El 20 de julio de 1969, buena parte del mundo estaba pegado a su televisor, en virtud de la transmisión en directo de la llegada del hombre a la luna. La misión norteamericana del Apolo 11, con los astronautas Neil Armstrong y Edwin F. Aldrin, conquistaban la carrera aeroespacial en plena guerra fría al ser los primeros en pisar suelo lunar. El pasado 18 de febrero, Perseverance, transmitía su llegada a Marte, en una misión de la Nasa para investigar sobre la posibilidad de vida en el llamado planeta rojo; un acontecimiento que fue transmitido por plataformas digitales en todo el orbe. No obstante, la cobertura noticiosa y convocatoria que en esta ocasión alcanzó tal evento, contrastó significativamente con «el gran paso» que la humanidad diera a finales de los 60 al pisar el satélite de la tierra. De no ser por un grupo de entendidos, puede decirse que la mayor parte de la sociedad en México, no se dio por enterada de este importante acontecimiento. Es cierto, aquella vez fue un ser humano en esta ocasión un robot.
¿Cuál es la razón para que un suceso como este no haya tenido el mismo impacto que el alunizaje hace 5 décadas?, ¿Acaso no era para celebrarse por todo lo que en términos de generación de conocimiento el hecho representaba?, ¿Será que se ha perdido la capacidad de asombro para dimensionar lo que esta conquista puede representarle a la humanidad?, ¿o es acaso el resultado de una ausencia de interés o desconfianza provocada por la coyuntura histórica que vivimos como sociedad hiperconectada?, ¿Será que en el fondo se ha dejado de confiar en eventos como este, por el papel que hoy juegan los teóricos de las conspiraciones o la sobre exposición de contenidos mediático?, ¿Acaso es resultado del lugar que han cobrado nuevos depositarios las creencias humanas?, ¿Qué signos revelan esta ausencia de interés, cuando la humanidad pasa por un momento de apremio pero también de generación y distribución de información de distinto tipo?
Desde el punto de vista filosófico, Pelayo García Sierra en su diccionario de Filosofía dice que las creencias se vinculan a «sistemas socializados de conceptos o ideas que organizan la percepción de partes del mundo o de su totalidad en el que vive la sociedad de referencia» (2021); sin dejar de señalar que las creencias suelen estar compuestas por elementos míticos, como serían aspectos cósmicos o religiosos tanto como racionales. Con esto tenemos que una creencia es un dispositivo mental que tiene una dimensión social por la forma en que la percepción del mundo erige o posibilita un conjunto de creencias desde las cuales se puede organizar, pero también representar.
Por su parte, sobre estos recursos mentales, Juan Villoro apunta que son «disposiciones adquiridas en nuestra interacción con el mundo y con otros sujetos», cuya disposición suele estar vinculado a un objeto en específico, mismo que tuvo que haber sido aprehendido a través de la percepción, la memoria o el entendimiento; pero también aclara que, para la adquisición de una creencia, no hay necesidad que la conciencia opere en ese acto de registro (En Ortiz-Millán, 2007, p. 183). Aun cuando Gustavo Ortiz-Millán hace una crítica a la concepción que sobre las creencias tiene Villoro, al considerarla una definición muy general que no puede aplicarse a contextos específicos, en el ejercicio de exploración y acomodo de ideas que venimos compartiendo, se juzga oportuna la definición de Villoro, por la forma en que la y las creencias son formas del conocer de las que se apropia un sujeto y que pueden llegar a ser resignificadas en el vínculo que una persona tiene con el mundo, a través de las cuales halla un mecanismo de mediación.
Vinculada a estos planteamientos, ¿es posible que una creencia se ligue de alguna manera a la fe que sobre ciertos aspectos del mundo puedan tener las personas? Sobre esto, André Baechler (2015), observa que a menudo las creencias y la fe, suelen confundirse, además de vincularse a lo religioso. Sin embargo, nos aclara que fe en su raíz etimológica viene del latin fides, que no tiene connotación religiosa alguna, pero además se vincula a la raíz indoeuropea bheidh, que conduce a una noción de confianza y persuasión.
En tanto que en el Diccionario de etimologías (2020), se escribe que en el origen de la palabra creencia, proviene del latín, combinando la forma del término como verbo creer en credĕre, el cual posee dos raíces indoeuropeas en *kerd-, en referencia al corazón, y en *dhē-, que refiere a colocar: colocar o depositar en el corazón ese objeto sobre el que se deposita una creencia. Con estas definiciones desde sus raíces puede reconocerse que la fe genera confianza en el sujeto, mientras que la creencia dispone de un acto de colocación en el corazón de aquel objeto en el que se deposita la creencia.
No obstante, el autor de referencia, señala que la creencia es mental, que se afirma y consolida en propiedades personales como colectivas. Para él, la fe descansa en el corazón, anima y se expresa o deposita en distintos registros de nuestra existencia, y aun cuando suele relacionarse con lo religioso, lo cierto es que no necesariamente en ese ámbito es donde se recrea este tipo de manifestación humana. Con todo esto, ¿creencia, fe y espiritualidad son componentes que pueden vincularse para dimensionar, explicar o comprender las formas en que las personas perciben, conocen, interpretan y se vinculan con el mundo?
Recordemos que espiritualidad, es una condición humana caracterizada por el conjunto de principios y actitudes que pueden distinguir a las personas o a un colectivo humano; siempre en dependencia de la doctrina, la filosofía o ideología a la cual se adscriba o se sienta cercano. Y aun cuando las creencias y la fe no tienen porqué ser vinculadas a lo religioso, sí es posible que lo espiritual tenga un componente teológico en principio, aunque puede ir más allá de la religión al ser un elemento esencialmente humano, que no se circunscribe a una razón religiosa aun cuando habite en el imaginario y cuerpo de la persona. El espíritu humano, la espiritualidad cristiana, lo espiritual para enfrentar una enfermedad; la ausencia de espiritualidad en el contexto materialista de una sociedad de consumo, son expresiones que sitúan la espiritualidad en diversos contextos.
