💡 #InformaciónConCiencia Depresión: la otra pandemia
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Sábados En La Ciencia #OlivaNoticias #MultimediosPublicado por Oliva Noticias en Miércoles, 17 de junio de 2020
La depresión es una enfermedad que se padece en todo el planeta, se caracteriza por sentimientos de tristeza sostenida, poca energía, trastornos del sueño, ansiedad y sentimientos de inutilidad. Es incapacitante y potencialmente mortal, con el suicidio como resultado final.
El riesgo de padecer depresión varía según el sexo, la edad, los ingresos y la educación. Su incidencia y prevalencia muestran diferentes patrones y tendencias dependiendo del país. Frecuentemente se encuentra asociada con otros padecimientos como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares.
Lo que origina o causa la depresión en una persona es complejo, en parte desconocido y normalmente son situaciones diversas en las que se incluyen características genéticas, sociales y ambientales. Aspectos como la privación social en etapas primarias del desarrollo, entornos sociales pobres, inestabilidad económica y el desempleo, aumentan el riesgo de depresión.
Se sabe que se asocia a nivel del sistema nervioso con una baja actividad del cerebro en la corteza prefrontal, junto con una reacción por encima de lo normal de la amígdala, un sitio del cerebro donde se responde a la amenaza, se genera la emoción negativa y la ansiedad. El ambiente tiene la capacidad de alterar estos sitios y pueden inducir depresión o síntomas depresivos. El estrés crónico también está relacionado con la depresión y otros trastornos conductuales.
Las condiciones ambientales que más se han relacionado con la depresión son: a) la contaminación del aire; b) sustancias tóxicas; h) exposición a metales pesados; c) los entornos físicos; d) los desastres naturales y, recientemente, e) el cambio climático.
Los contaminantes en el aire entran al cuerpo principalmente por inhalación, pero algunos también pueden ingresar a través de la piel. Las partículas más pequeñas llegan a la circulación y pueden pasar al cerebro directamente. Los efectos en el organismo varían entre personas y dependen del tiempo de exposición.
La exposición prenatal por ejemplo, se ha asociado con reducciones en el volumen de la sustancia blanca del cerebro, deficiencias cognitivas y aumentos en los síntomas del trastorno por déficit de atención con hiperactividad, entre otros problemas en el desarrollo. En niños y adolescentes, se ha asociado con inflamación del cerebro y los nervios, en niveles más altos o prolongados con condiciones parecidas a las observadas en las primeras etapas de las enfermedades de Alzheimer y Parkinson.
La contaminación del aire puede influir en la plasticidad neural, con implicaciones para la cognición, la memoria y diversos resultados conductuales. Se asocia constantemente con enfermedades cardiovasculares, diabetes, asma, la alteración cognitiva, la enfermedad de Alzhéimer y la depresión. La deficiencia sostenida de oxígeno de zonas altamente contaminadas se ha asociado a mayores tasas suicidio.
El ruido es un factor estresante común en entornos urbanos. La activación por ruido del nervio acústico puede alterar las estructuras cerebrales involucradas en la depresión. El ruido provoca molestias u otras emociones negativa y estrés. La molestia más comúnmente relacionada es la alteración del sueño, que también está relacionado con la depresión.
Los campos electromagnéticos creados por el hombre que se emiten, por ejemplo, desde tomas de corriente, redes Wi-Fi y teléfonos móviles, también se han relacionado con mayor incidencia de depresión. Todo indica que inducen estrés oxidativo, efectos neuropsiquiátricos y cambios endocrinos. Pero hay pocos estudios en este campo. La preocupación aumenta debido al rápido crecimiento del uso de teléfonos móviles y redes Wi-Fi ampliamente distribuidas.
Entre las sustancias tóxicas más abundantes a las que estamos expuestos se encuentra el bisfenol A (BPA) y los ftalatos. Ambos se usan para fabricar plásticos. Mientras que la relación del entre el BPA y los síntomas depresivos es más común en niños, los ftalatos están más relacionados con los síntomas depresivos en adultos y adultos mayores.
Por otra parte, los pesticidas, como los organofosforados, el glifosato y el cianuro, que comúnmente se usan para la protección de cultivos, la conservación de alimento, y la prevención de algunas enfermedades transmitidas por vectores. Al ser tóxicos por diseño pueden dañarnos. Los niños son particularmente vulnerables a la exposición, prenatal y tempranamente cuando los sistemas de órganos, incluido el cerebro, están en desarrollo.
La exposición a metales pesados puede ocurrir, por ejemplo, a través de la dieta, el tráfico y las emisiones industriales, incluido el polvo en áreas industriales y urbanas. Pueden inducir efectos neurotóxicos y también pueden aumentar el riesgo de trastornos del desarrollo neurológico y depresión. Los metales pesados más tóxicos son el cadmio, plomo y mercurio.
La urbanización es uno de los cambios más notables que le ha sucedido a la humanidad respecto a su experiencia ambiental. Actualmente, el 55% de la población mundial está urbanizada, y para 2050 es probable que aproximadamente el 70% viva en zonas urbanas.
