Hace poco tuve ocasión de hablar con algunos de mis estudiantes, a propósito de la necesidad diversificar las formas en que se tiene acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), pero sobre todo para reconocer que a la mano se tienen tantos recursos como para comenzar a desarrollar la cultura del trabajo colaborativo mediado por las tecnologías, es decir, más allá de lo presencial. Esto porque como sabemos, una de las excusas o razones que más se escuchan por parte de ellos, es que no cuentan con demasiado tiempo para poder trabajar en proyectos colaborativos o en tareas en equipo, sin dejar de mencionar que no todos tienen los mismos horarios. De allí que conciliar sus tiempos sea particularmente difícil.
En ese contexto, tuve ocasión de hablarles de la forma en que las tecnologías llegaron a alguien que -aquí entre nos- era (y seguro en muchos sentidos lo sigue siendo), negado para el uso de recursos tecnológicos más allá de lo normal. No obstante, desde aquellos recursos que brindó la plataforma Terra para el trabajo académico a lo que ocurre hoy, han pasado muchas cosas, entre ellos el desarrollo de ciertas competencias o habilidades para aprend
er a trabajar colaborativamente empleando las TIC. Por lo tanto, si hay capacidad de organización se pueden aprovechar las ventajas que ofrecen para trabajar sincrona o asíncronamente.
Así, si a través del correo electrónico hace unos 10 años tuvimos ocasión de asesorar trabajos de tesis, hoy empleando recursos como Skype, Hangout, WeBex, incluido EMINUS, podemos decir hay las condiciones suficientes como para no encontrar excusas para desempeñar una gestión, mas o menos eficiente, en procesos de carácter educativo, académico o tutoral.
De allí que les hablara a estos jóvenes de la importancia para aprender a reconocer el potencial que ofrecen las tecnologías, incluidas las redes sociales o los servicios de mensajería, pues pareciera que aún con la domesticación que existe (o lo que algunos autores llaman la tecnocultura que nos caracteriza), pareciera que aún falta mucho por hacer en términos del uso, apropiación y resignificación
de las TIC.
Por eso, siento hay la necesidad de que los académicos sumemos a nuestros actividades de gestión de los procesos enseñanza-aprendizaje, el uso de recursos tecnológicos en sus diversos formatos (sean estos digitales o analógicos). Entre ellos, la posibilidad de sesionar o realizar actividades vías plataformas virtuales, para que nuestros estudiantes tengan la experiencia como para reconocer la pertinencia de saber emplear o potenciar el uso de diversas plataformas virtuales que hoy existen para favorecer el trabajo colaborativo.
De tal suerte que es un hecho: cada vez hay menos excusas para no poder realizar un producto académico de manera asincrónica por parte de los estudiantes como de nosotros sus profesores. Allí está la virtualidad para complementar el trabajo que en ocasiones no puede hacerse personalmente. Sin duda en mucho de esto, hay que atreverse a romper con los mitos sobre la presencialidad.