El Grupo Ciencia, Razón y Fe, de la Universidad de Navarra, al hablar de la espiritualidad, señala que hay muchos testimonios de diversa índole donde la experiencia humana ha demostrado capacidades que pueden llegar a trascender la naturaleza material de nuestro mundo: la inteligencia, la capacidad para abstraer, de razonamiento, para argumentar, reconocer la verdad y emplear el lenguaje para enunciarla, son cualidades que pueden vincularse al espíritu, lo espiritual y la espiritualidad del ser humano. Por ejemplo, refiere que en «el nivel de la voluntad, las capacidades de querer, de autodeterminarse libremente, de actuar en vistas a un fin conocido intelectualmente. Y en ambos niveles, la capacidad de auto-reflexión, de modo que podemos conocer nuestros propios conocimientos (conocer que conocemos) y querer nuestros propios actos de querer (querer querer)» (2005, párr. 28). Es decir, lo espiritual y sus derivados, es esencialmente humano y atraviesa muchas de las cualidades que caracterizan a la persona.
Entonces las creencias, la fe y la espiritualidad, son disposiciones que nos vinculan al mundo, que no siempre operan desde la razón sino también desde el corazón como propiedades y atributos del ser humano, en donde un objeto es el depositario de ese vínculo personal o comunitario que media entre el sujeto y su realidad, entorno o mundo. A partir de aquí se confía, se cree, se desea; se espera, se generan expectativas, se anhela.
Al tenor de todo lo anterior, volviendo al inicio de estas reflexiones, se supo y conoció de la llegada del hombre a la luna; de las primeras imágenes enviadas desde Marte por Perseverance, pero cuál es la razón para que el impacto haya sido diferente. ¿Acaso no fue igual de importante uno frente al otro?, ¿o es que la duda, la desconfianza, el desinterés, se vincula a otras disposiciones socioculturales del presente que vivimos; donde relatos y narraciones han venido dando constitución a nuevos mitos que se ligan a creencias que devienen en nuevas experiencias de fe y otras tantas formas de vivir lo espiritual?
Si sobre la llegada a la luna hay una serie de teorías conspiracionales; si sobre el papel de la NASA hay toda una retahíla de cuestionamientos por parte de ciertos grupos y comunidades sociales o públicos usuarios de plataformas digitales; si a través de los nuevos medios virtuales o portales informativos se vienen configurando narrativas que erigen otros paisajes referenciales; si en el contexto del reconocimiento a otras epistemologías, los vínculos con la realidad son mediado a través de conocimientos ancestrales, originales, vulgares, empíricos o ingenuos, ¿donde queda la razón y ese conocimiento producto de la racionalidad humana?
Es acaso la configuración de novedosos mitos, como sostiene José Turpín Saorín, que vienen cobrando arraigo en el imaginario de ciertos grupos que encuentran en ellos formas explicativas o comprensivas que los llenan; después de todo «El mito como conciencia arraigada implica actos de afirmación de valores con el afán de vivir en un orden axiológico y experimentado por igual, ámbito de experiencia existencial que constituye la condición de aferrarnos al mundo y, especialmente, acomodarnos a la comunidad.» (2021, p. 3), y aun cuando la ciencia y el mito tiene un mismo tronco común, cada uno de ellos opera desde cierta circunstancia, contexto y episteme, siendo el mito un «recinto donde el individuo», alcanza cierta seguridad colectiva, al representar una suerte de medio explicativo ante la debilidad del logos; al ser una «respuesta matriz» que lleva un vacío en el «absolutismo de la realidad» (Turpín Saorín, 2021, p. 6).
Ayer fue el pie de un astronauta quien pisó suelo lunar, en esta ocasión las patas rodantes de una máquina creada por el hombre, pero un logro al fin. ¿Qué ha cambiado?
Fuentes de referencia
Baechler, A. (2015, 22 enero). Sobre la fe y las creencias. André Baechler. Reflexiones personales. https://a-baechler.net/es/fe-creencias/#:%7E:text=La%20fe%20es%20un%20don,es%20est%C3%A9ril%2C%20embarazosa%20e%20in%C3%BAtil.
De Chile Net. (2021, 16 marzo). DECEL – Diccionario EtimolÃ3gico Castellano en LÃnea. EtimologÃas de Chile – Diccionario que explica el origen de las palabras. http://etimologias.dechile.net/
García Sierra, P. (2019, 4 diciembre). Creencias / Ideologías | Filosofía. http://www.filosofia.org/filomat/df296.htm. http://www.filosofia.org/filomat/df296.htm
José, T. S. (2021). Mito como subjetividad (Una aproximación desde Blumenberg y Kolakowski). Mito como subjetividad (Una aproximación desde Blumenberg y Kolakowski), 34, 1-16. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28164959014
La espiritualidad del ser humano. Grupo Ciencia, RazÃ3n y Fe (CRYF). Universidad de Navarra. (2005, 15 noviembre). Grupo Ciencia, Razón y Fe. Universidad de Navarra. https://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/la-espiritualidad-del-ser-humano
Ortiz-Millán, G. (2007). HACIA UNA DEFINICIÓN JURÍDICA DE REGULACIÓN ECONÓMICA. Signos filosóficos, 18, 181-189. http://www.scielo.org.mx/pdf/signosf/v9n18/1665-1324-signosf-9-18-181.pdf
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