Del cementerio de los libros perdido y el ya entrañable Ruiz Zafón

Hace algunos años, cuando aún no egresaba de la licenciatura, uno de esos estudiantes con los que resulta un deleite platicar,  al calor de una amena charla en mi cubículo de la FACICO, me preguntó cómo hacía yo para decidir comprar un libro. Le dije que de manera muy simple, me dejaba guiar por mi intuición y a veces el sentido común. Le dije que a mi me encantaba entrar a una librería e invertir largo tiempo revisando sus estantes, detenerme en el título de alguna obra, ponerme a revisar su cuarta de forros y cuando la ocasión lo ameritaba, me iba a la biografía del autor; sin dejar de señalar lo que para mi resultan las buenas portadas de los libros como los mismos títulos, pues ahí encuentro motivos para dejarme atrapar por la emoción o alguna expectativa, sea una novela o un texto académico.  

Refiero este pasaje porque algo así he dicho me ocurrió con Luis Eduardo Aute (lo mismo con Arlinda Caballero, Magos Herrera, Iraida Noriega, por ejemplo), pues al salir de una actividad en la USBI del Campus Mocambo, al paso me quedaba aquella librería que -me parece- administraba Porrúa y que se encontraba en lo que hoy es un espacio educativo para los niños que le guste la robótica. En busca de un libro de teorías de la comunicación que previamente había visto, me dispuse a revisar los estantes. Y en uno pegado a las paredes de cristal, me encontré en exhibición La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, publicado en el 2008 por Planeta en su colección Booket. Lo que me atrajo -por supuesto- fue su portada: sobre la banqueta de una calle desolada y en medio de un húmeda neblina, un tipo de gabardina camina con un niño a quien lleva de la mano. En primer plano, una farola apagada terminaba por mostrar los elementos de composición de aquella imagen. Al poner atención, algo que llamó sin duda la atención, es un m

otivo decorativo que acompañaba al nombre del autor, una suerte de gárgola terminaba por provocar y sellar la identidad al nombre del autor. 

Por supuesto que dí la vuelta a la edición y me encontré con una llamada del The Washington Post, en donde se decía que aquellos que disfruten de novelas conmovedoras y el suspense teníamos que correr a comprar en la librería más cercana ese libro. Volteé a ver la foto del autor y aquellos ojos detrás de unos espejuelos me terminaron por convencer de comprar el texto. Llegué a casa de ustedes y como suelo hacer, lo acomodé en mi librero, donde previamente tenía ordenado otros títulos que suelo leer poco a poco.

Terminó por llegar el día en que tocaba abrir La sombra del viento y al leer en la solapa «Un amanecer de 1945, un muchacho es conducido por su padre a un misterioso lugar oculto en el corazón de la ciudad vieja: El cementerio de los Libros Olvidados. Allí Daniel Sempere encuentra un libro maldito que cambia el rumbo de su vida y le arrastra a un laberinto de intrigas y secretos enterrados en el alma oscura de la ciudad», la emoción me hizo presa, la misma que se mantuvo a lo largo de las 569 página que en esa edición componen lo que ya para entonces era una obra aclamada en muchos países, con más de 10 millones de copias vendidas. 

Rememoro estos pasajes de esta aventura lectura, porque con tristeza me he enterado este viernes 19 de junio del 2020 que, en la ciudad de Los Ángeles, Carlos Ruiz Zafón, perdió la batalla con su cáncer de colón, lo que me entristeció pues hacía apenas unos minutos que había reacomodado su tetralogía en uno de mis libreros, tras la solicitud de mi esposa Silvia para que le propusiera otro libro después de haber concluído Largo pétalo de mar de Isabel Allende. Así que los acomodé en el entrepaño junto al García Márquez, Dan Brown e Idelfonso Falcones, sin imaginar que al revisar los mensajes en mi celular media hora después, Maya, mi asistente y la Dra. Veytia, me preguntaban si ya sabía la noticia: Carlos Ruiz Zafón había muerto.

