En los últimos años he mostrado un interés particular para favorecer el acompañamiento estudiantil en su acercamiento a la investigación. Si bien suelo decir a quienes cursan la licenciatura en Comunicación que no saldrán investigadores, sino profesionales en su disciplina, sí les aclaro que en la investigación pueden encontrar una experiencia formativa que contribuye a fortalecer su perfil, con la posibilidad que las habilidades y saberes que alcancen a desarrollar, pueden llegar a hacer diferencias en su trabajo o bien cuando se decidan a incursionar en un programa de posgrado.
En ese contexto, el tratamiento de información teórica suele ser complejo, por lo que, como parte de nuestra práctica pedagógica, suele ser común diversificar las fuentes de consulta en diversos formatos, para facilitar el tratamiento de contenido curricular, pero sobre todo abonar en la apropiación de un lenguaje que -regularmente- no piensa en los estudiantes de recién ingreso a la universidad, por lo que es tarea como profesor, diseñar estrategias para el manejo y apropiación de la información.
Al respecto de ello, considero oportuno compartir una experiencia que me resultó particularmente significativa hace algunos días, cuando tuve ocasión de entregar a una veintena de estudiantes el capítulo de un libro que permitiría comenzar a abordar el paradigma fenomenológico. Tras explicarles las razones del porqué ese material y no otro era el seleccionado para acercarlos al paradigma comprensivo, pudimos abordar y recrear algunos aspectos que caracterizan lo ontológico, epistemológico como lo teórico, de esta perspectiva y modelo de investigación.
Como parte del diseño de la actividad, sabía lo importante que sería conjugar la lectura en voz alta y comentada con dos actividades de observación que llevaríamos a cabo en el aula. Sentados en círculo, pedí a los primeros 5 jóvenes que pusieran sobre un mesa que coloqué al centro, un accesorio que trajeran con ellos (lo que volví a pedir, cada tras cada bloque explicativo que realizamos). Hecho esto dije la forma en que leeríamos, no sin antes decirles que era un texto ya subrayado y codificado, pero que llamaría la atención sobre aquellos apartados que ellos también podían señalizar.
Al cabo de un primer bloque de apartados, pedí a los estudiantes que «enumeraran» los accesorios que estaban sobre la mesa, para que yo hablara de lo importante que era la observación y la condición de un sujeto cognoscente en el contexto de un trabajo de investigación de corte cualitativo. Tras la lectura que hicieron de su enumeración algunos voluntarios, comprendimos lo que epistemológica y teóricamente nos planteaba la lectura sobre el sujeto observador y la forma de acercarse a las particularidades de una realidad empírica. Tras otro bloque de lectura, pedí que ahora describieran todo lo que podían ver colocado en la mesa.
He aquí que el resultado fue el mejor de lo esperado: en el bloque del capítulo leído se hablaba de las modalidades cualitativas, de las distintas metodologías para investigar, así como el tipo de conocimiento que se genera, en donde se enfatizaba la necesidad de distinguir entre la realidad externa propia del positivismo y el realismo interno afín al método comprensivo. Y es que al pedir voluntarios para leer lo que habían descrito, fue grande la sorpresa entre todos la forma de apropiarse de ese trozo de realidad de cada uno de los tres voluntarios, pero sobre todo del primero de los estudiantes.
Si entre la enumeración había habido diferencias significativas como para aprovechar y hablar del porqué de la premisa para comprender las particularidades de la complejidad social, pues como les dije, si «enumeración» tenía que ver con «enumerar» lo que veían sobre la mesa, algunos enlistaron lo visto que, aunque parece lo mismo, en términos del significado y el sentido no lo es; actividad que terminó por arborecer cuando el primer joven leyó su descripción: «un espacio-tiempo, diferentes dimensiones que conforman cada propiedad de la materia ocupando un espacio. Se observa, la pintura, el óxido, los tornillos…» Todos, absolutamente todos, expresamos asombro.
Era una evidencia empírica de lo importante que es el lugar desde donde observa un sujeto cognoscente, la forma en que se relaciona con un objeto de conocimiento, los recursos de los que se echa mano para poder nombrar la realidad que quiere conocer . Entre lo ontológico y lo teórico, el camino había sido trazado involuntariamente por este estudiante, para poder comprender desde ellos, lo que teóricamente Carlos A. Sandoval Casilinas en su libro Investigación cualitativa (2002), nos planteaba sobre las «Características comunes a las diversas modalidades de investigación de corte cualitativo y sus diferencias con las de tipo cuantitativo».
Sin duda agradezco a estos jóvenes el que haya estado allí junto a ellos para asombrarnos de lo que es posible vivirse cuando la imaginación y el saber se conjugan en aras de un aprendizaje. Un verdadero chiripazo que se agradece.
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