Si mal no recuerdo tenía poco tiempo de haber egresado de la facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación, de la Universidad Veracruzana, cuando en un puesto de periódicos de la ciudad de Veracruz, me encontré con una colección que iniciaba lo que sería, al cabo del tiempo, un tipo de oferta editorial que luego se extendería a otro tipo de productos.
Era una serie de textos editados por el Fondo de Cultura Económica que reunía autores y títulos en unos libritos en formato de bolsillo que traté de adquirirlos -si mal no recuerdo- cada quince. A partir de aquel momento, pasó a formar parte de mis experiencias de consumo la posibilidad de coleccionar series que, de vez en vez, uno se encontraba en los puestos de periódicos.
A partir de esta experiencia, hace unos meses al cierre de una de mis clases, pregunté a los estudiantes sobre sus hábitos de consumo, preguntando si alguno tenía conocimiento del tipo de oferta que regularmente se encuentra disponible en los puestos de periódicos. Como era de esperarse, no tenían la costumbre de visitar estos expendios. Y no sólo es el tipo de literatura -les dije- lo que me resulta particularmente interesante, sino también otro tipo productos que lo mismo vienen desde la industria cinematográfica que la automovilística o la aeronáutica o la moda; del mundo editorial filosófico, el científico como el literario. Hoy que lo pienso mejor, su visita puede ser parte de uno de los itinerarios educativos que suelo planear en mis clases.
Pero a lo que voy es que con los años, me hice de una colección de literatura contemporánea, una serie de casi cien títulos, de los cuáles me faltó uno. Luego una sobre historia de las artes, de la que me faltó un par de títulos; después quise dar seguimiento a la obra de Carlos Fuentes, Julio Verne, una colección del crimen organizado editado por Proceso, incluso uno de literatura erótica (que me recordó una serie de películas sobre este tipo de cine que saliera a mediados de los 90), pero en todos los casos, terminé adquiriendo pocos títulos y particularmente los que no había leído. Mas tarde y al calor de éxito editorial de El Código Da Vinci, de Dan Brown, se editó una serie de textos en torno a temáticas afines. Tuve ocasión de seguirla, pero finalmente no pude completar la colección por dos o tres títulos. El último intento ha sido una serie científica en torno a la biografía de los pensadores que han revolucionado las ciencias, de la que adquirí la mayoría de ellos.
Ha sido justo con esta colección, que se dio curso a la edición de obras que no dejan de llamar la atención por el tipo de público consumidor que está detrás de cada propuesta editorial que cada semana uno puede encontrar en los estanquillos de periódicos; lo que hace particularmente complicado seguir las colecciones por su número, pero sobre todo por aquello de los ingresos y las prioridades que se tienen con los gastos de casa. Por ejemplo, mientras seguía la serie de teóricos que revolucionaron el mundo científico, paralelamente salió una de mitología griega y otra de filósofos griegos, sin dejar de señalar una sobre teorías de la física cuántica.
Si en aquellos años cuando inicié era un asiduo al puesto de periódicos que se encuentra, si mal no me ubico, en la esquina de Canal y 5 de Mayo, para después hacerlo en el que está en la esquina de Los Portales, con los años terminé en el de Flores Magón y Bolívar, incluso el que está a la salida de la colonia petrolera. Y sí, suele ocurrirme lo mismo que cuando visito una librería, me pierdo en los títulos, en la contemplación de lo que se esconde detrás de cada título, de sus autores; de ese sentimiento que me angustia de no tener el tiempo ni el dinero para poder adquirir todo lo que quisiera.
Finalmente, no puedo decir sea un coleccionista de estas obras, pues a excepción de la serie que hizo Grijalbo sobre la obra de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat con motivo de su gira Dos pájaros de un tiro, donde publicaron una veintena de títulos, diez por cada cantautor, no he podido completar ninguna.
Eso sí, esta ha sido de especial aprecio, no tanto por los discos que acompañaban una presentación en pasta dura, sino por la información que viene en cada título, pues son una suerte de cuaderno de notas, donde uno puede conocer la historia de cada canción, sus motivos, cómo lograron sacar adelante una maqueta lírica, saber desde los protagonistas el proceso de creación de cada canción, lo mismo el trabajo de colaboración que circunda la obra de uno y otro, pues cuando se encuentran ante un dilema o angustia al no encontrar la figura, la metáfora mejor, incluso el tono en la melodía o la instrumentación, acuden a alguno de sus amigos.
Escribo estas líneas, pues justo de reojo al circular por Ruiz Cortines, me he dado cuenta que ha salido una colección que espero otear en estos días, para valorar la pertinencia de seguirle el rastro, esperando -como siempre lo asumo- que en esta ocasión, sí logre completarlas.
Comentarios
Estimado Dr. Genaro, disfruté mucho la lectura de su blog, me remontó a mi infancia, mi gusto por la lectura comenzó desde niña pues mi abuela todas las noches me leía un cuento, y en aquella época en la Comercial Mexicana cada semana salía un cuento de colección, por lo que era emocionante que fuera lunes para comprar el nuevo cuento, leerlo y platicar de lo que trataba, también había por donde vivía un puesto de revistas y me gustaba mucho comprar comics y coleccionarlos, más adelante ir a las ferias de libros, y en la actualidad, me encuentro un libro de mi interés y pareciera que el mundo no existe, me pongo a leer y a imaginar las historias que se cuentan, espero logre completar esta nueva colección.
Deja un comentario