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Nota: La maternidad y algunas de sus dificultades

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Publicado por Oliva Noticias en Miércoles, 6 de mayo de 2020

La maternidad es una característica distintiva de la vida de muchas hembras adultas, principalmente entre los mamíferos, a los que pertenecemos los seres humanos. Si bien, no existe un modelo para la maternidad, si se han encontrado similitudes entre cómo cuidan y protegen a sus crías las madres humanas y no humanas.

Aunque en muchos otros animales, tanto vertebrados como invertebrados, se muestran formas de comportamiento materno, en los mamíferos la maternidad es más rica en su complejidad conductual y duración. Una muestra de ello es la lactancia.

Las madres de mamíferos deben asegurarse de que las crías estén protegidas de los fenómenos naturales, de los depredadores y  congéneres amenazantes,  así como mantenerlas calientes.

La calidad del comportamiento está influida por lo que vivió la madre en su propia infancia, la edad materna, la experiencia posparto, el número de hijos previos, el estrés contextual, la nutrición, y características estimulantes de los bebés. Adicionalmente, en nosotros también influye fuertemente la cultura y el idioma.

La rata de laboratorio es el mamífero mejor estudiado para el análisis de la maternidad, pero también se han realizado estudios en otros roedores (ratones, hámsters, jerbos),  conejos, cerdos, ovejas, cabras y primates no humanos (titíes, monos rhesus, gorilas) entro otros animales.

La mayoría de los comportamientos de cuidados maternos se observan inmediatamente la madre da a luz. En animales de laboratorio, la maternidad parece estar completamente formada tan pronto como las crías salen del canal de parto, incluso en hembras sin experiencia previa. A medida que una madre gana experiencia a través de los nacimientos sucesivos, sus comportamientos ganan mayor calidad.

En muchas especies el comportamiento social de la hembra puede cambiar radicalmente cuando se convierte en madre. Por ejemplo, las ovejas o cabras, tienden a aislarse voluntariamente de su grupo. Esto contrasta con el comportamiento de las hembras que no son madres, las cuales dan muestra de agitación y estrés cuando se les aísla del grupo. Se piensa que el aislamiento de la madre y la cría en los ungulados es un paso importante en la formación del vínculo madre-hijo.

A pesar de las grandes diferencias en los detalles del cuidado materno entre las mujeres, como el tiempo diario que las madres pasan con sus bebés, el tipo de transporte que usan (fular, carriolas, canguros, chal), que duerman con ellos o no, lactancia exclusiva o biberón, las funciones que las madres cumplen son universales.

En todas las culturas, las madres deben asegurarse de que se satisfagan las necesidades básicas de los recién nacidos: que los pequeños coman, duerman y estén protegidos del ambiente y otros peligros.

Por lo tanto, independientemente de los comportamientos específicos, las  madres deben estar motivadas para comprometerse con su bebé: prestar atención (por lo menos mínima) al bebé y responder a sus señales de necesidad de manera oportuna; proporcionar estimulación y entrenamiento su desarrollo motor, perceptual y cognitivo; mostrar sensibilidad para que el bebé participe socialmente y aprenda a regular sus emociones según sea apropiado para la cultura a la que pertenezcan. En otras palabras, promover el desarrollo saludable de su bebé.

El énfasis relativo que se le da a cada una de estas funciones, y la forma de los comportamientos de los que haga uso, varía entre las culturas y dentro de ellas. Dependerán de si la cultura enfatiza la adquisición pronta de independencia, individualidad y autonomía (como en culturas occidentales urbanas) o la colectividad, la relación e interdependencia (como en culturas asiáticas, africanas y rurales).

La maternidad también depende de qué más debe hacer la madre, si está sola o tiene pareja, cuántos hijos tiene que atender, cuáles son sus otros roles sociales y económicos, si ella y su familia vive en un entorno social que involucra a muchos familiares y amigos o uno aislado y socialmente restringido.

Entre los factores que más afectan la maternidad humana se encuentran la ansiedad y la depresión. Los bebés requieren madres disponibles afectivamente. En consecuencia, el bienestar psicológico materno tiene un gran impacto en la maternidad humana temprana.

Para muchas mujeres, la primera semana del posparto es una experiencia emocionante y positiva, que se relaciona con la adquisición de la conciencia sobre su nuevo papel y el proceso de “enamorarse” de su bebé.

Este torrente emocional provoca que el diagnóstico del trastorno de ansiedad generalizada sea hasta dos veces mayor en mujeres embarazadas o en posparto en comparación con la población general (4–8% frente a 3–4%).  Lo que es una gran dificultad, las madres con ansiedad muestran menos calidez, más desconexión, son más críticas con sus bebés y son propensas pensar de manera catastrofista. Lo que tiene consecuencias perjudiciales para el desarrollo cognitivo y socioemocional infantil.

Claro está, que no todas las mujeres enfrentan la ansiedad en el embarazo y posparto de la misma forma. Hay una gran cantidad de variables individuales, sociales y contextuales: un historial de ansiedad, estado socioeconómico, apoyo social, fatiga, ejercicio físico, y las diferencias individuales en el perfil genético y fisiológico de cada mujer. Lo que sucedió en la infancia de las mujeres y el temperamento de sus bebés, también modulan la ansiedad posparto.

Además de la ansiedad, un número considerable de mujeres experimentan síntomas depresivos después del parto.

La “depresión posparto” es un padecimiento común, afortunadamente en la mayoría de las mujeres es transitoria, en casi el 85% de las mujeres que la llegan a padecer dura menos de 2 a 3  semanas después del parto. La depresión posparto se asemeja a otros tipos de depresión mayor que ocurren fuera del período de posparto.

Para su aparición influyen los antecedentes de depresión, la presencia de cólico infantil, factores estacionales, mala calidad en el sueño, estado socioeconómico vulnerable, falta de apoyo social, eventos estresantes de la vida reciente, conflictos con la pareja y adversidad en la primera infancia.

Se han realizado muchos estudios sobre sus efectos en el comportamiento materno humano. Estos estudios muestran que las madres con depresión posparto tienden a ser más intrusivas (que no permiten al niño hacer cosas por sí mismo) e irritadas, y responden con menos sensibilidad y contingencia a sus bebés.

Las madres deprimidas son más propensas a responder negativamente a sus bebés y a no comunicarse con ellos. Durante la depresión posparto, madre e hijo exhiben una atención mutua reducida, menor comunicación vocal y visual, y menor intercambio de sonrisas.

Como vemos ser madre es un asunto complicado. Humanas o no, las madres tienen un papel importantísimo en la naturaleza: proteger y cuidar a las crías, y con ello continuar el ciclo vital de su especie. En los mamíferos, las madres son las principales cuidadoras y proporcionan a su prole, pistas sobre la mejor forma de desarrollarse e incluso de ser madres a su debido tiempo.

La evidencia es clara y muestra que los eventos adversos de la maternidad pueden tener efectos a largo plazo en las crías. En humanos, la negligencia y el abuso en la infancia aumentan el riesgo de depresión y ansiedad y conducen a trastornos metabólicos. Además, reproduce eventos en bucle que son nefastos para la sociedad.

Por ello no debemos dedicar sólo un día para reconocer esta importante función, sino ser solidarios y empáticos con ellas todos los días.

Informando con Ciencia para Oliva Noticias Multimedios

Gladis Yañez y Rodrigo López de Sábados en la Ciencia

 

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