Mientras en el terreno académico las miradas y los diálogos se centraban en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA), en especial para contrastar los alcances del nuevo chatbot, Bling, de Microsoft vs Google, así como la potencia del Chat GPT, en el submundo de las redes sociales una fotografía que hacía semanas se publicará en la que se ve la forma en que un rayo cae sobre el Cristo Redentor de Corcovado, cobraba una significación distinta, tras la puesta en escena del carnaval carioca y el fenómeno climatológico que azotó algunas ciudades brasileñas durante tales festividades.
Mientras unos reflexionaban o discutían sobre las maravillas de la IA con sus nuevos portentos y lo que pudiera representar para la vida académica, en arte y la ciencia, del otro lado, el castigo y el fin de los tiempos volvía a confirmarse en Brasil como resultado de una fiesta que rendía tributo al mal: en el primer caso, el «endiosamiento» de una tecnología que subraya las fronteras ilimitadas del conocimiento humano y el desarrollo tecnológico, en el segundo, el «endiablamiento» de una festividad cultural de raigambre popular que fue vista con malos ojos por un sector social.
Estos dos casos dejan entrever de qué está hecho un ser humano que, si algo ha mostrado en su devenir, es estar hecho y colmado de contradicciones: por un lado, su fe en una racionalidad científica puesta al servicio del desarrollo civilizatorio, mientras que por el otro, la vigencia que siguen teniendo las creencias religiosas entre algunos grupos humanos. La racionalidad vs el pensamiento mágico.
Esa condición de homosapiens/demens, dijera Edgar Morin, pareciera cada vez más queda confirmado con el tipo de prácticas, creencias y narrativas que circundan la vida de las personas y definen en paisaje heterogéneo, plural, diverso que caracteriza a estos tiempos y que las redes sociales pueden ser el mejor espacio para reproducir estas narrativas; lo que se vincula a formas de entendimiento y conocimiento que bien puede encontrar su lugar en los planteamientos de la transdisciplinariedad que Nicolescu nos plantea, cuando habla de la necesidad de reconocer las regiones mágicas, míticas, religiosas, que caracteriza la diversidad de saberes en sus perspectivas culturales particulares.
En uno y otro caso, es importante reflexionar sobre ello, para no caer acríticamente en lecturas reduccionistas que impiden reconocer y comprender lo que esto llega a significarle a los distintos grupos humanos. Aquellos a quienes la IA augura beneficios y bondades que aún no imaginamos, pero también a esos otros que han encontrado en narrativas míticas, fantásticas paranormales, un asidero desde el cual pensar y reconocerse como parte de este mundo. En todos los casos, estamos hablando de la misma condición humana.
Así, desde la academia y en lo personal, reconozco la importancia del desarrollo tecnológico, pero también me preocupa que frente a la ausencia de habilidades cognitivas y destrezas para la producción de textos académicos, un clic esté la posibilidad de producir un escrito que, en otras circunstancias, algunos universitarios difícilmente alcanzarían; pero también me ocupa dimensionar la forma en que existen usuarios de redes sociales poco instruidos y acostumbrados a verificar la información que circula en esos medios; especialmente como el caso referido, pues hubo productores de contenidos que aprovecharon la ignorancia para hacer un caldo de cultivo mezclando información de eventos y circunstancias distintas, incluso que ocurrieron en momentos históricos diferentes, para construir una narrativa que explotara el morbo, la incredulidad, pero sobre todo un pensamiento mágico ligado a creencias y expresiones de fe, propia de esta era.
Comentarios
Muy acertada conclusión. Si bien la IA es un gran beneficio a la sociedad y a la civilización, la explotación sin control o medida puede llegar a dejar obsoletos, por su mal uso, otros grandes bienes de la humanidad, como el Internet o la búsqueda de información como la conocemos.
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