Sin duda alguna al hacer un balance de los logros de la administración rectora que sale en la Universidad Veracruzana, tanto como las cosas que se quedaron pendiente, pueden ser muchos o pocos según los lentes con los que se vea, lo cierto es que pronto habrá un cambio que nos obliga, como comunidad universitaria, a ser vigilantes pero igual la suma de voluntades para contribuir a que la UV vuelva a ocupar un lugar que –de acuerdo a los diagnósticos mas o menos razonables que hemos tenido oportunidad de conocer- ha ido dejando.
En este sentido, si en un momento a la universidad se le reconoció por la innovación de su modelo educativo, consideramos imprescindible que la nueva administración se obligue a evaluar lo alcanzado hasta ahora, pues no puede la percepción negativa que habita en la comunidad estudiantil tanto como de un importante porcentaje docente (incluso algunos directivos, aunque estos, institucionales como suelen ser algunos, callan), resulta por estos días insostenible.
Al respecto, es innegable la importancia de volver a construir un proyecto de institucionalidad universitaria, pues pareciera hemos caído –en algunos casos- en una perniciosa manera de gestionar a conveniencia, pasando por encima de normativas que van en detrimento del espíritu de la institución, al anteponer egoismos personales o de grupo, que en poco abonan a enfrentar la complejidad de la educación contemporánea.
De allí que la nueva rectoría deba ser consciente de lo que nos puede significar a toda la comunidad universitaria ser parte de un nuevo paradigma de administación académica, que se atreva a repensar las viejas fórmulas de la gestión, pues no es posible seguir en la vanagloria de una administración que sólo vea por indicadores que pueden ser metas alcanzadas o alcanzables desde una truculenta manera de intervenir en procesos que poco allanan a la transparencia por la opacidad con que se manejan.
Asimismo, esta nueva institucionalidad –aun en el entendido de los compromisos con los que puede llegar el nuevo rector- debe estar por encima de culquier otro interés que no sea el de la comunidad académica en su conjunto (incluso de la misma sociadad veracruzana), por lo que debe estar atento y escuchar las voces que desde el corazón de la vida cotidiana de las regiones y las entidades (muchas veces no sólo negada sino también desconocida por algunos funcionarios universitarios), se pronuncian para la que la decisión al conformar al nuevo equipo de trabajo -en todos sus niveles-, pasen por un proceso transparente y no tanto por intereses pactados con distintos grupos del poder academico de nuestra universidad.
Al respecto, es importante que en un acto de reconstitucion de la vida institucional, se dimencione la autonomía universitaria, pues no podrá seguir siendo posible que sólo se reduzca a oponerse a la ingerencia de los poderes políticos en la UV, sino también q la forma en que la vida democrática ha sido castigada y muchas veces sometida a intereses mezquinos de grupos colegiados que operan al interior de la propia universidad.
En fin, que la tarea es compleja, pero esperamos que una vez conocido el nuevo rector, haya un acto de transparencia y de toma de distancia para –quien quiera que llegue- demuestre en un tiempo razonable, que su interés es académico y en bien de la Universidad Veracruzana, promoviendo nuevas prácticas para una gestión centrara en el interés académico: por ello, “al César lo que es del César…” y al diablo que le vaya bien, pues cuanto más lejos mejor Esperemos que las señales sean claras, de lo contrario –como ha venido ocurriendo en algunas entidades universitarias- seguiremos en un tobogán y en caída libre.