El Convid-19, un virus que tomó por asalto el mundo entero, ha hecho ver la suerte de un modelo económico que, entre otras variables, ha definido estilos de vida preferentemente vinculadas a la ciudad y sus formas de consumo. Pero también, en el terreno educativo, ha demostrado que aun cuando se ha escrito mucho sobre la necesidad de transformar las prácticas educativas para comenzar a descentrar el aula, un buen porcentaje de su comunidad, sea docente o estudiantil, sigue concibiendo lo presencial y el aula, la condición y el espacio primordial para promover experiencias de aprendizaje. Aun cuando en la literatura especializada se ha venido hablando de lo contrario.
En ese contexto, si bien son muchas las variables que tendríamos que comenzar a atraer al análisis de la experiencia educativa provocada por la pandemia, ya hay quienes han comenzado a trazar algunos caminos para comprender y explicar lo porvenir; donde vuelve a subrayarse como clave hacer de la investigación educativa y la formativa, ejes sobre los cuales se siga promoviendo la reinvención de las concepciones y prácticas que caracterizan la educación, frente a los retos que ya vislumbra la «nueva normalidad»; la misma que se asume como una condición que -quizá- defina los giros que deben considerar las instituciones educativas frente a lo que -dicen los especialistas- será un virus que siempre estará junto a nosotros y que puede regresar tan agresivo como ha sido con otros males parecidos, en otros momentos históricos. Incluso una virologa asiática ha dicho que apenas es la punta del Iceberg.
En fin, que lo que toca a quienes nos dedicamos a la academia, es seguir reflexionando sobre nuestras viejas concepciones pedagógicas y lo que ahora serán las nuevas prácticas educativas, especialmente en el terreno de la interacción humana como también en los modelos o estrategias que definamos para sensibilizar(nos) frente a los retos que será el advenimiento de una realidad educativa novedosa, distinta, trastocadora de ancestrales concepciones, para la que tampoco estamos preparados. Y ahí, los docentes, tenemos un agenda pendiente para trazar caminos o itinerarios de aprendizaje que puedan definir el rumbo de la universidad.
Es en ese contexto, que recupero un tanto la experiencia que hemos tenido en una experiencia educativa en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Veracruzana titulada Experiencia recepcional, un curso en el que los estudiantes realizan un trabajo académico por escrito, en donde deben demostrar conocimientos disciplinares, teórico-metodológicos, además de algunas habilidades y valores para poder enfrentar el reto de plantearse un problema de investigación e indagar sobre él.
Si bien hay mucha literatura en donde se habla de la dificultad que tienen los universitarios para demostrar estas competencias (emplear como adjetivo y algoritmo de búsqueda «dificultades en la alfabetización académica de universitarios», arroja en apenas 0.80 segundo 2,950,000 resultados), verlo, sentirlo, palparlo de cerca, puede hablar de lo que como académicos hemos dejado de hacer, pero también de lo que los estudiantes han dejado olvidado en algún lugar.
Si bien como docentes interesados en la enseñanza de la investigación reconocemos que al ser una experiencia educativa que se cursa, el producto es una evidencia de aprovechamiento antes que una investigación per se, donde como titulares somos responsables de enseñar y dar seguimiento al proceso de avance que observan en sus proyectos los estudiantes, lo cierto también es que cuando hay dificultades en los perfiles o en la materia prima, es arduo complejo, difícil y en ocasiones desalentador, ver que los jóvenes tienen debilidades ligadas al poco manejo que tienen de las fuentes de referencia, a la poca habilidad para buscar, seleccionar y apropiarse de información que facilite fundamentar teóricamente su trabajo; pero sobre todo, la dificultad para el manejo de un lenguaje académico y formal que muestre los conocimientos empíricos y académicos que potencialmente han podido alcanzar a lo largo de su formación como universitarios.
Sin duda en lamentable, triste, doloroso apuntar esto, pero las evidencia es muy contundente: de una veintena de estudiantes que sólo 3 estén en situación de concluir con sus versiones en borrador, tras 4 meses de trabajo constante y permanente, es preocupante: pero sobre todo nos tendría que ocupar, pues algo hemos dejado de hacer sus profesores.
De tal suerte que si como se dice en el Modelo Educativo Integral y Flexible (MEIF) de la UV, se deben promover conocimientos teóricos, heurísticos y axiológicos, como ejes fundamentales en la formación de nuestros estudiantes, la invisibilidad de lo teórico, se muestra en la ausencia de los dominios que al respecto tuvieron que haber recogido, adquiridos, desarrollado en cada uno de los semestres que le anteceden a la llegada de experiencia recepcional, pues por reglamento, ya tuvieron que haber cumplido con el 75% de sus créditos. Sin dejar de mencionar valores que le serían propios a tal experiencia, como sería la disciplina, la responsabilidad, el diálogo, 3 ejes sobre los cuáles suelo montar mis clases.
Si bien ha sido complejo en esta coyuntura cumplir con el periodo escolar, en lo particular, en una experiencia como esta, como siempre lo hacemos, se han empleado múltiples recursos para favorecer el aprendizaje en un ambiente virtual: manejado fuentes de referencia, compartido ejemplos para cada uno de los apartados que compone un trabajo de este tipo; se retroalimentaron oportunamente cada uno de los avance que semanalmente se solicitaron; se realizaron tutoriales, se grabaron aquellas sesiones que se consideraban claves para luego hacérselas llegar a los estudiantes. En otras palabras, se procuró un acompañamiento académico mediado por las TIC que para este curso en particular parece no les funcionó a todos.
Lo cierto es que aquellos que cumplieron desde el inicio paso a paso con lo requerido, atendiendo los criterios y lo retroalimentado, fueron muy pocos. Si fueron 12 quienes dijeron que querían hacer sus trabajos recepcionales, sea en la modalidad de tesis, tesina o monografía, la mayoría se fue quedando en el camino por razones que ellos tuvieron y sobre las cuales decidieron. En muchos de esos casos, por la evidencia que tengo, más que problemas de disposición y acceso a la tecnología, fue por actitud y la impericia o falta de conocimiento que muchos mostraban a la hora de presentar sus avances y la dificultad para atender instrucciones y recomendaciones que se fueron estableciendo con cada grado de avance.
Hoy que estamos a punto de terminar, los 3 que están concluyendo y a quienes he agradecido su interés, la disposición para dar continuidad a su trabajo recepcional, pero sobre todo lo novedoso de sus objetos de interés como la solvencia para darle sustento académico a sus proyectos, es encomiable. Seguro por sus perfiles competenciales, pero sobre todo por las ganas, la disciplina y responsabilidad con que asumieron su rol de aprendices y autogestores de su conocimiento. Digo esto porque leerlos me entusiasmó mucho, acompañarlos ha representado un compromiso para sacar entre todos un tema de interés que partió de un par de premisas que para mi han sido claves siempre: un tópico cercano a sus intereses personales y del que se pudieran enamorar, incluso apasionar. Pienso que esto jóvenes lo han logrado.
Comentarios
Me parece que la investigación ha sido un asunto pendiente en la facultad desde hace mucho tiempo, maestro.
Creo que también habría que revisar lo que de manera teórica, como bien apunta, se revisa en las clases como para dar fundamento a sus trabajos recepcionales; si no me equivoco creo que se ha pasado a una visión instrumental y del solo «saber hacer» y se han abandonado otros objetivos en la formación.
Me da gusto saber que tenemos personas comprometidas con su formación quienes atravesaron una experiencia de investigación de su mano. Muchas felicidades a usted y a ellos por el esfuerzo.
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