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Sábados En La Ciencia #OlivaNoticias #MultimediosPublicado por Oliva Noticias en Miércoles, 19 de febrero de 2020
Nadie sabe con certeza cómo o por qué comenzó la vida en la Tierra. Sucedió hace al menos 3,800 millones (3 800 000 000) de años, cuando nuestro planeta era joven, recién se había enfriado y ya contaba con una corteza rocosa. Quizás comenzó en una piscina de rocas o en el océano, o pudo haber llegado del espacio montada en cometas y asteroides.
Hasta donde sabemos, la Tierra es el único lugar donde se encuentra. Donde quiera que miremos hay bacterias y otras formas de vida compartiendo este giratorio hogar. Mientras haya agua disponible, la vida podrá afianzarse. Dependemos de ella para subsistir, todas nuestras actividades se relacionan particularmente con el agua dulce.
El agua dulce, aunque abundante, es limitada y la demanda mundial crece con el aumento de la población. Al mismo tiempo, el cambio climático y la degradación ambiental están alterando la calidad y disponibilidad regional y estacional. La competencia resultante por el uso del agua puede generar conflictos y, a veces, violencia. Aunque, rara vez es la falta de agua lo que alimenta un conflicto, sino su inadecuadas gobernanza y gestión. Los conflictos que aumentarán conforme las regiones con disposición al agua segura disminuyan.
Puedes ver los principales conflictos por el agua en este vínculo http://www.worldwater.org/conflict/map/
La falta de agua segura es uno de los mayores problemas ambientales y de salud del mundo, particularmente para los más pobres. Es uno de los principales factores de riesgo de enfermedades infecciosas como el cólera, la diarrea, disentería, hepatitis A, fiebre tifoidea y la poliomielitis. Exacerba la desnutrición y, en particular, el retraso del crecimiento infantil. Provocando 1.2 millones de muertes prematuras cada año, tres veces el número de homicidios.
Cerca del 30% del mundo no tiene acceso a agua potable, la mayor parte de estas personas viven en hogares rurales de países pobres. En nuestro país, las entidades del sur-sureste (Campeche, Chiapas, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán) reciben casi la mitad del agua de lluvia (49.6%) y paradójicamente sus habitantes son los de menor acceso al agua segura.
Nuestro territorio recibe alrededor de 1,489 mil millones de metros cúbicos al año de agua en forma de precipitación, el 67% de este volumen cae en la temporada de lluviosa (entre junio y septiembre), sobre todo en la región sur-sureste. De este total, el 73% se evapotranspira y regresa a la atmósfera, el 22% escurre por los ríos o arroyos y el 6% se infiltra al subsuelo de forma natural, recargando los acuíferos.
Además, debido a los tratados internacionales con nuestros países vecinos, México se queda con menos de una tercera parte 471.5 mil millones de metros cúbicos de agua dulce y está considerado como un país con baja disponibilidad de agua. Esto cambiará a peor en el futuro próximo, ya que nuestro país mantiene su crecimiento poblacional constante.
Lo anterior sumado al crecimiento poblacional, el consumo de agua per cápita del mexicano ha aumentado. Mientras que en 1955 era cercano a los 40 litros al día, actualmente consumimos cerca de 370 litros por persona diariamente. El principal uso que se le da es en las actividades agropecuarias, donde se va el 68.23%, seguido del uso público con el 14.52%, y el industrial con 7.41%, quedando el 8.5% para otros usos. Dentro del uso público se encuentra el doméstico, al que le corresponde el 10% del agua dulce.
El mayor desperdicio es en el sector agropecuario (agricultura y ganadería), con una lamentable cantidad cercana al 57% de la que se ocupa. En las ciudades también se pierde, pero obviamente la cantidad es mucho menor. Estas problemáticas sumadas a que la contaminación del agua en nuestro país es activa y las instituciones creadas para su protección son ineficientes, se estima que al año 2030 viviremos en condición de escasez.
En México existen 653 acuíferos, de los cuales 105 están sobreexplotados, 50 con problemas de salinidad lo que los hace inutilizables. Además, compartimos ocho cuencas con los países vecinos: tres con los Estados Unidos de América (Bravo, Colorado y Tijuana), cuatro con Guatemala (Grijalva-Usumacinta, Suchiate, Coatán y Candelaria) y una con Belice y Guatemala (Río Hondo).
Esto último implica que el agua de estos ríos se encuentre compartida y regulada para su aprovechamiento. En el caso de las cuencas del sur y sureste, debido a la abundancia de agua en la región se han generado pocos conflictos. Caso contrario en la zona norte, que al ser una zona desértica y semi desértica, el agua adquiere otro valor.
Es por ello por lo que para su uso compartido y mantener la paz entre las dos naciones se firmó el Tratado sobre Distribución de las Aguas Internacionales (de 1944). Lo que sucedió después de varios intentos previos por ponernos de acuerdo: Tratado de Guadalupe-Hidalgo (1848), Tratado de la Mesilla (1853), Convención del 29 de julio (1882), Convención del 12 de noviembre (1884), Convención del 01 de marzo (1889) y la Convención del 21 de mayo (1906).
Si bien, el tratado de aguas internacionales de 1944 logró un ambiente de paz por un lago periodo, los conflictos surgieron nuevamente. Por lo que se derivó en nuevos acuerdos como la Convención del Chamizal (1963) la cual resolvió el problema por casi 100 años, el Tratado de límites de 1970 y las posteriores Actas de la Comisión. Más de 300 Actas para la solución de problemas conjuntos de límites y aguas internacionales. Sin embargo, en una región donde el agua es escasa y las actividades eminentemente agropecuarias, es probable que los conflictos no cesen.
Tenemos la noción de México como un país con abundantes recursos naturales, principalmente con abundante agua. Tanto, que no nos damos cuenta de que estos van disminuyendo mientras que la población y sus hábitos de consumo crecen a un nivel que ya no alcanzan para todos.
Hagamos conciencia, exijamos políticas públicas que prevengan los conflictos y cambiemos la manera en la que vemos y usamos los recursos, por ejemplo, el agua. En esta nota hablamos desde una perspectiva totalmente humana, pero el agua que cae en nuestro territorio no sólo es para nosotros, también la compartimos con los ecosistemas que nos dan bienestar. Si no dejamos algo para ellos, reducimos en gran medida la posibilidad de un futuro mejor para todos.
Informando con Ciencia para Oliva Noticias Multimedios.
Gladis Yañez y Rodrigo López
Sábados en la Ciencia