Con regularidad suele circular en redes sociales o los servicios de mensajería alguna infografía o meme que describe o muestra lo que era la vida hace algunas décadas o bien sobre alguna experiencia cultural que nos caracterizaba hace un par de lustros, como resultado del sacudimiento y transformación que ha observado la sociedad a partir del desarrollo tecnológico vivido en los últimos años; lo que sin duda nos entusiasma y nos remite a ese ayer del que fuimos parte y hoy solo habita en nuestra memoria.
Digo esto porque, en el caso particular del consumo televisivo, tendríamos que reconocer que, aun siendo parte de una generación que recuerda aquellas noches cuando la señal de la televisión se iba y aparecían las famosas barras, a lo que vivimos hoy, hay un cambio sustancial, pues ahora la programación es permanente y avasalladora frente a la cantidad de oferta que existe.
Estos apuntes aparecen tras haber visto en un día la nueva temporada de una serie sueca que se ofrece a través de una de esas plataformas streaming que han consolidado un nuevo modelo de negocios y domina el mercado, incidiendo es una experiencia de televidencia como no imaginábamos hace un puñado de años. (Incluso, es curioso pero en el fondo alarmante, decir que cuando estaba pensando el título de esta entrega, en una ventana emergente me decía que esta semana incrementé en un 10% mi tiempo viendo la programación que la versión premium de YouTube).
Destaco esto, porque si bien no soy de los que suelen invertir horas maratónicas para terminar de ver un una temporada, no deja der ser interesante darse cuenta que, mientras en la oferta convencional, siguen siendo temporadas entre 20 y 25 capítulo , en estos nuevos servicios los episodios suelen ser entre 8 y 10. Incluso menos. Por ejemplo, en la serie Young Wallander (Netflix, 2022), han sido apenas 6, lo que termina por colocar a quien le sigue el rastro, con el ánimo de satisfacción, pero no necesariamente con la angustia de tener que estar a la espera de la siguiente temporada; lo que no quiere decir que ésta me haya defraudado, sino porque al ser televidente de la vieja guardia, no suelo depositar parte de mi vida en ese tipo de experiencias de consumo. Después de todo, hay más contenido que ver que la propia vida de cada uno de nosotros.
Digo esto también pensado que, a diferencia de algunos conocidos, sigo siendo aficionado a la modelo de oferta televisiva convencional, por lo que suelo encender la TV y buscar en su menú canales que ofrecen programación en tiempo real, como suelen ser los noticieros, los programas deportivos, alguno cultural y, por supuesto los programas policiacos que -históricamente- han acompañado mis gustos; es decir, aquellos programas a los que debo esperar hasta un año o más, para darle continuidad al gusto.
Pero también es cierto que he venido descubriendo el gusto por algunos programas que se transmiten síncronamente, pero permanecen para la posteridad en YouTube, especialmente artísticos y especializados en temáticas que mueven mi interés académico; lo que me ha permitido ampliar no sólo el menú de posibilidades como público, sino también académico para comprender la forma en que la tecnología ha dado oportunidad a quienes tienen intereses diversos y se apropian de una oferta que llega a romper con las fórmulas o esquemas a los que la TV convencional nos acostumbró, pero también más allá de los propias convenciones.
Decenas, miles de canales en esta plataforma son un abanico inabarcable de posibilidades e intereses para disfrutar de contenidos de todo tipo, pues si la diversidad caracteriza a las sociedades, la cantidad de comunidades que se han venido configurando a partir de estas ofertas alternativas, ha permitido alcanzar a vislumbrar nuevas prácticas, otros hábitos de consumo que -sin duda- posibilidad un nuevo perfil de público/usuario.
Esto no quiere decir que esté de acuerdo del o con todo con lo que ocurre hoy con este modelo de negocios, pero sí que resulta conveniente como fenómeno que se necesita comprender o redimensionar en términos de un objeto que permita indagar, explorar, descubrir los puntos de inflexión para comprendernos un poco más como sociedad altamente tecnológica, pero complejamente multicultural.
Sobre ello estamos
Comentarios
La experiencia ya no es igual ,no hace mucho me propuse de igual forma buscar en you tube programación perdida de los años 80 de las que tengo memoria ,,empezando con la de las 5 de la tarde y caricaturas hasta las series de las 8 de la noche ..he recordado detalles que se así pasaron y volver a vivirlos ,escucharlos es increíble ..siempre imagine como seria guardar tanta furia dentro de uno mismo capaz de convertirnos en un mounstro…eso lo reviví al escuchar a el doctor David Banner..no soy yo cuando me enojo… el auto increible y michael knigth ..un hombre que no existia ..como era eso posible?. Pero bueno mi mente de chiquillo de unos 6 años no asimilaba expresiones.. incluso la opción de tv que teníamos era una en blanco y negro así que cuando escuchábamos del hombre verde ni tenia idea de que era ..ya que lo descubrimos en un viaje que hicimos a casa de unos primos que vivian en ciudad y a la hora de la cena nos invitaron a ver el hombre verde y si era el mismo que yo veía en blanco y negro era verde..wow hasta mi papa lo dijo ..por eso le dicen hombre verde…es verde nosotros allá en el rancho lo vemos en blanco y negro.. he crecido con las nuevas opciones que hay de tv. Incluso al llegar aquí a Veracruz y conocer mas personas mis conversaciones eran de series de tv que me gustaban. Pero me preguntaban si era de cable o de tv abierta. Ahí descubrí que había dos realidades. Eso en el 2000 cuando el cambio de milenio empezaba a mostrar la siguiente opción al conectar una computadora a la lineal telefónica o linea de cable dando opción de entrar a la web. Tardando hasta 10 minutos para cargar una pagina… saludos desde Veracruz dejo mi correo para opción de siguiente dialogo arteaztlan@hotmail.com
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