Genaro Aguirre Aguilar
En esta ocasión quiero reflexionar sobre un asunto que desde hace algunos meses anda dando vueltas en mi cabeza, especialmente tras enterarme del actuar de un estudiante de posgrado a quien me tocó tener como estudiante, y a quien quise apoyar en la realización “de su trabajo recepcional”; una experiencia difícil al descubrir la falta de dominios disciplinares pero sobre todo la actitud para sacar adelante el producto de un proyecto de formación para el que recibió recursos públicos.
El asunto fue complicándose ante el descubrimiento de la falta de solvencia disciplinar pero sobre todo de probidad de quien hoy dice a aquel que se deja sorprender o sus allegados, que se le ha impedido obtener el grado en un programa de posgrado del que habla pestes. Por supuesto que esto me indigma como universitario, pues nadie como sus compañeros de la maestría así como sus profesores, sabemos el tipo de estudiante que fue; aun cuando se muestre como “filósofo” pues según cuenta estuvo cursando esos estudios, pero lo cierto es que no los concluyó.
Él mejor que nadie sabe las ocasiones en que le señalé su falta de consistencia teórica y disciplinaria, él mejor que nadie sabe cuántas veces le exigí que reconociera las fuentes que empleaba para avanzar en su trabajo, él mejor que nadie sabe la forma en que le cuestioné su probidad ante el plagio de trabajos que tengo documentados y en su momento reporté a la instancia correspondiente. Él mejor que nadie sabe que el trabajo que –me han dicho- vende a sus estudiantes de licenciatura, es un plagio, que es mentira que su “tesis” sea un aporte a un campo de conocimientos que desconoce, pues intelectualmente ni como estudiante se mostró comprometido, ni con la actitud para aprender. Al contrario, su actuar se circunscribió a desacreditar a sus propios compañeros, a los académicos y autores que se revisaban en el programa.
Dicen que en la tierra del ciego, el tuerto suele ser rey, de allí que no me sorprenda, que algunas instituciones educativas se dejen sorprender por un “profesional” con ciertas habilidades discursivas que emplea para engañar a incautos, pues si algo tiene LUIS ANTONIO CRUZ PEREZ, como se llama este señor, es verborrea.
Sé que no es fácil hablar de estos casos, pero no puedo seguir dejando pasar el actuar de un señor falto de probidad que negocia con el esfuerzo y trabajo de otros colegas académicos, que si se enterarán seguramente actuarían conforme a derecho; pues si bien vivimos en un país donde predomina la corrupción, aún hay quienes con el esfuerzo personal buscan alcanzar metas; mientras otros como CRUZ PÉREZ viven del engaño y la mentira como modo de sobrevivencia.
Hoy sabemos en la universidad que «el corte y pega», como el plagio está siendo un hábito que debemos de erradicar, por lo que por un lado debemos comenzar: señalándolo, discutiéndolo o haciéndolo público con todos los riesgos que esto supone, pero no podemos seguir callando y dejando hacer, sobre todos en un profesional como en este caso. igualmente, corresponde a las instituciones educativas normar para sancionar en estos casos, pues de no ser detectado el plagio, podemos estar entregando licenciaturas o grados sin el menor rubor a quien falta a la confianza que solemos depositar en alguien que ha pasado por un proceso de formación y se supone tiene dominado un espacio conceptual como para saber dialogar, discutir y apropiarse de las tesis o premisas de los autores que lo apoyan en la fundamentación de su trabajo, para eso es el conocimiento construir; pero nunca para aprovecharse de la situación y hacerlo pasar como de alguien que lo único que hizo fue explorar en Internet o revisar bibliografía, para ponerlo -finalmente- bajo su firma.
Por supuesto que para dejar constancia de lo que aquí aseguro dejo un par de plantillas donde se demuestra el tipo de observaciones que se hicieron a lo largo del proceso de asesoría que finalmente no concluyó por la decisión que LUIS ANTONIO CRUZ PÉREZ tomó. Que quede como evidencia para su mejor opinión, amable lector.