¿Descomposición o un enrarecido clima académico?

 

Hace unos días fuimos convocados a una reunión informativa los profesores y representantes estudiantiles de la facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación. No era Junta Académica ni Colegio de profesores por quienes estábamos presentes en la reunión. El motivo era informar sobre las razones administrativas que llevaron a aceptar la renuncia de nuestra secretaria académica. Más allá de lo allí dicho, quiero llamar la atención sobre las dos últimas intervenciones, especialmente la de un estudiante, quien habló de la descomposición que percibe en nuestra facultad, intervención que mereció la participación de una profesora para señalar su desacuerdo con esa percepción, situando en los últimos acontecimiento la mirada que este como seguro otros muchos estudiantes tienen.

            Para ello antes me había tocado hablar de la crisis que considero sacude a nuestra institución, donde la ausencia de un sentido de comunidad –dije- da al traste con lo común que tendría que favorecer nuestro horizonte académico; misma ausencia que en vísperas del proceso de cambio de administración, nos volverá a colocar en un estado de tensión que volverá a dividir y quebrantar toda posibilidad para diseñar un proyecto académico para entre todos contribuir a enriquecer la formación de los estudiantes frente a los nuevos retos profesionales que hoy tienen al salir.

            Y es que más allá de la coyuntura –en donde la profesora sitúo la percepción del joven-, basta volver sobre los pasos para reconocer la ausencia de una suerte de marco axiológico que sea el sístole y el diástole en los procesos institucionales que caracterizan nuestra vida cotidiana, que ha colocado en vilo la institucionalidad de nuestros procesos. ¿Acaso no es muestra de un deterioro la ausencia de probidad de aquellos profesores que aceptan impartir una experiencia educativa cuando no tienen el perfil para ello?, yo preguntó ¿no hablá de una violentación a la vida académica que haya quienes se digan profesores cuando pasan más horas encontrando razones para no impartir clases?, ¿No quebranta el respeto a la dignidad humana que haya quienes juegan con las inteligencias estudiantiles al ser reproductores de información de sitios como el Rincón del vago, Wikipedia o Monografías, sin preocuparse por quitar las ligas cuando exponen sus clases?, ¿Acaso no muestra una cierta descomposición pero deterioro al fín, que el cobijo académico ampare a unos y coloque en el desamparo a otros por  miras no necesariamente institucionales? Como estas pueden haber otras tantas preguntas que cuando acompañan un ejercicio de reflexión crítica, honesta o humilde si se quiere, detonan las minas personales que se han ido colocando en los lugares y caminos por donde a diario transitamos.

            Considero que si en la percepción estudiantil existe una lectura relacionada con el deterioro en nuestras relaciones académicas, eso es lo que nos debe ocupar, especialmente cuando habita en el imaginario de nuestros estudiantes y de algunos profesores por igual, pues no podemos obviar a diario se respira un enrarecido clima, que no viene necesariamente de las picadas y empanadas.

En esta coyuntura, vale hablar –por ejemplo- de los claroscuros de nuestra vida institucional y el propio proyecto académico, tras el desconocimiento que guardan los avances de la revisión de nuestro Plan de Estudios que –si mal no recuerdo-, hace poco más de un lustro se le solicitó a una comisión aprobada en Junta Académica. El reto es dejar por debajo de 300 crétidos un programa educativo que por múltiples factores ha obligado a estudiantes a llegar a la última instancia: 12 semestres para poder egresar de esta licencitura. Esta sería una excelente oportunidad para salir adelante que nos mostraría de qué estamos hechos: si de la probidad en nuestro quehacer académico o seguimos apostando por lo individual, lo laboral o lo político, antes que lo educativo. Si no hay deterioro, esta es una prueba de fuego, como también será la transparencia y democracia con que construyamos el proceso de cambio en la dirección de la facultad.

            Reconocer el estado deterioro o descomposición de la vida académica en nuestra facultad es duro, ni duda cabe, pero en serio quién no lo acepte como posible, yerra en su lectura del escenario o bien obvia la memoria de nuestra facultad; pero quizá también esté imposibilitado para reconocerlo,  pues como bien ha apuntado Edgar Morin, las cosas obvias están tan cerca de nosotros que en ocasiones tenemos imposibilidad para verlas; lo que tiene relación con algunos de los planteamientos de Heinz Von Foerster al hablar de las visiones y el conocimiento humanos como imposibilitados para “ver que no ven”. Con otros palabras, se diría que tenemos cegueras producto de una disfunsión de segundo orden.

 

Comentarios
  • Magaly Corona
    2012-11-22 5:50 PM

    Querido Genaro, !por favor dime que esta liga ha sido compartida con nuestro Rector! Saludos.

    • Genaro
      2012-11-23 8:50 AM

      No lo sé, pero estas autorizada a remitírselo.
      Saludos

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