De memorias melódicas y recuerdos maternales

Responder a la pregunta ¿qué son los recuerdos? es una tarea sencilla si lo que hacemos es buscar en un diccionario en línea, para confirmar que un recuerdo es una «imagen o conjunto de imágenes de hechos o situaciones pasados que quedan en la mente» (definición.de, 2019). Es decir, una suerte de huella que ha quedado grabada en nuestra memoria, esa que es capaz de trasladarnos al pasado para atraer al presente algún pasaje de nuestra vida, lo mismo anecdótico que doloroso o regocijante. Con ello tenemos, que entre los recuerdos y la memoria hay una relación vinculante con el pasado y nuestro presente, en el entendido que una memoria -según Wikipedia-, «es una función del cerebro que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar la información del pasado».

Estas aproximaciones, si bien son oportunas para tener una mejor idea de lo que la memoria es en el contexto de nuestros recuerdos, podemos decir que es hasta cierto punto distante o fría si lo vemos a la luz de la poesía, la literatura, la música, artes que nos han hecho saber que como dispositivos mentales, también contribuyen a definir buena parte de lo que somos. A propósito de ello, suele ser común que en mis clases refiera pasajes de mi vida, de mis hermanos, de mi familia, de mis abuelas o de mis padres; después de todo, como ha dicho la psicología, buena parte de los recuerdos generados por nuestra memoria, son resultado del tipo de relación materna que hemos construido con el tiempo. 

En la literatura, toca a Jorge Luis Borges en su cuento Funes el memorioso, apelar a los recuerdos para trazar el perfil de un personaje quien tras un accidente que lo deja tullido, ha encontrado en la memoria la ocasión para recrearse en los pasajes más triviales y antiguos como ningún ser humano lo ha hecho, aun cuando no los había vivido. Como si fueran fotografías que pasan frente a él,  el tal Funes puede describir situaciones de tiempos inmemoriales. En cambio, quien escribe, se ha dado cuenta que tiene problemas con su memoria de corto plazo, a tal grado que en un instante puede olvidar lo que hace un segundo pretendía hacer. 

De allí que la canción «Los recuerdos» de Joan Manuel Serrat, desde el primer día que la escuché, ha venido acompañándome con esa sublime forma que tiene el cantautor barcelonés de hablar con la vida: Los recuerdos suelen Contarte mentiras/ Se amoldan al viento, Amañan la historia/ Por aquí se encogen, Por allá se estiran, Se tiñen de gloria, Se bañan en lodo/ Se endulzan, se amargan  a nuestro acomodo, según nos convenga/ Porque antes que nada, Y a pesar de todo, Hay que sobrevivir. Y es cierto, nuestros recuerdos son un aliento que ven desde el pasado, través de la añoranza, de desandar los pasos, en caminar los meandros del tiempo ido, según nuestros deseos.  

Por ello, cada vez que la vuelvo a escuchar me recreo en sus palabras, en esa melancólica manera que tiene para hablar de las pequeñas cosas, de conectarse con quien lo escucha, creando una atmósfera evocadora de circunstancias y momentos idos, pero también de la angustiosa manera para dejar entrever que la memoria igual nos entrampa, nos juega pasadas para hacernos ver lo que fuimos y ya no podremos ser. 

En ocasiones como estas, recuerdo aquellos días cuando tenía la intención de no estudiar, pero lo que no recordaba o más bien había editado, era el fondo de esa decisión, hasta que mi madre en una platica me aclaró y ayudó a reconstruir aquel día cuando me convención para que estudiará, pues el ánimo con que dijo «¡a ver cómo chingao le hacemos para cubrir los gastos de dos de sus hijos estudiando!», no daba lugar a dudas. Además como bien me apuntó. «si quería tener familia, tendría que estudiar. Era lo único que nos dejarían».

Por eso, al volver a Serrat terminamos por comprenderlo cuando dice que «los recuerdos/, Desnudos de adornos/, Limpios de nostalgias…/ Son el esqueleto/, Sobre el que construimos/, Todo lo que somos/, Aquello que fuimos/ Y lo que quisimos/ Y no pudo ser». No fui lo que quise porque no pudo ser, pero este quien les habla, es en buena parte lo que pudo ser y junto a él, están cada uno de aquellos que en mis andanzas se han cruzado conmigo, pero también para hacer de esta travesía un puñado de recuerdos que hoy podemos rememorar gracias a esa memoria que divaga a veces, pero otras se regocija con los guiños del pasado.

Comentarios
  • Rosa Elena López Salas
    2020-11-30 1:26 PM

    Estimado Dr. Genaro

    Es un deleite leerlo, y encontrar en su narrativa a un ser humano enamorado de su quehacer.

    Saludos y sigo buscando las narrativas digitales

  • Guadalupe Veytia
    2019-05-08 4:55 PM

    Estimado Dr. Genaro, que hermoso relato, y muy cierta la definición que maneja desde su experiencia de los recuerdos, esas pequeñas cosas, instantes, momentos que te marcan para toda la vida, y que vuelven a tu vida cuando escuchas cierta música, hueles determinado aroma, vives una situación parecida a otra experiencia que te marcó, esos recuerdos que te permiten reflexionar quién eres hoy, quién quieres llegar a ser, lo que has superado y aprendido, lo que has vivido ha dejado huella en tu vida, y muy cierto, en su presentación con el trabajo con grupos rompe el patrón y retoma la experiencia que le permitió seguir estudiando y ser hoy esta excelente persona de la que podemos aprender a partir de sus discursos, escritos y manera de ser.

  • Genaro Aguirre Aguilar
    2019-04-02 7:41 AM

    Gracias por tus comentarios Dorantes.
    Recibe también un cordial abrazo.
    Saludos

  • José Manuel dorantes lavalle
    2019-04-01 12:08 PM

    Es muy cierto Genaro los recuerdos es cómo volver a vivirlos nuevamente con esa pasión que solo la vida y sabía suele hacerlo un abrazo amigo saludos

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *