Mucho se ha dicho: la Pandemia que en el 2020 viviéramos a nivel global, puso en perspectiva los aciertos, ausencias y dilemas que tras un par de décadas, las comunidades académicas y algunos organismos intencionales, venían señalando con respecto a la incorporación de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) para apostar por un cambio de paradigma, cuyo sacudimiento contribuyera a transformar la Educación, de la mano de procesos de innovación que colocaran al centro del proceso educativo, al estudiante; para lo cual se nos demandaba a los docentes el desarrollo de un puñado de competencias que iban de lo disciplinar a lo digital, pasando por lo pedagógico, investigativo y comunicativo, según fuera el organismo o el autor que estuviéramos leyendo. Lo cierto es que el Covid-19 terminó por desnudar y exhibir aquello que no solo no habíamos reconocido sino tampoco dimensionado en su justa medida: las desigualdades institucionales y de las propias comunidades educativas, al haber dejado para después el desarrollo de una alfabetización digital, informacional y mediática en serio y consciente de lo que esto supone en un contexto de profesionalización de la docencia.
En esa perspectiva, el libro que hoy nos convoca, escrito por un apreciado colega, Alberto amírez Martinelli, Cultura digital en el Marco Curricular Común de la Educación Media Superior, entre muchas de sus fortunas, tiene una que especialmente disfruté como egresado de Ciencias de la Comunicación. Me refiero a su Introducción general, en donde se da a la tarea de hacer un ejercicio de aproximación académico y social, del proceso que ha observado el desarrollo tecnológico; una historia que le permite no solo reflexionar sino también problematizar sobre la forma en que la tecnología digital comenzó a tener cabida en nuestras vidas cotidianas para luego saltar al ámbito laboral y poco después al educativo.
En este ejercicio, su autor se permite reconocer a sus potenciales lectores, para quienes resulta importante situar un puñado de constructos que han procurado nombrar el impacto que el desarrollo tecnológico ha tenido en todos los órdenes de la vida. De allí que sea importante que los académicos y estudiantes aquí reunidos, sepan que las computadoras entraron a las universidades para apoyar en tareas administrativas, para que tal coyuntura creara la necesidad de formar a los empleados en el uso de tales recursos. Sin embargo, aquello apenas era el inicio pues más tarde aquellas tecnologías terminarían por convertirse en objeto de interés para las comunidades académicas, una vez que su uso pasó a definir una nueva cultura… la digital, entendida, dice el doctor Ramírez Martinelli, como “el conjunto de costumbres, comportamientos, creencias, valores y posturas que derivan de la relación que tenemos con las TIC.” (2023, p. 11).
Compuesto por 4 capítulos: Cultura audiovisual, Enseñanza de la Informática en Educación Media Superior, Mapa Curricular Común en Enseñanza Media Superior y Estrategias didácticas, más un Prefacio y una Presentación, como lectores estamos ante una obra que es generosa con quien se encuentre frente a ella ,al emplear un lenguaje que resulta comprensible aun con lo formal de su discurso y el empleo de un puñado de constructos que permite asumir una perspectiva académica, incluso teórica, cuando lo que se analiza o plantea lo amerita.
Por ejemplo, en el capítulo I, se habla de la cultura audiovisual donde resulta particularmente significativo el tratamiento que le da a la evolución de la tecnología electrónica y la forma en que fue encontrando un espacio para su apropiación en las aulas escolares. El recuento de la evolución de la TV le permite hacer un recorrido histórico por un medio que ha sido profundamente importante en lo cultural como en lo educativo. Y sí, habla de las telenovelas, pero también de la llega a las aulas de Enciclomedia y lo que supuso y hasta donde se quedó. Tales antecedentes le permiten hablar de la llegada de las TIC a los procesos educativos y la forma en que, de las necesidades informáticas, ofimáticas, para que pronto llegaran los procesadores y con ellos, la facilidad del uso y entendimiento de esta nueva tecnología. Llegaría Windows, Internet, el protocolo triple W y, por supuesto, los dispositivos móviles, YouTube y las redes sociales; pero además la configuración de nuevos códigos y usos del lenguaje. Con todo esto, una revolución tecnológica que incidiría en lo educativo y sus narrativas. Aquí, nuevamente la cultura digital es clave, pero ahora entendida como la forma en que “las personas se han apropiado de teléfonos inteligentes y cómo es que estos objetos denotan estatus y prestigio y les funcionan para realizar tareas de manera más sencilla” (Ramírez Martinelli, 2023, p. 23).
El resultado, un cambio de paradigma a nivel global, la consolidación de un sistema mundo centrado en el intercambio de bienes y servicios, que lleva a algunos autores a hablar de Supercarretera de la información, de sociedad red, de Sociedad de la Información, de la Sociedades del Conocimiento. En ese contexto, en la educación se observa sí, el desarrollo de una infraestructura vinculada a este desarrollo tecnológico, al parejo de la implementación de programas de formación docentes que contribuyeran a definir perfiles de un docente a quien se le exige innovar. La cultura digital, llega a la educación, reconoce el doctor Ramírez Martinelli. Junto con ella el acceso y disposición de recursos que exigen contar con algunas competencias para mediar estratégicamente en los procesos de aprendizaje, pues si bien había una tecnocultura que cobraba arraigo en el proceso de domesticación cotidiana que se hacía de la tecnología, lo cierto es que, de cara a la educación, entonces -como ahora-, sigue habiendo pendientes.
