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El presidente herreda Foto: Archivo Dagoberto Guillaumin. Archivo de Candileja |
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Esa solidez se confi rmó con la fundación del Teatro
de Cámara (ubicado en Clavijero 26), primer espacio
teatral de la Universidad en ésta su ciudad sede,
y el único durante muchos años.
La creación de aquella primera Escuela de Teatro
de la Universidad Veracruzana, antecedente de la
actual Facultad, fue otro fruto de gran importancia.
Por primera vez en nuestro país una universidad (y una “de provincia”) se proponía un plan de estudios formal
para la preparación de los trabajadores del teatro.
Director fundador del Grupo de Teatro Profesional
de la Universidad Veracruzana, director fundador
de la Escuela de Teatro de la Universidad Veracruzana,
delegado del INBA en la zona Oriente (Puebla,
Tlaxcala y Veracruz) del 54 al 57, dos veces director
de la Escuela de Arte Teatral del INBA (en la primera,
fundador de la Revista de la Escuela de Arte Teatral, que
alcanzó seis números), director invitado de la Commédie
de Saint-Étienne, director de la Facultad de Teatro
de la Universidad Veracruzana, fundador y director
hasta el fi nal (a lo largo de 12 años) del grupo Teatro
Ambulante de la Secretaría de Educación de Veracruz;
estrenó, entre otras (hablo de lo que acostumbramos
llamar “estrenos mundiales”): Silencio, pollos
pelones… y Acapulco, los lunes y por supuesto Yo también
hablo de la rosa… de Carballido, Escándalo en Puerto Santo de Luisa Josefina Hernández, Yanga de Othón Arróniz;
colaborador de las revistas Política y Mañana, de la
primera época de La Palabra y el Hombre (de cuyo consejo
editorial formó parte durante mucho tiempo) y,
por supuesto, de Tramoya; autor de la sección de Teatro
del libro Expresión artística y del Curso breve de teatro publicado
por la Secretaría de Educación de Veracruz.
Prueba de su tesón, de su entrega, de su pasión
y de su generosidad no es la medalla Rafael Ramírez
por 30 años de labor docente recibida en 1983, ni los “Homenajes-en-acción” que significaron las puestas en
escena de Felicidad en 1983 (y que mereció un premio de la crítica especializada) o de Las manchas de la luna en 2001 (ambas de Carballido y ambas presentes en
sendas Muestras Nacionales de Teatro, una en Monterrey
y la otra en Guadalajara), ni el homenaje que se le
rindiera en vida al cumplir 50 años de actividad teatral
por parte del Gobierno del Estado y la Secretaría de
Educación de Veracruz, la Universidad Veracruzana y
la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA en 1998,
o el que se le rindiera el año pasado (2006) en la celebración
del Día Mundial del Teatro; lo es el testimonio
de reconocimiento y gratitud presente en quienes fueron
sus alumnos y aquellos a quienes distinguió con su
amistad, así como también de los miles de estudiantes
de enseñanza media del estado que tuvieron su primer
acercamiento con el teatro gracias a la labor emprendida
hace doce años por el grupo Teatro Ambulante
que ha recorrido todo nuestro territorio.
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Felicidad Foto: Archivo Dagoberto Guillaumin. |
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Felicidad
Foto: Archivo Dagoberto Guillaumin. |
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Tengo un recuerdo y un reconocimiento muy personales:
uno de los puntos más interesantes y satisfactorios
de mi carrera como actor lo debo precisamente
a la dupla Dagoberto Guillaumin-Emilio Carballido.
Dagoberto me invitó a participar en la puesta en escena
de El álbum de María Ignacia. Durante las primeras
lecturas me pidió que me ocupara de un personaje y
luego de otro. Conforme avanzábamos en el trabajo,
sin haber dicho una sola palabra previamente, me
pidió que hiciera un personaje en una escena, luego
otro personaje en otra, más adelante otro más, y así
me encontré, de pronto, haciendo cinco papeles diferentes
(y sólo uno de ellos “menor”) que me obligaban
a cambios de vestuario y maquillaje a cada paso. Un tour de force.
El Hamlet de Shakespeare en Xalitic dirigido por
Montero, Panorama desde el puente de Miller o El relojero
de Córdoba, también dirigidos por Montero, la Mariana
Pineda de Lorca dirigida por Montoro, Los bajos fondos de Gorky dirigida por Julio Castillo, Rashomon de
Akutagawa o Atlántida de Villegas dirigidas por Marta
Luna, Máscara vs. Cabellera de Víctor Hugo Rascón dirigida
por Pineda, la Bernarda Alba de Lorca dirigida
por Germán Castillo, o La visita de la vieja dama de Dürrenmatt
dirigida por Alberto Lomnitz, por mencionar
sólo unas pocas, se explican y encuentran su raíz
en el antecedente de Todos eran mis hijos de Miller, S.F.Z.
33 Escuela de Díaz y Montero, El presidente hereda de
Viola, A ocho columnas de Novo o Felicidad y La danza que
sueña la tortuga de Carballido.
Por ello, y por todo lo que queda aún por recordar
y mencionar, sólo podemos decir, una vez más, “Gracias, Dago”.
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