La vida urbana conlleva muchos beneficios para la salud: los habitantes de la ciudad, en promedio, son más ricos y tienen acceso a servicios mejorados de saneamiento, nutrición y atención médica. Al mismo tiempo, la vida urbana se asocia con un entorno más exigente y estresante, con mayores divisiones espaciales y disparidades sociales. Las ciudades nos exponen en mayor medida a la contaminación del aire y al ruido, lo que puede contribuir a un mayor riesgo de depresión.
Podrías pensar, que al haber mayor acceso a la atención médica en áreas urbanas es más fácil contar a las personas deprimidas o en áreas rurales no se diagnostican formalmente. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones han separado estos factores y sus resultados no son atribuibles a la causalidad inversa o la utilización del servicio de diagnóstico.
Los últimos dos factores relacionados con la depresión son los desastres naturales y el cambio climático. Los desastres naturales más comúnmente estudiados en relación con la depresión son los terremotos y huracanes, seguidos de tsunamis, inundaciones y sequías. La depresión y las crecientes tasas de suicidio pueden ser una secuela a largo plazo después de estos fenómenos.
Los efectos sobre la salud mental estan mediados por factores como las respuestas al estrés agudo y secundario (incluido el estrés postraumático), las pérdidas socioeconómicas, el trauma psicológico y las lesiones físicas. Un fenómeno específico, la solastalgia, aumenta el riesgo de depresión. Este término se define como la angustia producida por el cambio a un entorno hogareño con el que las personas están estrechamente conectadas, una forma de angustia emocional o existencial causada por el cambio ambiental. Se describe mejor como la experiencia vivida del cambio ambiental percibido negativamente.
Mientras los desastres naturales son tangibles, el cambio climático no lo es. El riesgo potencialmente mayor de depresión por el cambio climático ha sido menos explorado que muchos de los impactos en la salud física, como el golpe de calor y la hambruna. Los efectos indirectos del cambio climático se manifiestan en inseguridad alimentaria, exacerbación de la pobreza o el estado de ánimo alterado debido a los efectos sobre la salud física del cambio climático.
La solastalgia, la violencia, las migraciones forzadas inducidas por el cambio climático, también pueden exponer a las personas al estrés y, por lo tanto, aumentar el riesgo de depresión, pero los efectos a largo plazo son poco conocidos. Existe poca literatura sobre la asociación entre el cambio climático y la depresión, incluida una vulnerabilidad potencialmente mayor entre los ancianos, los niños y las personas con desventajas socioeconómicas. Varios estudios indican que existe una asociación entre el cambio climático, el aumento del calor y el suicidio, más fuerte que la relación con el desempleo.
Parece que estamos rodeados por depresores, pero existe una isla de esperanza. Los entornos naturales. Aquellos sitios donde la naturaleza prevalece sobre las superficies construidas se han relacionado negativamente con la depresión y a menudo se han referido como promotores de comportamientos saludables, como el alivio del estrés, aumento de la actividad física y de las interacciones sociales, todo relacionado con un mejor estado de ánimo y un menor riesgo de depresión.
La exposición a la naturaleza se ha relacionado con menos rumia (pensamientos negativos repetitivos sobre nuestros problemas) un síntoma común en la depresión, mayor fluidez perceptiva (la facilidad con la que se procesa un estímulo en el cerebro). Los patrones fractales en lo que observamos (que tienen una alta repetición interna de información visual) que se muestran en la naturaleza alivian el estrés, en comparación con patrones no naturales, menos aleatorios o no fractales que predominan en áreas urbanas.
Otra oportunidad de prevenir y mejorar los síntomas depresivos se experimenta a través de la exposición directa a microorganismos biodiversos, lo que puede lograrse en contacto con espacios naturales, pasatiempos como la jardinería o diversificando la alimentación. Esta exposición microbiana contribuye a la diversidad de la microbiota intestinal, que luego influye en el desarrollo y la función del cerebro a través del eje intestino-cerebro.
Es importante considerar que hacen falta mayores estudios al respecto, y que si bien existe una asociación positiva entre la exposición a la naturaleza y el estado de ánimo positivo, los resultados no son concluyentes para la depresión diagnosticada. En ese caso es mejor contar con el apoyo de un especialista y seguir el tratamiento indicado, si es que lo hay.
La depresión es una enfermedad pandémica, seria, silenciosa y potencialmente mortal. El estado saludable no se trata de estar siempre felices, muchos estados depresivos se ocultan detrás de actitudes exageradamente positivas, se trata de mantener un reconocimiento justo de lo que nos pasa y disfrutar de nuestras vidas.
Si estás pasando por un estado depresivo pide apoyo, pero sí pedir ayuda se te hace imposible, piensa que hay muchas personas como tú, ya que como hemos revisado hemos estado expuestos a muchos factores que pueden provocar depresión. Nada está mal contigo, intenta salir adelante y exponte a una mayor cantidad de estímulos benéficos: ve a sitios con naturaleza, iníciate en el cuidado de las plantas, busca patrones fractales, come más saludable.
Si no es tu caso pero cuidas o conoces a una persona que podría tener depresión, tienes una opción más para ayudarle, pero necesitarás paciencia, tolerancia y empatía. Recuerda que los ambientes depresivos se comparten y tú también puedes estar en riesgo, cambia lo que puedas cambiar, si estas leyendo esto, estás a tiempo.
Informando con ciencia para Oliva Noticias Multimedios
Gladis Yañez y Rodrigo López de Sábados en la Ciencia