Hay algo corriendo por el cuerpo cuando tu banda favorita toca en el escenario; con la música la sangre circula a toda velocidad por las arterias y corazón. El clímax llegó, esta a punto de terminar y lo sabes, la dosis de música comienza a terminarse. Luego viene el momento cuando todo acaba y las luces del escenario se apagan. Entonces sale ese grito desesperado pidiendo más y más “ooootra, ooootra, ooootra”. Regresan los músicos y suenan los acordes de esa rola esperada, en el cuerpo la necesidad se detiene brevemente con la euforia. Y después de varios regresos a tocar, la banda se retira porque todo llega a su final, pero en el corazón y en la cabeza sigue la emoción provocada por las rolas que sonaron pues la sensación igual al salir de un gran concierto es una especie de estado de orgasmo por estimulación musical.
No todos los días puede tenerse la fortuna de sentir música en vivo, pero siempre existe la opción de las grabaciones al gusto. Los riffs y el interludio apasionado en November Rain, las notas sensuales en Black Magic Woman o la reinventada introducción del Hotel California, la poesía musicalizada de Leonard Cohen, todas son dosis adictivas que pueden administrarse una y otra vez para autocomplacencia. Los sonidos de nuestras canciones favoritas disparan un placer semejante a tomarse una taza de café ofreciendo la ventaja de no manchar los dientes. Sí, la música es un activador de los procesos biológicos que causan placer. Cuando la música entra en el cerebro produce respuestas desencadenantes de estímulos neurológicos, y estos a su vez, participan en la producción de sustancias productoras de placer. La música se traduce en un una señal nerviosa en la estructura llamada cóclea, localizada en el conducto auditivo desde donde viaja a diferentes áreas cercanas al frente de la cabeza. Algunos investigadores como Koelsch y Siebel mencionan que las zonas del cerebro estimuladas por la música son también áreas relacionadas con la percepción de las emociones y de sensaciones agradables o desagradables (Towards a nerual basis of music perception, 2005). La música también provoca en el cerebro un mecanismo de estimulación/inhibición de sensaciones, según investigaciones de Zatorre (Music and the brain, 2003). Como ejemplo, al regresar a casa después de un mal día en el trabajo, pones tu canción favorita y viene una sensación placentera, luego todo lo demás sale sobrando. En esos momentos tu cerebro deja de producir estímulos cerebrales negativos y aparece un agradable sentimiento.
La ciencia ha encontrado nombre para el clímax de las sensaciones brindadas por la música, algo así como el orgasmo musical, al cual se le ha llamado en inglés “musical chills o shivers” (Music and the brain, 2003), la traducción literal sería “escalofríos musicales”. Este choque emocional y físico sucede cuando la música nos prende al máximo, sea estando uno sólo, en una fiesta, en una tocada con unos cuantos a tu alrededor o en un concierto con miles de personas. Seguramente muchos lo habrán sentido, el corazón palpita más rápido, la respiración se acelera, la piel suda, los músculos se tensan y la cabeza se llena de energía. Sujetos quienes han percibido el orgasmo musical, lo describen como una sensación de éxtasis o euforia. Cuando los escalofríos musicales aparecen, se producen en el cerebro señales que inhiben las sensaciones negativas, es decir, uno anda con toda la buena vibra y locura positiva. Así podría explicarse porque en algunas tocadas bajo los efectos de la música algunas personas se suben al escenario para saltar a los brazos del público y dejar que centenares de manos los paseen de un lado a otro sin pensar en los buenos agarrones a llevarse o si volverán a ver su billetera. Las zonas cerebrales con actividad durante los escalofríos musicales son las zonas donde se producen emociones agradables y la euforia. Incluso, estudios con animales han mostrado que las zonas que producen estímulos sexuales también se activan con la música (Music and the brain, 2003). Indeed, una buena canción siempre ayuda a facilitar las cosas del amor.
El escalofrío musical libera en el cerebro varias sustancias productoras de placer. Al respecto, Menon y Levitin describen a los procesos neuroanatómicos y neuroquímicos como bases para entender “por qué la música tiene un poder increíble para movernos y por qué escuchar música es una de las experiencias humanas mas gratificantes y placenteras”. Ambos científicos encontraron que al momento de escuchar música ocurre liberación de dopamina (The rewards of music listening: response and physiological connectivity of the mesolimbic system, 2005), una sustancia reguladora del placer durante las relaciones sexuales. La endorfina y los endocanabinoides son otras drogas naturales liberadas por influjo de la música. La primera regula sensaciones de gozo e incluso se le ha llamado “la droga de la felicidad”, mientras los segundos son sustancias producidas en el cuerpo con una composición química muy similar a la sustancia activa de la mariguana. Aunque en estos dos últimos la relación con el placer provocado por la música es aún incierta, aparecen durante sensaciones fisiológicas disparadas por la música, según menciona Boso (Neurophysiology and neurobiology of the musical experience, 2006).
La música es un sano estimulante; es una recompensa para la mente y el cuerpo. Como hacer el amor, la música da placer. Entonces cuando por una u otra razón el placer sexual no está al alcance, podrá uno buscarse un concierto para convivir en una orgía musical. O bien, escuchar el disco favorito en la intimidad del hogar y así en la soledad, gozar.
Algunas notas:
1.- La versión original del texto apareció por primera vez en la desaparecida revista en línea DivosGuitar, de Adrián Aguilar. El presente tiene modificaciones menores.
2.- Lo escribí hace varios años, por eso las referencias no son actuales, pero la idea es la misma.
3.- Cuando lo escribí, la música se escuchaba mayormente en CD. Y no existía el reguetón. El día de hoy podría investigarse si el reguetón causa placer o angustia en diferentes sectores de la sociedad.
Bernardino Isaac Cerda Cristerna