Docencia y docentes en tiempos de pandemia

Sí, la pandemia provocada por el Convid-19 ha terminado por mostrar las inconsistencias en el terreno educativo, pues entre otras cosas, ha exhibido y desnudado la forma en que el modelo económico neoliberal ha subrayado las diferencias entre los países del centro frente a todos aquellos que desde las periferias del Sistema mundo, procuran generar las condiciones mejores para enfrentar el reto de educar en la contingencia sanitaria global.

En ese contexto, también ha mostrado la forma en que las instituciones educativas han implementado políticas, estrategias y recursos para favorecer el trabajo de gestión académica en términos de la administración como de la enseñanza-aprendizaje. Aquí también, dependiendo desde dónde se esté ofreciendo un servicio educativo, serán las condiciones de la gestión para procurar los recursos, los medios y las capacidades para que su comunidad tenga la posibilidad de definir entornos educativos virtuales lo más eficientes para educar en la virtualidad.

En el terreno formativo, ha habido instituciones educativas que han venido implementando programas de formación docente para facilitar la adquisición y desarrollo de conocimientos y habilidades para incorporar las TIC a las prácticas docentes. En otras palabras se puede decir, que hay instituciones que, en medio de sus circunstancias, posibilidades y visiones, han respondido razonablemente a esta coyuntura apremiante, pero en otros casos, esto no ha sido posible.

Al tenor de estos apuntes, toca -finalmente- al docente ser la figura desde la cual pulsar si estamos o no entendiendo o dimensionando el papel estratégico que jugamos en estos momentos, para coadyuvar a un servicio educativo de calidad para el que no estábamos preparados. Con otras palabras se diría, que toca al profesorado encarnar lo mejor o peor que puede caracterizar la calidad educativa de un colegio o universidad en el terreno de lo práctico y real, en un contexto apremiante como el que estamos viviendo hoy con el Sars-Cov2.

Y a ello, no sólo las competencias disciplinarias, pedagógicas, didácticas, digitales, comunicativas o de gestión al que se obliga el grueso de los docentes son importantes en estos tiempos pandémicos, sino también se nos exige una nueva razonabilidad y otras forma de ser sensibles ante la situación que viven nuestros estudiantes. Es decir, desde lo socio-emotivo y el tipo de inteligencias de las que podamos echar manos para administrar y gestionar nuestra actividades académicas, estaremos encontrando y generando los mejores escenarios y territorios de una pedagogía en tiempos del Covid-19.

Algo que parece muchos colegas no tienen o de lo que no e han dado cuenta, no sólo por subutilizan las TIC o de plano no saber qué hacer con ellas, sino que dejan ver que, aun en un contexto virtual, el encuentro entre un docente y sus estudiantes, sigue siendo un ejercicio dialógico, aun cuando se recrea en un territorio emergente, al colocar a los dos agentes educativos en un encuentro intersubjetivo mediado por las tecnologías. Es decir, sujetos con voluntad de ser en un proceso complejo, de formación para el caso de los estudiantes, mientras que para el docente de constitución y responsabilidad de acompañar, conducir, guiar, motivar, proponer desde su expertiz sí, pero también desde una nueva voluntad para buscar hacer lo mejor… No más lo de siempre.

En el contexto de una nueva normalidad educativa, seguro muchos de los que me leen han sido testigos de las experiencia equivocas del ideal pedagógico, al desnudar, exhibir los errores y atropellos en que han caído algunos colegas, en México como de otros países; por lo que vale la pena colocar como punto de inflexión en estas reflexiones, el lugar que debe ocupar en la práctica docente la reflexión sobre nuestro propio quehacer.

Desmarcarse del saber, para dar posibilidad al conocer y con ello vivir un despojamiento de nuestras certezas, como lo plantea Humberto Maturana, al recordar que el saber ancla, entorpece, dificulta reflexionar. Mientras que el conocer invita, provoca, sacude, replantea; por lo que en el contexto de esta pandemia, la comunidad docente debe reflexionar sobre su propio actuar, para autoregular viejas prácticas que han caracterizado su hacer.

Con otras palabras diríamos que si bien es posible entender la actitud y el comportamiento de algunos colegas, no resulta posible su comprensión como para justificar las actuaciones que han mostrado, pues no es difícil identificar, intuir, que mucho de lo mostrado, también suele ocurrir en lo presencial, pues no nos quepa duda: la forma en que se han mostrado malas prácticas docentes, son resonancias de lo que -seguro-, muchos profesores exhibidos, suelen sumar a sus prácticas académicas. No hay forma de pensar lo contrario. Por lo menos en su servidor.

Habrá que seguir trabajando junto a los estudiantes en un encuentro virtual de subjetividades, donde el reconocimiento a nuestra propia condición humana, sea el lugar desde el cuál pensar tópicamente a la educación como el lugar del aquí y el ahora, para reencantar el sentido de comunidad dialogante y dada a aprender, aun en medio del apremio. Y aquí, la sensibilidad es un dispositivo estratégico para nuestras prácticas de enseñanza, después de todo tiene que ver con los sentimientos, con lo estético como también la misma experiencia que como seres humanos podemos tener frente a lo bello. Y ahí, acompañar al Otro debe dignificarse, partiendo del reconociendo de su condición y la mismidad desde donde -en esta pandemia queremos-queremos ser.