Por eso resulta interesante la forma en que se habla acerca de la enseñanza de la informática en el bachillerato; lo que me lleva a recordar un estudio que hicimos antes de la pandemia sobre las habilidades digitales que desarrollan los estudiantes en ese nivel, para saber el tipo de saberes y habilidades que, según y en aquel entonces el Modelo educativo publicado en el 2017, se decía eran el tipo de competencias que adquirían los jóvenes para enfrentar las exigencias del nuevo mundo como también para abonar al perfil de egreso con que podían llegar a la universidad. Al tenor de esto, el autor nos recuerda que ya desde mediados de los 90, las clases de computación llegaron a la enseñanza media superior, para lo cual nos recuerda que el Programa de Desarrollo Educativo (1995-2000), ya se asumía que la información en el contexto de la informática era sinónimo de avance (2023). Sería justamente a finales del dos mil, cuando vendría la famosa Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS), en la que se posibilitaba -nos dice quien escribe- el desarrollo de competencias “eventualmente transferibles al entorno laboral” (Ramírez Martinelli, 2023, p. 42); una reforma que establecería una armonización con el Modelo Educativo del 2017.
En el capítulo III, Marco Curricular Común de la Educación Media Superior, que se propusiera en el 2022, apunta el doctor Ramírez Martinelli: “es un proyecto de transformación que establece los recursos sociocognitivos y socioemocionales que se movilizan en el currículo para el acceso al conocimiento y la transformación personal y social de los jóvenes, nuevos ciudadanos y agentes de cambio” (2023, p. 47), destacando que para su diseño hubo una amplia participación de las comunidades de ese nivel, quienes se vieron acompañados de especialistas.
A lo largo de este capítulo, el autor desarrolla una serie de apartados en donde apunta, analiza, señala, destaca y sugiere, lo que -como autores interesados en profundizar en esta apuesta educativa-, debe hacerse; donde destaca el papel que se le asigna a la cultura digital, en el contexto de la emergencia sanitaria y no que se tuvo que implementar apresuradamente. En esta cultura, la ciudadanía digital, las herramientas digitales, la solución de problemas desde un pensamiento y lenguaje algorítmico y la implementación de estrategias digitales para innovar en su propia vida colocan al estudiante en el centro del interés pedagógico. Lo interesante de este capítulo, es la forma en que quien lee dimensiona lo que, en términos de una política educativa centrada en los estudiantes de bachillerato, procura. Sin ninguna duda, es imprescindible su lectura, pues las observaciones que destaca y lo que sugiere al profesorado el Dr. Ramírez Martinelli, son más que oportunas, necesarias comprender.
En el capítulo Final, Estrategias didácticas, toma como referencia lo que se ha venido haciendo en el Colegio de Bachilleres del Estado de Veracruz (COBAEV), para lo cual parte del método que, para este colegio se ha diseñado, con relación a la planeación didáctica. De interés, sin duda, las sugerencias que va haciendo para remitir a los interesados, a fuentes o materiales didácticos que el apoyo académico, se han producido.
Así, vamos conocimiento los descriptores, pero también los formatos que, para cada tipo de dato requerido, se han diseñado. Todo se va ejemplificando: datos curriculares, situaciones didácticas, estrategias de evaluación, proyectos transversales, incluida la forma en que deben presentar las fuentes bibliográficas.
Y si ustedes se preguntan si tras lo que venimos observando en el último par de años sobre la Inteligencia Artificial Generativa en el libro se dice algo, sí, efectivamente también se abordan algunos aspectos hacia la parte final de la obra, pero para subrayar que, si la irrupción hubiese sido un año antes de la publicación del libro que hoy nos convoca, seguramente se habría incorporado más información. Pero como dice mi buen amigo Alberto Ramírez Martinelli, “De haber alcanzado el boom actual, el año pasado las progresiones de este recurso sociocognitivo lo contemplarían. Pero así es la innovación, así irrumpen los cambios tecnológicos en las vidas de las personas, en las líneas evolutivas del comercio, el gobierno, la sociedad y la educación” (2023, p. 78). Seguramente, en su siguiente obra, ya conoceremos sus posturas y propuestas al respecto de la IA.
Por ahora, la tarea que tenemos todos, aun cuando nuestro quehacer docente no esté centrando en la Enseñanza Media Superior, es leer esta obra iluminadora y propositiva, cuanto más si somo estudiantes de Pedagogía, normalistas o educadores. O simplemente, porque tenemos la responsabilidad de formar profesionales de la Educación
¡Muchas gracias!
Genaro Aguirre-Aguilar
7 de mayo de 2024
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