Como profesor universitario me interesa la academia y lo académico, por lo que procuro a diario asumir una postura institucional frente a todo aquello que rodea mi quehacer educativo. Por eso estoy particularmente interesado y no menos preocupado por la decisión que próximamente se tomará con relación a la dirección de la Facultad de Comunicación.
Digo esto pensando en que si bien es cierto los tres candidatos por su curriculum pueden reunir el perfil que se requiere para postularse a la dirección de nuestra facultad, lo cierto es que por experiencias inmediatas, se puede asegurar que para desempeñar una gestión académica como la que demanda hoy la UV, se necesita mucho más que tener un grado, en virtud de hacerse imprescindible conocer desde adentro a la institución: sus planeas y programas para el fortalecimiento universitaria.
Y aquí considero que quien ha permanecido distante de los proyectos estratégicos en la UV, bien porque no le ocupan, como tampoco le interesan, como serían el Proyecto Aula, el programa de Productividad o Promep, no reúne los conocimientos para echarse a cuestas un proyecto de gestión académica como al que aspira. Algo parecido puede decirse de quien ha estado más cercano a la gestión laboral que a la vida académica, incluso pocos estudiantes lo recuerdan en eventos llevados acabo en la propia facultad, sea organizado por ellos o por la administración.
Y aquí es cuando considero hay trayectorias que pueden hacer diferencia, pues entre aquellos que integran la terna, sí hay quien desde sus años de estudiantes tuvo la oportunidad de acercarse y conocer a la universidad desde adentro, lo que le permitió ser parte de proyectos académicos, cuando la facultad de comunicación gozaba de cabal salud y de un prestigio que llevó a que un grupo de reconocido prestigio a nivel nacional, voltearan a ver a la facultad para que participara en un investigación en red.
Sería desde aquellos años, cuando comenzó a hacer su pininos en el terreno de la investigación en comunicación y la cultura, para que tiempo después se sumara a otros tantos proyectos académicos, desde la planeación, diseño e implementación de programas de especialidad, maestría y doctorado. Aquí es oportuno mencionar que durante sus años en maestría, tuvo la oportunidad incursionar en los estudios de género, siendo quizá una de las primeras profesionales de la comunicación en la región que se preocupó por entender una perspectiva que, sin duda alguna, ha venido a provocar un cisma en el mundo de la academia, pero que por un falocentrismo sigue esperando carta de aceptación en los estudios comunicológicos. Algo que en un evento organizado en la FACICO, una especialista planteó con urgencia para incorporar en el marco de una necesaria reforma educativa que demanda la facultad.
De tal suerte, mientras hay quienes permanecen distantes de la vida institucional, incluso desconociendo la existencia de planes generales de desarrollo institucional, hay quien la mitad de su vida la ha invertido para contribuir al crecimiento de la facultad, situación que la coloca en un lugar diferente, pues además en la universidad la conocen como una académica dada a escuchar, a reconocer a aquel que piensa diferente, a generar condiciones de gestión que favorezca la calidad de los procesos, pero sobre todo sabedora que para sacar adelante un proyecto universitario tiene que sumar voluntades, saberes, actitudes, en el entendido que podemos ser y pensar diferentes, pero no por ello somos enemigos ni colegas a quienes hay que combatir y colocar obstáculos para impedir su paso. Sabe que la diversidad es finalmente la que enriquece la vida, especialmente en una universidad, pero sobre todo de cara al futuro de una facultad donde en los últimos años pensar diferente fue condenado, perseguido, invisibilizado. En fin, en todo caso concluiría diciendo que en un un entorno donde suele confundirse la gimnasia con la magnesia, preferiría llegará alguien que suele no confundir las cosas.