Estamos a dos semanas de haber iniciado clases, y como suele ocurrir en quien escribe, he regresado a al aula con los ánimos y la intención de procurar, junto a los estudiantes de mis cursos, la generación de ambientes de aprendizaje que permitan la adquisición y el cultivo de saberes, habilidades, valores, preferentemente en ellos, donde tampoco se cierra la necesidad o posibilidad personal para seguir enriqueciendo los míos; tanto en mis cursos de licenciatura como de posgrado.
En este contexto, también haya lugar otro tipo de actividades vinculadas a mi quehacer académico, como es la culminación del proceso de renovación del plan de estudios en el que, desde hace un lustro, estamos en la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana, un ejercicio colegiado arduo y complejo, en el que -como comunidad docente- hemos tenido que entretejer consensos, no siempre tersos por circunstancias propias de una revisión curricular, donde lo académico y laboral cruzan espadas, dijera una estimada autoridad universitaria.
Por otro lado, está la Red para la Enseñanza y la Formación en Investigación (RedEFI) que actualmente coordino, del que también el Cuerpo Académico Entornos Personales de Aprendizaje (ENINA) al que pertenezco, es parte; un proyecto interinstitucional del que participan otros colegas de distintas universidades, junto a quien el año pasado realizamos el 1er. Seminario de Otoño, Docencia para la enseñanza de la Investigación y del que ya preparamos el segundo para este 2023, mismo que iniciará con 3 Conferencias Magistrales desde abril próximo.
Por otro lado, tengo la coordinación del un proyecto de investigación, del que tuve ocasión de hacer un puñado de entregas en este mismo espacio, reflexiones que suelo emplear en mis clases de investigación, para que los estudiantes vayan viendo la forma en que se va desplegando una idea que de una problemática o fenómeno empírico pasa a un ejercicio de traducción en términos académicos, cuando de construir un objeto de interés se trata. Así, los mitos, las creencias, las leyendas, las nuevas espiritualidades o expresiones de fe, por ahora cumplen con una primera etapa de trabajo campo, en la que están colaborando estudiantes de distintos programas educativos y un puñado de colegas y amigos que decidieron acompañarme en esta aventura.
En ese contexto, la producción de conocimiento, tiene un lugar de privilegio, por lo que este periodo -como suelo hacerlo- ya tengo vislumbrados el tipo de texto que quiero escribir como autor único, pero también en colaboración. En tal sentido, me entusiasma el primero de ellos, pues he vuelto a mis orígenes disciplinarios para reflexionar sobre un fenómeno que se alimenta desde la antropología, la religión, la sociología, la historia, la comunicación, además de la psicología social, sin dejar de lado los mismos conocimientos empíricos, lo que me ha llevado a la consulta de viejos conocidos.
Así las cosas, estamos de vuelta en un año más y junto con él, un periodo escolar que espero a todos nos vaya de lo lindo. Ya veremos
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