El adiós a José Luis Perales

Quienes me conocen saben que la música y sus ejecutantes han estado cercanos a mi desde siempre.

Desde aquellos días de infancia cuando mi papá o mi abuela paterna ponían música en casa, la educación sentimental de su servidor, comenzó a tener sentido. Más tarde a aquellos boleros y la música tradicional mexicana se sumarían a otras propuesta, como fueron las agrupaciones musicales en los 70, que bien podían ser definidoras del pop en aquel entonces. Años después, ya de joven y a punto de entrar a la universidad, la cercanía a mi señora madre, permitió el acercamiento a otras fórmulas musicales, baladistas que -en sus propuestas-, también encontré una experiencia musical particularmente significativa.

Es así que hacia mediados de la década de los 80, comencé a explorar, a buscar en el mercado musical al que, desde Cosamaloapan, Ver., se tenía acceso a través de la discoteca El Disco de Oro (si mal no recuerdo) y en la XEFU (la radiodifusora de mi ciudad). Fue entonces que descubrí a un cantante español que -en su primer disco-, se mostraba recostado en un árbol, con guitarra en mano y con un fondo de coníferas. Aquella imagen que particularmente me pareció atractiva, me llevó a adquirir aquel disco. Allí descubrí la propuesta de quien ahora sé, nunca deseo ser más que compositor, pero se atrevió a tomarle la palabra a un productor, para más tarde convertirse en José Luis Perales.

Tiempo de otoño (1979), sería para mis gustos (seguro por lo entrañable), el disco que mayores éxitos reuniría en su carrera musical: «Me llamas», «Un velero llamado libertad», «El amor», «Tú como yo», entre otras, componían aquella obra que me hizo ser alguien tan parecido al que sigo siendo hoy: cuando una propuesta musical me agrada, sigo al responsable hasta reconocer que forma parte de mis gustos y acervo musical, de la banda sonora de mi vida.

Luego vendrían otros discos: Nido de águilas (1981), Entre el agua y el fuego (1982), A mis amigos (1990), En clave de amor (1996), de los que recuerdo llegué a adquirir. Mas tarde, ya en Veracruz, me encontré con Por si quieres conocerme (1979), Con el paso del tiempo (1986), Sueño de libertad (1987); hasta llegar a su último y penúltimo trabajo: Calle soledad (2012), Calma (2016), a los que he accedido en su formato en físico.

Es precisamente en Calle soledad, donde la canción «Cómo duele el aire», le permite a este cantautor conducirnos por las formas en que compone, para lo cual, acompaña al disco de un documental en dónde habla de su vida como cantante, compositor, pero sobre todo, nos muestra el universo, la atmósfera que lo rodea cada ocasión que se sienta componer, un material que por estas y otras razones, suelo emplear algunas ocasiones en mis clases, cuando considero oportuno compartirlo, para que los estudiantes vean cómo se crea, lo que importa el oficio, la imaginación y disciplina que caracteriza el acto de componer de un cantautor, pero igual lo que, en el marco de una investigación se puede llegar a procurar.

Escribo estas palabras en reconocimiento a lo que este compositor llegó y sigue representando en mi vida. Tanto que en días pasados tuve la enorme fortuna de estar en uno de sus conciertos de la Gira Baladas para una despedida; la misma que escuché junto a mi esposa, cantando (desde mis incompetencias vocales) las letras de aquellas canciones que me llenaron de emoción hasta la lágrimas en tres cuartas partes del concierto.

Escucharlo cantar y reconocer que el viejo sigue teniendo la misma voz de siempre, la misma humildad de quien el destino llevó a ser un cantante exitoso, sin necesidad de confiar en su físico. Reconocer que aun cuando era la primera ocasión que visitaba Xalapa, podía ser testigo de la forma en que un auditorio, lleno hasta las lámparas, coreaba sus canciones. Sentir envidia de la buena, cuando la pareja que estaba a un lado, cantó una canción que no recuerdo haber escuchado nunca; el mismo que con expectativas al hombro, llegó y esperó que cantara precisamente esa hermosa canción a la que he hecho referencia antes. O «Me iré calladamente», en la que reflexiona sobre lo por hacer aquel día cuando tenga que decir adiós y se apaguen las luces. Un momento que ha llegado hoy, entre cuyas razones dijo era despedirse con buena salud y con el deseo de disponer de tiempo para estar con sus nietos; pero sobre todo, por el deseo de volver a aquel lugar donde se ha dedicado a andar en busca de las musas, pues ha dicho, seguirá componiendo, pero ya para él no será con las luces sobre el escenario.

Hoy que escribo y busco información para alimentar estas reflexiones, veo que el pasado 2019, se ha editado la obra Mirándote a los ojos, que reúne «Recuerdos, retratos y melodías perdidas» se dice en la página consultada, lo que seguro puede ser la última de las entregas que quisiera tener de este cantante, a quien le hemos dicho adiós en Veracruz.

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