Una semana de la comunicación exitosa

Recuerdo que uno de los mejores eventos académicos (lo llegué a escribir para alguna revista) fue uno celebrado en Hermosillo, Sonora hace ya algunos ayeres. Lo que entonces me llamó la atención fue la capacidad de quienes fueron los organizadores de aquel Congreso Internacional de Comunicación: los estudiantes. De entonces a la fecha he tenido ocasión de participar en un sin fin de eventos, nacionales e internacionales, pero aquel lo sigo recordando por la calidad de quienes en él participaron, pero sobre todo por el oficio mostrado por un grupo de jóvenes que sacaron adelante un proyecto de tal envergadura.

Tuvieron que pasar varios años, para que volviera a ser testigo de un evento organizado por un grupo de estudiantes, quienes asumieron como posible la realización de una semana de la Comunicación, para la cual planearon una serie de actividades académicas y culturales que alcanzaron a demostrar lo importante de creer, pero también de confiar en el otro, como para que el trabajo colaborativo favoreciera alcanzar objetivos planteados.

Si bien hubo algunos deslices en uno que otro aspecto propio de protocolos para este tipo de eventos, lo importante es que los jóvenes de la FACICO de la Universidad Veracruzana, así como aquellas instancias u organismos que los apoyaron, alcanzaron a llegar a buen puerto; ocasión que sin duda es resultado de la forma en que el comité supo diseñar aquellas estrategias de vinculación que garantizaran la participación de destacadas personalidades.

En el corazón de todo esto, una nutrida presencia de muchos estudiantes, sea en las conferencias, en los talleres, en las mesas redondas, que supieron entender que el evento era para ellos. Es verdad que muchos otros, como suele ser costumbre, siguieron deambulando por los pasillos de la facultad, eso es irremediable, pues forma parte de las prácticas y hábitos de muchos jóvenes universitarios; lo que de alguna u otra forma se reproduce en el caso de la comunidad académica, quienes poco se involucran o participan en actividades de esta naturaleza, cuando más si la organiza el vecino de enfrente o el de al lado.

Al tenor de esto que escribo, algo recuerdo de mi vida como estudiante, es la cantidad de eventos académicos en los que pude participar, lo que me ha hecho asumir como profesor que siempre será más importante acudir a una conferencia o taller o mesa redonda o conversatorio, que estar en un aula, por lo que como política académica y una contribución a la formación integral del estudiantes, invariablemente siempre que me piden permiso para asistir a actividades como estas, se los doy si el menor resquemor. La única recomendación que doy es que aprenden pero sobre todo lo disfruten. Incluso por el turismo académico que es tan común en ocasiones como estas.

En esta semana de la Comunicación (que espero recobre su aliento y tal como era hace ya muchos años, tenga continuidad), tuve oportunidad de participar en 4 actividades, de las cuales salí muy satisfecho por la calidad de quienes las encabezaron, lo mismo un periodista, que un especialista en marketing, que un actor y un grupo de chavos documentalistas.

Por otro lado, lo maravilloso de estos tiempos, es que el evento también se pudo ver en Internet, lo que permitió que muchos interesados, si tenían una oportunidad, podían seguir el evento a través de este medio.

En fin, de aquel congreso internacional al que refería al inicio de estas líneas, debo decir que el último día, se presentaron los profesores que coordinaron cada grupo de trabajo que participó en aquel congreso, docentes que -en ningún momento- se les vio tomar decisiones durante aquellos días. Por lo menos, en nuestro caso, toda la gestión para participar como conferencista, corrió a cargo de un par de estudiantes que siempre estuvieron al pendiente de nuestras necesidades.Sí, un trato de cordial y efectivo desde la invitación hasta aquel día de regreso cuando cambié los boletos del autobús por unos de avión.