

Y, aunque los seres humanos en general no somos los mejores vecinos, en la naturaleza la cosa se pone más extrema. La ecología es la rama de la biología que estudia las relaciones de los diferentes seres vivos entre sí y con su entorno, los vecinos y su vecindad. El término “ecología” fue acuñado en 1869​ por el naturalista y filósofo alemán Ernst Haeckel a partir de las palabras griegas oikos (casa, vivienda, hogar) y logos (estudio o tratado); por ello ecología significa “el estudio del hogar”.​ Aunque desde los griegos ya se estudiaban estas relaciones, Ernst fue el primer ecólogo propiamente dicho.

Ha habido grandes ecólogos y ecólogas a lo largo de la historia, por ejemplo Anton van Leeuwenhoek que observaba vecindarios microscópicos con las lentes que tallaba para hacerlas cada vez más potentes y Charles Darwin quien recibió de su abuelo importantes preguntas que logró responder, cambiando el pensamiento de toda la humanidad sobre la evolución de las especies o dicho de otro modo, como cambia el uso del vecindario a través del tiempo. Y si, un camino para ser dedicarte a la ecología es estudiar la licenciatura en biología o carreras fines.

Pero los vecindarios en la naturaleza no son como los nuestros, no existen los títulos de propiedad, ni los estacionamientos privados. Para casi todos los seres vivos, el vecindario es un recurso y se puede pelear por un espacio que habitar, aunque ya esté ocupado.

Cada elemento del paisaje es un recurso por lo que, se puede iniciar una disputa o una negociación para hacerse de él. Ya sea con alguien de tu misma especie (intraespecíficamente), como con individuos totalmente distintos (interespecíficamente). Las interacciones entre los vecinos pueden moverse desde el mutuo beneficio, donde los dos colaboran por un bien común hasta aquellas que pueden perjudicar a ambos interactuantes.

Cuando dos individuos de diferentes especies se benefician mutuamente, se dice que ejercen un mutualismo. Los mutualismos pueden ser tan necesarios que uno de los interactuantes (o los dos) no puedan sobrevivir si está relación desaparece, a este tipo de mutualismo se le conoce como simbiosis. Las simbiosis se pueden ver en los líquenes, los cuales parecen un sólo organismo pero en realidad son dos, y no sólo de especies distintas ¡de reinos distintos!: un alga y un hongo. Vecinos inseparables.

Nosotros los humanos tenemos relaciones simbióticas con varias especies de bacterias y levaduras que viven en nuestro interior y sobre nuestra piel ¡Que buenas vecinas!, nos benefician y ni nos enteramos que están, a cambio reciben dónde vivir y alimento.

Pero también hay relaciones mutualistas no tan estrechas, como las que se dan entre los polinizadores y sus flores. Una relación muy dulce (por eso de las abejas). En este grupo también encontramos a los dispersores de semillas, que se benefician con los nutrientes y el agua de las frutas,  a cambio llevan las semillas lejos del árbol progenitor y lo depositan con una reserva de nutrientes para un excelente inicio.

Claro está que también hay interacciones donde una especie se beneficia a costa de otra que resulta perjudicada. La situación más extrema de esta interacción es la depredación, donde un vecino se come a otro y ¡fin de la historia! (para el que resultó comido). Bueno, no siempre sale así, pero el predador se beneficia con la obtención de nutrientes, mientras que la presa se ve seriamente perjudicada perdiendo la vida o una parte de su organismo.

Además de la depredación verdadera “en sentido estricto” (cuando un individuo se come a otro), aquí encontramos al herbivorismo, al parasitoidismo y al parasitismo. En el herbivorismo o herbívora una especie come plantas, y puede comerse toda la planta (quien no se ha cenado una lechuga entera) o partes de ella. Se dice que la herbívora es la causante de la mayor parte de toda la diversidad biológica que conocemos, ya que hay dos grupos involucrados en ese asunto que son los más abundantes en la naturaleza: las plantas y los insectos.

Hasta ahora no se conoce una especie de planta que no sea consumida en alguna medida por un herbívoro. Por ello las plantas se encuentran constantemente bajo una presión de selección, por la cual ha habido un gran despliegue de características defensivas como las espinas, hojas gordas o muy duras, cubiertas de pelo, ceras y escamas y compuestos tóxicos, que si bien estaban ahí por razones fisiológicas o con otras funciones, los individuos que las poseían pudieron sobrevivir y pasarlas a las siguientes generaciones como defensas anti herbívoros.