El tipo que había decidido escribir una obra  para meterla a un concurso de literatura y había perdido, que de no ser por Terenci Moix (Sugiero lean de éste autor Garras de Astracán) quien insistió para que el libro se publicara, hubiera dormido el sueño de los justo o bien tendría que vivir una travesía diferente para conocer la luz. Lo cierto es que La sombra del viento, como las buenas recomendaciones, comenzó a ser conocida de boca en boca, hasta lograr convertirse en un best seller internacional. Más allá de este dato mercadológico, lo cierto es que como lectores vivimos una entrañable aventura junto a su protagonista Daniel Sempere y personajes como su eterno amigo Fermín; fórmula que se repite en su siguiente entrega: El juego del Ángel, que en El prisionero del cielo y la que cierra su tetralogía: El laberinto de los espíritus. 

En cada una de estas entregas, Ruiz Zafón va configurando un universo imaginal que se recrea en elementos históricos, míticos, fantásticos, al tono y color de una atmósfera propia de la literatura gótica, con su buena dosis de suspenso y aventura. De la mano de Daniel Sempere, el autor nos atrapa como lectores, quienes en medio del asombro, del gozo, de la emoción visitamos una Barcelona que por momentos también es un personaje que desborda historia en su dimensión política, social, cultural, incluso ideológica. Particularmente emotiva y contrastante, en el contexto de un periodo español especialmente duro para quienes al margen del orden y en pleno uso de su libre albedrío, se mueven historias, pasajes, intrigas de la mano de personajes con los que el lector se deja llevar, personajes que se mueven en los márgenes posibles, siempre en aras de la búsqueda y el encuentro con los sueños, las creencias, las utopías.

En cada una de estas entregas, si algo da unidad a la serie además de su hilo dramático, son sus portadas, en tres de las cuales la infancia o la inocencia, según se vea, están presentes en un contexto urbano que los revela o los acecha; a excepción de la tercera entrega, donde la silueta de una mujer ataviada de una gabardina y al amparo de una atmósfera húmeda, camina. Una fémina que será en su condición de género, el personaje clave en El laberinto de los Espíritus, donde Sempere ya de adulto junto a su esposa y su amigo Fermín, busca resolver el misterio de la muerte de su madre, siempre al acecho de la conjura de un régimen opresor, que hace de la clandestinidad el método para perseguir y desaparecer, castrar sueños y esperanzas. Es en esta entrega donde se le aparece y cobra vida Alicia Gris, uno de los personajes más exquisitos y mejor perfilados de la literatura en español, desde mi humilde opinión; por lo que pienso no podía cerrar mejor este serial literario de Carlos Ruiz Zafón,  quien con la entrega de una historia épica en su tono, daba por concluida la historia de una Barcelona que aprendió a revisitar y revientar desde la distancia. 

Tras la muerte de este barcelonés, lo que nos queda es volver a deleitarnos con su literatura, pero además, hacerse de la trilogía de literatura juvenil que previo a La sombra del viento, había hecho. QEPD.

 

 

Comentarios
  • Genaro Aguirre Aguilar
    2020-06-21 9:23 AM

    María Guadalupe :
    Estimado Dr. Genaro:
    Todavía estoy impactada con la noticia, sin embargo, disfruté la manera en cómo relata desde su experiencia la tetralogía de Ruíz Zafón, pero en especial me llama la atención la manera en cómo usted selecciona un libro, pues me imaginé mis visitas a las librerías, y suelo hacer una dinámica similar, y recuerdo muy bien que algo parecido me sucedió cuando vi la portada y el título de la Sombra del Viento, y poco a poco ir leyendo su tetralogía, que precisamente en esta cuarentena me dí un espacio para releerla.
    Saludos cordiales
    Guadalupe

    Estimada doctora Veytia:
    Agradezco su comentario.
    Considero que quienes tenemos hábitos de lectura, pasamos por el mismo tipo de experiencias a la hora de decidir qué leer. Y sí, en el caso de La Sombra del viento, la portada ha sido clave.
    Saludos

  • María Guadalupe
    2020-06-20 8:12 PM

    Estimado Dr. Genaro:
    Todavía estoy impactada con la noticia, sin embargo, disfruté la manera en cómo relata desde su experiencia la tetralogía de Ruíz Zafón, pero en especial me llama la atención la manera en cómo usted selecciona un libro, pues me imaginé mis visitas a las librerías, y suelo hacer una dinámica similar, y recuerdo muy bien que algo parecido me sucedió cuando vi la portada y el título de la Sombra del Viento, y poco a poco ir leyendo su tetralogía, que precisamente en esta cuarentena me dí un espacio para releerla.

    Saludos cordiales
    Guadalupe

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *