Universidad Veracruzana

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Benito Taibo: México (sí) Lee

Presentación de Premio al Fomento de la Lectura México Lee 2013

No me canso de repetirlo, leer es un acto de resistencia frente a la banalidad y violencia que signan nuestros tiempos.

Un acicate para la imaginación. La tabla que nos mantendrá a flote en el naufragio. Bálsamo para curar las heridas y veneno para exterminar la cotidianeidad y el tedio.

He dedicado parte importante de mi vida a promover la lectura, tercamente. Porque , como muchos, que es uno de los actos más liberadores que existen y que en él se encierra la herramienta fundamental para transformar a la sociedad y a las personas.

Un libro no puede cambiar al mundo instantáneamente, cierto. Pero cierto también es que puede cambiar al hombre, la mujer, al niño, que a la larga puede cambiar al mundo, o por lo menos su mundo; ese espacio infinito que hay dentro de la cabeza y que te lleva a acometer las más insólitas proezas, realizar los viajes más extraordinarios y vivir los más apasionados romances.

Estoy convencido de que se lee en nuestro país, mucho más de lo que se desprende de la encuesta. Decenas de eventos alrededor del libro y la lectura que se desarrollan de manera cotidiana me brindan la suficiente confianza para afirmarlo categóricamente; ferias del libro, presentaciones, círculos de lectura, bibliotecas circulantes, cientos de salas de lectura que operan voluntaria y tenazmente en todo el país y de las que fui testigo privilegiado de su nacimiento y puesta en marcha.

Comparezco hoy en estas páginas para declarar que México Lee, y que lo hace con una voluntad arrebatada y singular, guiado por un montón de promotores voluntarios que saben que el esfuerzo nunca será en vano.

Hace muy poco tiempo, en un vagón de metro atestado, a la hora pico, en medio del gentío, vi a una jovencita atrincherada en una esquina, embebida en las páginas de un libro. Ajena a lo que a su alrededor sucedía, capturada por un torrente de palabras, sonreía. Esa anónima muchacha representa lo mejor de nosotros mismos, y desde que la observé, se ha convertido en mi muy personal monumento al lector.

Estoy convencido de que ni siquiera la más violenta de las crisis económicas impedirá que los lectores sigan leyendo, y que nuevos lectores aparezcan, convocados por el llamado urgente de la imaginación. Hoy el internet, contra toda primera presunción apocalíptica de aquellos que decían que sólo lograría alejar a la gente del libro, está haciendo lo contrario.

Cientos de libros gratuitos para “bajar” se encuentran disponibles en la red. Nunca será lo mismo, es cierto, pero se puede sortear la tempestad de muchas maneras. Los tiempos difíciles producen lectores más pobres, pero más imaginativos. Quiero decir que el libro, como objeto cultural, no desaparecerá nunca. Podrá cambiar, eso sí, su plataforma o el lugar desde donde se lea, pero permanecerá. En una apasionante conversación entre Umberto Eco y Jean Claude-Carrière, comparan al libro con la cuchara o la rueda, con enorme buen tino. Dicen que los tres son instrumentos perfectos; que se les pueden hacer añadidos, mejoras mínimas, adornos, pero con su virtud intrínseca de instrumentos perfectos están destinados a la supervivencia. Será porque las cosas perfectas son para siempre.

Cuando llegue, porque vendrá, tarde o temprano, el tan sonado “apagón tecnológico”, y no contemos con la energía necesaria para hacer funcionar nuestras tabletas, nuestras computadoras, nuestros ascensores o teléfonos, el libro en papel estará allí, como está hoy, para demostrarnos que a pesar de todo, seguimos siendo humanos. La Biblia impresa por Gutenberg y lo que de ella se desprendió, como una cascada de maravillas, será el recordatorio de nuestro brillante paso por la tierra. Quiero conservar pues, y como decía el filósofo alemán Rudolf Steiner, gracias a los libros, la sensación de que “el reino vive en mí”.

Hoy existe el “bookcrossing”, las liberaciones de libros en lugares públicos, las salas de lectura comunitarias, las bibliotecas virtuales, el préstamo sencillo y directo entre amigos. Un libro guardado en una biblioteca personal, como mero objeto de presunción social, o casi fetichista, pierde su valor intrínseco y su valor de uso.

Hay un sistema infalible para promover la lectura, que consiste en facilitar el encuentro entre el libro y el posible lector, pero que ha sido hasta ahora la más difícil y complicada de todas las tareas a las que nos enfrentamos. Y las respuestas a estas y otras interrogantes se encuentran en la propia comunidad. Un círculo de lectura creado a partir de la donación de un solo libro es posible, las bibliotecas vecinales son posibles, el préstamo inmediato de un libro sin burocracias de por medio es posible. Tenemos al más receptivo de los públicos alrededor, la más noble de las tareas por delante y miles de libros buscando lectores. Lo que hay que cambiar son ciertas percepciones; evitar a toda costa que las bibliotecas sean consideradas como “lugares de castigo”, impedir que el libro sea visto como una herramienta exclusiva para “aprender”, esa pomposa palabra que ahuyenta al lector y cambiarla tal vez por “entender”, porque en el libro se entiende, a otros, a uno mismo, al mundo que nos rodea.

Vayan pues estas historias que en mucho ayudarán a seguir formando lectores, y demostrando que México (sí) Lee, aunque algunos piensen lo contrario.

Tomado de:http://programanacionalsalasdelectura.conaculta.gob.mx/

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Fecha: 21 octubre, 2021 Responsable: Lectores y Lecturas – Programa Universitario Contacto: mirimorales@uv.mx