De tiempos alcanzados y ciclos c errados

Como suele decirse, no hay tiempo que no se cumpla o bien, todo ciclo que no se cierre.

Escribo esto y lo hago porque el pasado 13 de febrero del año en curso, cumplí 5 años de ser parte de la Junta de Gobierno (JG) de la Universidad Veracruzana, por lo que asistí a la última de las reuniones en donde -mientras yo salía junto a una colega externa- otros nos suplían.

Tal como se los comenté cuando tomé la palabra para despedirme, tras 2 invitaciones que previamente me hicieran sendos colegas, fue en la tercera cuando decidí aceptar la posibilidad de participar en el proceso de selección de quienes pudieran incorporarse a la JG. Como solía hacerlo siempre, antes de decir «Va, acepto participar», lo hablé con Silvia, mi esposa, quien terminó por convencerme de vivir una experiencia como esa.

Y, sin duda, ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida personal y académica, al tener la oportunidad de ser parte de un órgano colegiado como este, cuanto más si terminaría siendo en un periodo en el que correspondía designar al nuevo rector universitario. Pero también al tener ocasión de interactuar con un puñado de académicos e investigadores de reconocido prestigio en el mundo universitario, tanto internos como externos a la propia UV.

Así que, cuando recibí la llamada o los mensajes de quienes estaban en el Consejo Universitario General (CUG) y conocieron el resultado final, para felicitarme por haber sido elegido, sonreí satisfecho y volteé a ver a mi «Peque», pues -curiosamente- veníamos de un viaje que habíamos hecho a Xalapa. Puso su mano sobre mi hombro y me sonrió, haciéndome llegar uno de esos besos que solía enviarme cuando hablábamos de algo y cerrábamos un momento.

Así, en aquella JG conocí a generosos colegas, quienes pronto me hicieron comprender la gran responsabilidad que suscribía tras tomar protesta como integrante de aquel colegiado, la que se fue afianzando con los meses hasta que me propusieron ser el secretario de la junta, para acompañar en la presidencia a la Dra. Leticia Mora Perdomo, justamente para la planeación y diseño del proceso rectoral.

En tal tesitura, redimensioné la gran oportunidad que me daba el ser parte de este órgano autónomo, pero también lo importante que es analizar, debatir y dialogar para alcanzar acuerdos, consensos, aun en medio de las diferencias, pues lo primordial era la universidad, su autonomía y sus órganos para la gestión administrativa y académica de esta Casa de Estudios.

Al calor de sus propias dinámicas, considero también se pudieron entretejer relaciones que -por muchas razones- permitieron reconocer en mis colegas la dimensión humana que nos definía como integrantes de una JG que apostó por el entendimiento entre académicos con disciplinas, trayectorias y generaciones diversas. Eso fue, sin dudarlo, una cualidad que permitió -aun en momentos de tensión propia de un órgano plural y diverso- acuerdos colegiados que mostraron la entereza y templanza de una junta que se reconoció como una unidad integral; por eso matemáticos, contadores, artistas, filósofos, abogados, físicos y este comunicador que les habla, hicimos migas, pero sobre todo acuerdos colegiados siempre pensando en el bien mayor: la UV.

Así las cosas, he dicho adiós a este colegiado que me ha dejado tantas enseñanzas. Tras lo vivido y hecho, puedo sentirme satisfecho y, desde donde esté, Silvia seguro estará sonriendo y diciéndome: «¡Ves, te lo dije!, sí ibas a poder, aunque pensaras lo contrario». Algo que también agradezco a mis colegas que me han despedido, pues sus palabras me llegaron a emocionar, pero también, porque ellos vivieron junto a mí la enfermedad de mi esposa y, al despedirme, también la recordaron. Lo humano, nuevamente, se hizo presente en mi despedida.

Gracias infinitas.

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