Xalapa. Ver. a 14 de septiembre, 2020
Estimados estudiantes,
Estamos emprendiendo parte de la etapa final de su carrera.
Esta ee es crucial en su formación como biólogos, en virtud de que estaremos integrando los numerosos elementos que abordaron a lo largo de su trayectoria escolar. La ee nos proporcionará un encuadre para de lo que han visto hasta ahora y pretende introducirlos en el análisis de entidades biológicas complejas muy por encima del nivel de especie.
La idea es iniciarlos en el enfoque de socioecosistemas, esto es, la consideración de las retroalimentaciones de las actividades humanas integradas a las entidades biológicas de interés.
En el caso de este curso en particular vamos a llevar a cabo un ejemplo de uso sustentable de recursos concretado en el establecimiento de un huerto agrícola en la Facultad. Y tendremos un enfoque hacia el estudio de sistemas productivos agropecuarios.
En seguida pongo a su disposición el programa del curso y las ligas para algunas lecturas y actividades prácticas:
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Me estoy iniciando en el uso de Eminus y a veces no hace lo que yo quiero, por lo que ocuparemos esta plataforma complementaria.
Chequen que en Eminus, en Contenido, hay dos temas (módulos). Luego al hacer click en actividades, salen las actividades que he incluído, pero sólo 3 corresponden al tema 1. Eso es lo que vamos a ver hoy.
En seguida muestro partes de la introducción del curso, consignados en EMINUS
Bienvenidos al curso
El uso sustentable de recursos naturales constituye una de las aplicaciones más relevantes de la biología y, particularmente, de la ecología.
Por definición, integra información de numerosas disciplinas que son encaminadas a propósitos de manejo. Sin embargo, para el aprovechamiento de los recursos naturales puede haber una amplia gama de enfoques que no siempre conducen a su manejo perdurable.
De hecho, son muy comunes los ejemplos en que la intención ha sido la extracción de algún recurso sin considerar su aprovechamiento a largo plazo, lo que ha traído implicaciones de deterioro parcial o irreversible del recurso mismo, así como de los ecosistemas que lo mantienen. Por ejemplo, el aprovechamiento de los escapos (tallos de las inflorescencias) de algunos magueyes semélparos de Perote (Agave salmiana y A. spp.) se cortan y se consumen en dulce (quiote). Esto impide que las flores maduren, sean polinizadas y produzan frutos que asegurarían la supervivencia de las especies (tanto de agaves, como de los polinizadores y dispersores) y de su aprovechamiento para reforestación y restauración.
Los habitantes de las ciudades en las sociedades modernas con frecuencia ignoran o pasan por alto que para obtener sus satisfactores (alimento, vestido, resguardo, minerales, etc.) es necesario afectar, de alguna manera, a la naturaleza. Así, en la construcción de una casa, se requiere de ladrillos, grava, piedra, cemento, varillas que, en última instancia, se obtienen de las minas de piedra, arena, minerales, etc. Y estos recursos tienden a agotarse.
En general, existe una falta de reconocimiento de la dependencia humana sobre los sistemas naturales. Incluso, algunas personas señalan que todos los problemas ambientales pueden ser resueltos por la ciencia y la tecnología, lo cual dista mucho de ser cierto, ya que la mayoría de los recursos biológicos y minerales suelen ser limitados.
El propósito del curso es percatarse de esta dependencia y, mediante el análisis de las causas y efectos de las intervenciones en los sistemas naturales, proponer actividades de manejo tendientes a la sustentablidad.
Al respecto les comparto algunas consideraciones del Dr. Manuel Maass Moreno, del Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM (Maass, J.M. 2012. La crisis ambiental y nuestro ecosistema. Clavius, comunidades y saberes 2(5):6-7). (https://formacionsocial.iteso.mx/documents/10901/0/D-199903-8.pdf/2977add1-a9a4-46c2-8ef2-6a3457316821).
“Es fascinante ver como miles de hormigas individuales se esfuerzan, de manera colectiva y coordinada, por mantener funcionando su hormiguero: cultivan su propio alimento, distribuyen eficientemente el trabajo, comparten sus recursos, obedecen las órdenes de su reina, caminan ordenadamente por rutas bien establecidas y, acudiendo de inmediato a un llamado de auxilio, defienden hasta con sus vidas la integridad de su comunidad.
Uno se pregunta, ¿por qué a los seres humanos nos cuesta tanto trabajo ponernos de acuerdo, organizarnos y vivir en sociedad? Lo que pasa es que las hormigas no tienen otra opción. Están programadas genéticamente para hacer todo lo que hacen y de la forma que lo hacen. Al igual que las células de nuestro cuerpo, trabajan de manera inconsciente siguiendo una rutina preestablecida y codificada en sus genes. Afortunadamente para nosotros, las células de nuestra piel, que se encuentran permanentemente expuestas y mueren continuamente protegiéndonos de las adversidades del ambiente, no se sublevan contra las células neuronales que viven cómodamente protegidas dentro del cráneo y que cuentan con la más alta prioridad en caso de que nos falte el oxígeno.
El hormiguero, en su conjunto, se parece más a un organismo complejo que a una sociedad de humanos. Las hormigas, que claramente cuentan con una cabeza, un abdomen y extremidades que les permiten moverse individualmente, nos dan la impresión de que son organismos independientes.
Sin embargo, al igual que las células de nuestro cuerpo, las hormigas son clones que comparten una misma información genética, que les dicta paso a paso qué hacer y cómo reaccionar ante las señales de su medio ambiente. En cambio, en las sociedades de humanos, aunque ciertamente compartimos una buena parte de nuestra carga genética, no sólo no somos clones idénticos, sino que además cada uno de nosotros somos conscientes de nuestra individualidad.
Cuando interactuamos con otras personas, aún teniendo instintos naturales que nos inducen a comportarnos de cierta manera, tenemos la capacidad de optar por seguir o no el dictado de nuestros genes.
La consecuencia de esta libertad que nos confiere la consciencia, es poder optar por preferir el bien personal al bien común. Cuando la búsqueda del bienestar individual se contrapone con el bienestar del otro o del colectivo, surgen los conflictos interpersonales y las luchas de poder.
A través de nuestra historia los seres humanos hemos ido desarrollando una especie de conciencia colectiva que nos ha permitido conformar grupos sociales cohesivos, algunas veces muy longevos y numerosos. A diferencia de las hormigas o de las células de nuestro cuerpo, la coherencia colectiva que nos permite trabajar conjuntamente hacia un bien común no sólo es producto de compartir una buena parte de nuestra carga genética, sino que va acompañada de todo un bagaje cultural, igualmente compartido, conformado por una diversidad de ideas, conceptos y formas de ver y entender el mundo. Esto es, la tendencia natural por seguir nuestros impulsos individuales es contrarrestada por una serie de leyes, normas y códigos de conducta establecidos de manera consciente y con el propósito de vivir en sociedad.
Tener una idea clara de lo que nos conviene como sociedad y saber qué hacer para lograr un desarrollo armónico y duradero resulta muy conveniente para todos. Sin embargo, aún suponiendo que tenemos la suficiente claridad al respecto, las actitudes de egoísmo, codicia y corrupción han contribuido significativamente a detonar múltiples crisis sociales a lo largo de nuestra historia.
Además de estos aspectos éticos, es importante reconocer que la actual crisis ambiental tiene mucho que ver con nuestra concepción colectiva de la naturaleza, ya que nuestras leyes, normas y códigos de conducta con respecto al ambiente, se fundamentan en nuestra percepción y entendimiento de cómo la naturaleza está estructurada y funciona.
Cada vez es más claro que el Universo está conformado por materia y energía que se organiza resultando en un gran variedad de sistemas físico-químicos que van desde pequeños átomos y sus partículas, hasta el universo en su conjunto.
Cuando surgió la vida en nuestro planeta, fue gracias a esta matriz físico-química de la cual provino y ha evolucionado desde entonces. Poco a poco nos hemos ido percatando de que la vida y su matriz físico-química conforman una unidad inseparable a la que hemos denominamos ecosistemas.
Hoy en día, esta concepción ecosistémica de la naturaleza no ha permeado lo suficiente en la sociedad como para reconocer que la conservación, restauración, ordenamiento y aprovechamiento de los recursos y servicios que nos ofrece, es vital para el sustento de generaciones actuales y futuras.
El manejo de los ecosistemas sólo puede ser abordando involucrando a todos sus componentes (agua, suelo, rocas, atmósfera y seres vivos) como parte en un todo integrado. Detrás de la severa crisis ambiental que estamos padeciendo, así como de muchos de los fracasos en nuestro intento por lidiar con el problema ambiental que nos agobia, está, en buena medida, esta falta de reconocimiento del carácter ecosistémico de la naturaleza.
Pero el problema conceptual es aún más severo, pues con el avance de la tecnología y nuestra capacidad para manipular a los ecosistemas, nos hemos generado la falsa sensación de que éstos son prescindibles. Sin embargo, al igual que la vida no se puede concebir sin su matriz físico-química, el fenómeno humano no es posible concebirlo sin su matriz ecosistémica. El estudio, manejo y conservación de nuestros socioecosistemas, conformado por la unión inseparable de los ámbitos físico-químico, biológico y social, debe abordarse de manera integral.
Las ciencias de la sustentabilidad, montadas en la teoría de los sistemas complejos, han surgido como una prometedora estrategia para lograrlo.
Conforme vayamos incorporando esta concepción socioecosistémica en nuestra consciencia colectiva, nos será más fácil reconocer a la naturaleza como parte integral de nuestro mundo personal.
Y al igual que reaccionamos cuando observamos acciones, actitudes o conductas que nos ponen en riesgo, nos indignaremos profundamente cuando alguien intente afectar nuestro medio natural.
Con esta visión socioecosistémica del mundo, nos será más fácil incorporar en nuestras leyes, normas y reglas de conducta aspectos relacionados con el respeto y la protección de los ecosistemas naturales. Sólo así será posible comenzar a lidiar, de manera más eficiente y contundente, con la severa crisis ambiental en la que estamos inmersos.
“Piensa en el socioecosistema y actúa como uno de sus componentes”.”
*Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM-Campus Morelia
Actividades:
Contesta el siguiente cuestionario:
1. ¿Cuál es la unidad de manejo que sugiere el autor, de entre todas las entidades de organización de los seres vivos?
2. Explica tres argumentos.
3. Discute razonadamente si estás de acuerdo, o no. ¿Propuestas?
Envía tus respuestas en archivo de word a la cuenta usrn.anabel@uv.mx, antes del jueves 17 del presente.
Literatura citada:
Maass, J.M. 2012. La crisis ambiental y nuestro ecosistema. Clavius, comunidades y saberes 2(5):6-7
(https://formacionsocial.iteso.mx/documents/10901/0/D-199903-8.pdf/2977add1-a9a4-46c2-8ef2-6a3457316821)
Maass, M. Principios generales sobre el manejo de ecosistemas. http://www.ucipfg.com/Repositorio/MLGA/MLGA-02/Unidad-3/lecturas/6.pdf
Maass, J.M. 2012. El manejo sustentable de socio-ecosistemas, en J. L. Calva (coord.), Cambio climático y políticas de desarrollo sustentable, Tomo 14 de la colección Análisis Estratégico para el Desarrollo, Juan Pablos Editor-Consejo Nacional de Universitarios, México. Pp:267-290.
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