Contradictoria como suele ser la humanidad, el comportamiento que caracteriza a hombres y mujeres en esta modernidad/mundo, está más relacionado con los intereses mezquinos, los egoísmos y envidias que con generar espacios de dialogo para una convivencia en donde la razón impere aunque igual se le de cabida a la emoción; después de todo estamos hechos de ello: una condición de homo sapiens/demens.
Lo que si es cierto es que nunca tendré capacidad para dimensionar las razones del porqué alguien puede llegar a encarnar las diversas formas en que la maldad o la pervensión minan expresiones de respecto, dignidad y reconocimiento entre los seres humanos.
Si bien es cierto suelo tratar de comprender los por qué de la forma en que solemos actuar en algunas ocasiones, la permanente y consistente manera en que algunos juegan con lo humano, es algo que no entiendo, que me niego a aceptar aunque sea una experienca signficativa por la manera en que me lleva del azoro al asombro.
Ni duda cabe: soy una persona comun y corriente como muchos otros; con las contradicciones, incertidumbres e inquietudes propias de un sujeto inacabado, predecible, dado a las equivocaciones, incluso que -a cada paso dado-, queda o cruza los umbrales de la equivocación, pero que siempre deposita aires de esperanza y confianza en ese otro que hace junto a mí sentido de vida.
En cambio, a diario igual me entero, conozco, descubro, escucho de quienes desde la distancia que es estar arriba de los demás (en cualquiera de las formas en que esta posición haga diferencias frente al otro), arrodilla, subordina, someten dignidades humanas como cualquier otro signo de bienestar común.
Como recién ha dicho un amigo profesor, pareciera que en ciertos actos las pervesiones no tienen limites; lo que nos coloca en la inquietud de una pregunta que se me planteaba hace algunos meses en un programa de TV: ¿la maldad humana existe por naturaleza? Creo que no, pero es un recurso para quitar caminos o cegar horizontes.