Los herbívoros respectivamente son sometidos a la presión que representa consumir estos individuos con hojas más duras, de sabor más desagradable o indigestas. Por lo que sólo los que cuentan con mandíbulas fuertes o que logran metabolizar el exceso de fibra o toxinas, tienen hijos, heredando estás características ventajosas. Lo anterior es un ejemplo muy simplista, en la naturaleza la cosa es totalmente más compleja, pero estaremos de acuerdo que es una “guerra armamentista” de plantas contra insectos.

Todos conocemos de las interacciones parasitarias, donde un organismo vive a expensas de otro y se alimenta de una sola presa o en ocasiones de unas cuantas. Aquí el que se beneficia se le llama parásito y el perjudicado hospedero (víctima). La víctima no muere, se debilita y pierde vigor, aunque a veces a los parásitos se les pasa la mano, en ese caso ambos mueren.

Por otra parte el parasitoidismo es más desconocido y consiste en una interacción donde el que se beneficia normalmente es un adulto de vida libre, pero su etapa de larva vive a expensas de otro organismo que muere por la infección. Hay varias avispas que suelen poner sus huevos en grandes mamíferos como los humanos y son una verdadera molestia.

Otro grupo de interacciones son los comensalismos, y en este caso un individuo se beneficia mientras el otro a veces ni se da por enterado. La palabra “comensal” proviene del latín: com mensa que significa “compartiendo la mesa”. Aquí encontramos a la foresis, que es la utilización de un segundo ser vivo como medio de transporte; el inquilinismo cuando un individuo se hospeda dentro de otro; la tanotocresia o metabiosis, cuando uno se hospeda en otro que murió; el epifitismo, cuando te hospedas sobre otro; el nodrisimo cuando te proteges bajo otro (bajo su sombra por ejemplo); saprófaguismo cuando te alimentas de tejido muerto o sustancias de desecho de otros organismos (y aquí hay muchas variantes que seguramente puedes identificar).

También se da el caso de relaciones negativas para uno de los interactuantes y neutras para el otro, estas reciben el nombre de amensalismos o antagonismos. Los casos más notables se originan por la producción de sustancias tóxicas o la creación de condiciones intolerables para otros. Por ejemplo, habrás notado que hay plantas que no dejan crecer a otras a su alrededor, conformando densas poblaciones de su misma especie. Estas interactúan mediante la alelopatía, generando sustancias repelentes o dañinas para otras plantas.

A veces los amensalismos se dan porque un individuo crece tanto que limita el acceso a los recursos a los demás, por ejemplo cuando un árbol crece denso y fuerte, y no permite el paso de luz. Entonces los individuos, incluso sus propias semillas no podrán crecer fácilmente bajo su copa.

Por último existe la competencia, un grupo de interacciones donde dos o más individuos tienen una necesidad común de un recurso limitado. Compartir recursos limitados entre grupos con altas densidades puede ser muy complicado. La competencia se da dentro de la misma especie y con otras especies, a veces al mismo tiempo. Por ejemplo cuando varias especies de carnívoros compiten por las mismas presas o cuando las raíces de varios individuos de tu planta favorita, compiten por espacio en la misma maceta. Como resultado una población puede desplazar a otra, o lograr la coexistencia manteniendo ambas poblaciones en equilibrio.

Para ver más de cerca las interacciones ecológicas te invitamos a conocer un ejemplo con las hormigas león. Así también sabremos por qué reciben este nombre ¿Son hormigas o leones diminutos? El próximo martes 22 de septiembre en https://tardesdeciencia.my.webex.com/meet/sabadosenlaciencia o directamente en Facebook Live en @SabadosenlaCienciaXal a la charla “Conflictos vecinales: una historia con hormigas león”.

Donde Juan José Morales Trejo nos dará a conocer cómo los recursos generan conflictos entre individuos de una misma población. En este caso el recurso es un lugar para vivir y la población es un grupo de hormigas león. Juan nos dice que “si alguna vez viste problemas en un vecindario, espera a conocer cómo se lían las hormigas león”, además conoceremos una versión de la frase «echarse tierra» (normalmente usada para referirse a alguien que habla mal de otra persona) que las hormigas león llevan a otro nivel.

En palabras de Juan “Las hormigas león son fascinantes, pero estos animales te sorprenderán porque son ni una cosa ni la otra ¿Quieres conocerlas?” Entonces ¡te esperamos!

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Gladis Yañez y Rodrigo López
De Sábados en la Ciencia
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