Entre las cosas que recuerdo de mi época de estudiante, es cuando el maestro Francisco Blanco Calderón, no sugirió en su clase de Teorías de la comunicación, que nos hiciéramos al hábito de tomar nota de aquellas palabras que no entendiéramos con la intención de elaborar un glosario de términos hecho por nosotros mismos; algo que se relaciona a la recomendación que por entonces también nos hiciera el maestro Luis Velázquez Rivera para que, siempre que nos sentáramos a escribir, tuviéramos a la mano un diccionario de la lengua así como uno de sinónimos y antónimos. Desconozco si mis compañeros lo hicieron, pero -en mi caso-, pasó a ser un hábito que hasta la fecha, ya como académico, sigo cultivando.
Esto lo recuerdo hoy cuando, en el contexto de la investigación sobre Mitos, creencias y nuevas expresiones de fe… que actualmente coordino, he sentido la necesidad de volver a adquirir diccionarios especializados, algo que desde que ingresé a mi maestría comencé formalmente a realizar, para que posteriormente en el doctorado este hábito lo reafirmara y por estos días que confirme.
Y es que si bien es cierto, un diccionario, dice la RAE es un «Repertorio en forma de libro o en soporte electrónico en el que se recogen, según un orden determinado, las palabras o expresiones de una o más lenguas, o de una materia concreta, acompañadas de su definición, equivalencia o explicación», suele ser que las definiciones que nos dan de algunas palabras que buscamos, no siempre terminan por aclararnos lo que consultamos, especialmente cuando se trata de aquellos que usamos en el colegio para hallar una definición, su raíz etimológica o correcta forma de escritura. De allí que el apunte que nos hace Wikipedia al respecto de un diccionario, sea oportuno en el contexto de lo que quiero reflexionar. La información que proporciona varía según el tipo de diccionario del que se trata.
Fue en la maestría cuando fui consciente de lo oportuno que era acceder a diccionarios especializados, del que antes no tenía asomo de información. Así, el primero fue un diccionario especializado en Comunicación (hoy hay varios disponibles en línea), para más tarde en una feria de libro comprar uno de Sociología y otro de Antropología. A partir de entonces, en mis clases de licenciatura comencé a promover el uso de este tipo de diccionarios para que, cuando tuve ocasión de colaborar en posgrados, también lo hiciera. Por aquellos días igual adquirí uno sobre estudios culturales.
Ya en el doctorado, vendría un diccionario sobre religiones, sobre el cine español que me regalara una amiga (para ese entonces, me daría por enterado que hay diccionarios de directores mexicanos, de cineastas y de directores del mundo). Llegados a hoy, sigo con esta costumbre, por eso, ya en el contexto de la investigación sobre mitos y creencias en las mentalidades de América Latina, he adquirido diccionarios sobre mitos y leyendas, de religiones en Latinoamérica que me obsequiara recientemente Lalo Barrios, un colega y amigo docente, ente algunos otros tópicos especializados.
Algo que descubre quién se acerca a diccionarios especializados es que regularmente pueden ser coordinados por especialistas, quienes invitan a otros colegas para que colaboren en la obra, desarrollando un eje temático o tener la autoría de alguien conocedor del ámbito disciplinario del que trata el diccionario. De esta forma, el desarrollo de un tema sobre el que se quiere consultar, nunca se agota en la definición o su raíz etimológica, sino que se define, se problematiza sobre el concepto y se hacen recorridos históricos, sociales, culturales, políticos, para que quien lee, tenga un horizonte de comprensión mayor y redimensione el sentido y las propiedades de un concepto.
Por estas y algunas otras razones, les pido a mis estudiantes que si van a consultar algún diccionario para definir conceptos que abonen a la dimensión teórico-conceptual de algún trabajo académico que están empezando, como por ejemplo su tesis, tesina o monografía, accedan a este tipo de fuentes antes que a un diccionario de la lengua o digital de los que hoy existen a un clic, como cuando ante la premura, también se puede seleccionar el término a consultar y con el botón derecho del mouse, buscarlo inmediatamente en Google.
En fin, que así mi relación con los diccionarios, los mismos que disfruto mucho su consultar, particularmente en estos tiempos de un proyecto especialmente complejo al indagar sobre las creencias de las personas que configuran sentido de pertenencia en comunidades recreadas, en las redes sociales, y para lo cual, he tenido ocasión de descubrir existen tantos diccionarios como no lo imaginaba.
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