Para aquel y este «Arturín», quien me ha acompañado en este
proceso de aprendizaje y me ha sugerido
abordar este tema
Decía Carlos Monsiváis que la educación sentimental en nuestro país, entró primero por los oídos y luego lo hizo por lo ojos; para lo cual fue importante la radio, en especial el papel que jugaron los boleros que, desde Cuba, hicieron nido en la música tradicional mexicana. Ya después vendría el cine, particularmente con la forma de objetivar los placeres corporales, en especial la sensación y todo aquello que fue capaz de expresar o recrear el cine francés en aquellas historias que se daban la libertad de reinventar el beso.
Hoy cuando lo digital ha terminado por trastocar aquellos órdenes de vida, recuerdo cuando Ferrer Arturo y más tarde mi hijo Aldo, me inducían a consumir música a partir de un nuevo formato cuyo resultado era una nueva experiencia que terminaría por sacudir a la industria musical: el streaming; experiencia que más tarde alcanzaría también el mercado del video y las ofertas televisivas.
Explorar en la historia es reconocer que 1999 fue especialmente importante, pues un chavo de 19 años de edad, con algunos conocimientos de programación crea un software al que llama Napster, a través del cual podías compartir libremente la música que tuvieras en tu computadora. Si bien al cabo de un par de años su inventor Shawn Fanning sería un proscrito por atentar contra un orden económico, su nombre llegaría a la portada del Times, pero sobre todo, quedaría registrado como un pionero en un complejo proceso que llevaría a la transformación de la industria musical, como también de las experiencias de consumo. Y con ello el inicio de lo que Alessandro Baricco en su libro The Game (Anagrama, 2019), llama la insurrección digital.
No olvidar que para entonces ya se había inventado el MP3, lo que permitió aligerar los archivos de audio y con ello disminuir el peso digital de los archivos. Es decir, estábamos frente al advenimiento de la comprensión de archivos sonoros que, si bien había una pérdida de la calidad en el audio, lo cierto es que los hacían más manejables y lo mejor: se ponían a circular abiertamente para su reproducción entre dispositivos tecnológicos diversos.
La insurrección digital, vendía en el 2008 cuando Daniel Ek inventa en Suecia Spotify, plataforma de streaming que terminaría por echar a bajo los viejos modelos de negocios de la industria musical. Ya para entonces Apple había creado un mercado de consumo alrededor de este tipo de experiencias, pero sería esta plataforma la que generaría el movimiento telúrico más significativo. Recordemos por aquellos días, la aparición de algunas aplicaciones que también permitían descargar música de manera gratuita, es decir pirata. Y por supuesto, en este recuento del proceso de reingeniería digital no podemos obviar el papel que jugó en su momento MySpace, donde intérpretes como Lily Allen allí encontraron la plataforma para salir a la fama.
Llegados a hoy, las experiencias de consumo musical sin duda se han reinventado por la forma en que las plataformas de streaming han generado las condiciones para que sea el propio usuario quien adquiera y reproduzca la música en la forma que mejor le plazca. Si originalmente Apple Store permitía escuchar unos segundos de alguna canción del último disco que salìa al mercado, mientras Google Play (hoy play music) permitía durante algunos meses escucharla completa completamente un disco antes de comprarlo o hacer una selección de las canciones que más nos latieran para no necesariamente descargalo en nuestra computadora, sino que podría permanecer anidado en el sitio.
Resultado de todo ello y tras la llegada de Spotify, el consumidor como usuario de esta plataforma y similares, podía recrear sus gustos y el placer por la música, no sólo adquiriendo una melodía o un puñado de canciones como el disco mismo, sino que permitía crear listas de piezas musicales para ponerlas a circular públicamente o mantenerla para consumo personal anidada en el mismo sitio: una experiencia streaming, es decir, de consumo de contenidos en Internet, sin tener que descargar los archivos.
Efectivamente, aquella invención de Napster generaría una insurrección que devendría en la constitución de una novedosa cultura digital en el ámbito del consumo musical, para más tarde llegar al video. Hoy, cualquier usuario sin importar tanto su edad, dispone de una oferta y un acervo musical sin precedentes. Si antes en la radio se hablaba en programación de lanzamientos, éxitos y música de catálogo, para hacer referencia al tipo de música en su dimensión temporal que circulaba por ese medio, la experiencia streaming le permite al usuario hacer sus propias listas sin dar cuenta e importancia del todo a la temporalidad de las canciones que integra. Pero también favorece que un artista y su disquera hagan un adelanto de su disco semanas previas a su lanzamiento. Ni qué decir de las ediciones especiales.
Si esto fuera poco, habrá que apuntar algo importante: si antes un disco doble de éxitos podía entregarnos unas 30 canciones, hoy con el servicio en línea, pueden sumar decenas de melodías las listas que elaboramos. ¿Qué nos gusta?, ¿Qué canción recordamos de la infancia?, ¿Qué disco resultó inconseguible en el pueblo donde vivíamos? Todo, prácticamente todo, es posible encontrarlo con una exploración que apenas nos exige unos minutos.
Total, que recrearse en los gustos musicales personales, hoy es una verdadera experiencia degustativa por la forma en que el streaming favorece la reinvención del placer mismo de escuchar.
Comentarios
Mi querido doctor,
Gracias por la dedicatoria. Sólo quiero precisar algunos puntos:
1. El creador de Napster no tenía sólo algunos conocimientos de programación, a su corta edad ya dominaba por lo menos el lenguaje de programación con el que codificó su aplicación.
2. Actualmente hay un debate sobre la calidad en la compresión de archivos musicales, tanto que por ahí también vino el resurgimiento de los discos de acetato, los amplificadores de bulbos (tubos de vacío)… siendo que el archivo maestro de una grabación es digital de origen, ahora el debate radica en la experiencia de escuchar entre lo digital, lo análogo y en vivo.
Hay tela de donde cortar para mantener una buena conversación por horas, pero ahí la dejo para otra ocasión. Te mando un fuerte abrazo, sin compresión digital.
Deja un comentario