Las inquietudes estudiantiles de fin de semestre

He tenido ocasión de conversar en distintos espacios escolares con algunos estudiantes de la FACICO, quienes han mostrado un racimo de inquietudes que podemos compartir algunos maestros, aun cuando sepamos que los sujetos directamente involucrados en ello, sean precisamente y en muchos casos los propios estudiantes.
Como suele ocurrir, hay algunas inquietudes que son relativamente atendibles de inmediato pero otras por su naturaleza especialmente estructurales, al relacionarse con la institución en su dimensión administrativa y académica, se revelan como complejas; pero otras, francamente relacionadas con sus prácticas, hábitos de estudio o la ausencia de ellas, se puede presumir atendibles.
En cualquiera caso, no deja de ser finalmente inquietante, si tomamos en cuante aquellas relacionadas con el desencanto, la frustración, la falta de expectativas que colocan a los jóvenes en una posición muy dura frente a lo que su propio proyecto profesional les debe representar, sobre todo cuando hablamos del compromiso, la responsabilidad y la «calidad» académica en nuestra comunidad. Estas inquietudes llevan a la franca descalificación del trabajo que realizan algunos profes, quienes desde la percepción de estos chavos no tienen el perfil disciplinario, ni las competencias para hacer frente a los retos que supone ser docente en el nivel superior en estos tiempos.
De allí que estratégicamente haya estudiantes que lo mismo no llegan en todo el semestre a clases, pues saben que siempre habrá maneras de acreditar sus cursos: sea porque las formas de justificar las ausencias suelen encontrarse o porque hay profesores que con preguntar el promedio de los jóvenes terminan por asignar esa calificación, incluso porque hay quien se deja encantar por el atuendo con que una estudiante solicita su venia para aprobar su experiencia educativa. Duro pero en el imaginario de estos estudiantes hay cabida a estas lecturas del comportamiento de ciertos docentes.
Pero también hay una suerte de corresponsabilidad que no se puede obviar, como por ejemplo lo que parecen prácticas y hábitos para salvar cada periodo, no deja de ser una cultura muy arraigada en la FACICO que se relaciona con lo que los propios estudiantes han dejado de hacer. Como por ejemplo, cuando los escucho que “trabajan mejor bajo presión” por lo tanto todo lo dejan para el final; que “se solo han dormido un par de horas” porque se la pasaron desvelándose para hacer un trabajo al final, cuando seguramente se lo pidieron desde hace algunas semanas. Incluso, a sabiendas –según ellos- que hay profesores que solo llegan al inicio para planear un proyecto de trabajo y no se vuelven a presentar ni siquiera para asistirlos con orientaciones que favorezcan la realización de un buen producto final.
En todos los casos, tuve oportunidad de plantearle algunas cosas, como la necesidad de hacer visible a esos jóvenes que en estos días se pronuncian por la opción de darse de baja temporal o definitivamente; quiénes son esos estudiantes cuya frustración es el pan de todos sus días; quiénes han tenido la oportunidad de acreditar sus cursos sin necesidad de asistir regularmente a clases. Pero también les dije que si hacíamos un ejercicio de consulta estudiantil, se abría la posibilidad de decirle a la autoridad “oigan acá estamos y somos un grupo de estudiantes que hemos tocado fondo en la FACICO”, pues siendo una de los programas con un alto índice de deserción, no deja de extrañar la ausencia de un programa remedial que atienda un probnlema ya crónico.
Total que el asunto es complejo, por lo que considero todo un reto para la siguiente administración, pues especialmente percibo estamos sobre un barril de polvora, que tarde que temprano puede estallar. Es precidamente en este contexto, que me gustaría realizar un sondeo para conocer el estado de ánimo que guardan los estudiantes en una facultad que históricamente ha sido importante, pero que parece en la última década, no ha generado las condiciones para una formación de comunicadores con las competencias y destrezas que demanda el mercado laboral. Pues como dicen algunos en formación y otros tantos ya egresados, lo que “sé es por mí y poco por lo que en el aula pude haber aprendido”. Y en todo esto, me pronuncio corresponsable, apenado, por lo mismo en lo que a mi corresponde, pido una disculpa pública a todos esos estudiantes.