Un 10 de mayo y tras el nacimiento de su tercer hijo, mis padres decidieron casarse. Cuenta la leyenda que el documento que avalaba tal contrato social, no lo recogieron hasta muchos años después. 50 años más tarde, doña Lucre y don Checho, decidieron casarse por la iglesia. He aquí algunas reflexiones.
Ella ama de casa y él alguien que lo ha llevado a desempeñar diversos oficios (de estibador a pescador y en algún momento electricista, para llegar hoy a ser campesino cañero), mis padres -a sugerencia de sus hijos-, decidieron celebrar sus 50 años de matrimonio, una fiesta que se fue fraguando en los últimos meses hasta convertirse en un festejo que convocó a familiares y amigos, quienes han estado junto a ellos desde hace mucho tiempo.
De nietos a hijos, pasando por las nueras, todos nos sumamos a una celebración por el gusto de acompañarlos como parte de una historia que -tal ocurre en estos casos- puede ser narrada desde una sonrisa, como de aquellos momentos de tristeza que embarga a un matrimonio que hace poco perdiera a sus señoras madres, a mis abuelas.
Tocó a quien escribe hacer el brindis, palabras que intentaron compartir algunas reflexiones sobre lo difícil que es llegar a una celebración como esta, cuando se es parte de una generación que -quizá y poco a poco-, será más difícil de vivir. Una trayectoria de vida compartida que ha estado colmada de alegrías, sin duda alguna, pero igual de muchos momentos de incertidumbre, de inquietudes propias de un proyecto que ha encontrado en el amor, en la solidaridad, en el entendimiento, en el silencio como en el reconocimiento y la renuncia a un individualismo, la excusa para seguir adelante, aun con los años que han pasado.
Vaya desde aquí un agradecimiento a una mujer y a un hombre a quienes admiro, lo que seguro mis hermanos comparten, como nuestras propias familias en extenso.
Gracias por el privilegio de seguir juntos donde Checho y doña Lucre. Y sí, «¡Cómo han pasado los años!»
Los amamos.
Comentarios
Mi estimado Cuyito, como siempre la lucidez que te caracteriza se pone al servicio de una reflexión sobre nuestros padres, que por mucho supera los apuntes que hice en este blog. Gracias por tu generosidad y recordarnos que como hermanos, efectivamente compartimos un ADN de un par de extraterrestres que han sido nuestros padres. Doña Manuel y do Checho son personas que nos han heredado y enseñado mucho, por eso siempre están como referencias a la vuelta de cualquier esquina.
Abrazos cariñosos hermano
Perdón por ocupar ese espacio para un tema netamente familiar: las Bodas se Oro de Doña Manuela y Don Checho.
Me permito transcribir lo que dice mi papá en relación a su Bodas de Oro: “decir 50 años puede mencionarse de la manera más sencilla que pueda imaginarse. Pero transitar por ellos puede ser una labor titánica, pero teniendo a su lado a una mujer como la que a mi me tocó, cualquier adversidad se puede enfrentar y siempre vas a salir victorioso”. Con esto, todo está dicho del porqué han llegado a más de 50 años de vida en pareja.
En la familia solemos bromear, por las condiciones singulares de nuestro padre a sus 70 y más, que puede que no sea de este planeta: no padece ninguna enfermedad (dice que no se acuerda de la última vez que tuvo gripa), su salud es envidiable, su condición física y energía pone en apuros el vigor de cualquiera menor a los 30, sus hábitos de consumo ponen en entredicho los argumentos de la alimentación saludable de nuestros días y su forma de ver la vida y su consecuente actuar (termina dando consejos de autoayuda a su victimario) parecen indicar que es de otro planeta… ¡una especie de extraterrestre!
Pero cuando Don Checho refiere que teniendo al lado a una mujer como la que le tocó puede salir victorioso de cualquier adversidad, pues no queda más que reconocer en mi mamá, Doña Manuela, también un espécimen de otra galaxia, ya que para compartir, discrepar, tolerar, contradecir, coincidir, callar, discutir, enojarse, reír, comunicarse, vivir y amar en lo cotidiano a un extraterrestre, se requiere también ser de otra planeta, así que Doña Manue y Don Checho forman una pareja singular que a partir de la decisión que tomaron siendo casi adolescentes (se conocieron desde la primaria y seguro desde entonces uno de los dos puso el ojo en el otro) han construido una vida de amor a su manera, la cual el 11 de mayo pasado, se “redujo” en un segundo a la dicha y felicidad que sentí en ellos cuando los abracé después del acto religioso.
Habiendo compartido prácticamente toda una vida, ¿qué se les puede decir? cómo tímidamente preguntaba el Padre en su intento de sermón. En lo que a mi me corresponde aprovecho para agradecerles y manifestarles que me siento plenamente feliz y orgulloso de lo que soy a partir de lo que son ustedes (¿extraterrestres?). Es evidente la herencia genética que nos han legado en el color de piel, estructura corporal, pelo… la nariz aguirreña (ya no tan evidente); pero me gusta creer que así como hay un ADN biológico también hay uno de conciencia, que tiene que ver con una especie de código donde se transmite información, creencias, valores y saberes que se aloja en alguna parte del ser e influye en nuestro comportamiento. En ese sentido, siempre he pensando que lo mejor de ese ADN me fue heredado por ustedes en casa a través de la convivencia y ejemplo cotidianos. A menudo cuando tengo que regresar algún cambio que la cajera de un súper me dió de más y me miran de manera extraña, solo sonrío y pienso en ustedes agradeciéndoles esas enseñanzas. Estas pequeñeces procuro llevarlas a todos los ámbitos de la vida, por lo que más que preservar el código genético en las generaciones futuras, me alienta y emociona la quimera de poder heredarles su ADN de conciencia, ya que sería la mejor forma de honrar y perpetuar lo que en esencia son ustedes: seres humanos ejemplares que en sus actos han significando el amor, no el de color de rosa, sino el amor de todos los días.
Así que gracias por decidir, hace más de 50 años, hacer vida en pareja. Como fue en el origen con el big bang, de la nada con esa decisión, todo fue posible para nosotros.
¡Gracias infinitas!
Deja un comentario