Seguro es un hábito común entre las familias y los matrimonios actuales: el hábito de seleccionar entre las ofertas streaming, algunas películas que pueden verse en pareja. Ese era un hábito común entre mi esposa y Yo, aun cuando -mayormente- solía invitarla a que fuera alguna de las que ella seleccionaba y que podían ser decenas.
Es en recuerdo de aquella práctica en nuestra vida que, tras su fallecimiento, comencé a ver las películas que había dejado en su lista, pues siempre dije tenía una sensibilidad muy especial para reconocer en un trailer o en la sinopsis, cuando un filme nos ofrecería una experiencia disfrutable como espectadores. A veces fallaba, pero las más siempre le atinaba.
Así que lo primero que hice fue reconocer aquellas que ya habíamos visto (nunca las quitaba de su lista) y las que eran series. Procedí entonces a descartar las ya vistas (4), las miniseries o series (7) y una de deporte que decidí no ver, pues suelen ser historias poco atractivas para mi, aun cuando en ella era un subgénero que -curiosamente- le atraía, terminando por ser 15 películas que debía ver.
De ellas, leí sus sinopsis (regularmente no me gusta ver los trailers) y me di cuenta que había una media docena de cintas ligadas a casos extraordinarios de personas con problemas de salud, especialmente enfermedades terminales o autoinmunes, en tanto que otras estaban ligadas a personajes vulnerables y en busca de reconocimiento.
Es curioso, entre las primeras que vi fue Pagglait (Bist, 2021), a la que le siguió Más allá del universo (Freitas, 2022), para que después vinieran Cartas a Dios (Nixon, 2010), El diario de Noel (Shyer, 2022), Paddleton (Lehmman, 2019), Abe (Grostein Andade, 2021), Has visto luciérnagas alguna vez (Haznedaröglu, 2021), entre otras que me han acompañado en los últimos 6 meses; en cada una de las cuales, el tema, sus personajes y el tratamiento que les da quien las dirige, abren el horizonte para colocar lo humano en una perspectiva que conjugue lo racional con lo emocional. La ciencia, con las creencias y lo espiritual.
Cintas hindus, portuguesas, brasileñas, norteamericanas, nigerianas, turcas, son un puñado de cintas que permiten acercarse a un catálogo de vivencias humanas relacionadas con la forma en que el luto, frente a la pérdida de la pareja, puede estarse reinventando entre las nuevas generaciones al tomar distancia de los ritos ancestrales ligados a la muerte, como del propio dolor o la tristeza que representa la partida de un ser querido; o bien, conocer la forma solidaria en que -desde la amistad- se acompaña a un amigo en sus últimos días de cáncer terminal, incluida la asistencia ante la decisión de terminar con la propia vida; ni qué decir el caso de una cinta cristiana que muestra la forma en que las creencias de una niña con cáncer, le permite a ella y su familia encontrar sentido en lo espiritual para sortear lo irremediable: la muerte de la infante.
En otro puñado de cintas, acompañe al protagonista en un viaje más allá de la muerte, para procurar comprender la posibilidad de otra vida más allá de la muerte, después de todo, las propias ciencias neurológicas o cognitivas, se han abierto a esa posibilidad. Incluida y, por supuesto, aquella donde un accidente del destino coloca a un joven médico residente y una chica que demanda un transplante, en esas tesituras de la vida donde lo humano se revela como un ámbito de reconocimiento capaz de generar una sensibilidad profesional distinta y, con ello, condiciones de atención y tratamiento más allá de los viejos cánones clínicos o convenciones médicas, donde el paciente es sólo eso o un potencial candidato a un tratamiento experimental.
Es justo esa película la que me convenció como ser humano, académico e investigador, para volverme a hacer preguntas, relacionadas al fallecimiento de mi esposa, un puñado de interrogantes que me han venido acompañando desde su partida, algunas de las cuales las he hablado con mi familia, con mis hijos y uno que otro amigo.
Digo esto y no puedo dejar de sentir tristeza, dolor por lo que viví junto a ella en aquellos meses de lo que pudo vivir en el 2024, donde su condición de ser humano -para mi- fue anulada por médicamente. Y digo esto porqué si algo destacamos del trato que le dieron algunos de sus médicos, fue verla como un ser humano, justamente por una enfermedad tan dura como su cáncer. De eso, a lo largo de su padecimiento fuimos testigos y es algo que admirábamos en aquellos médicos que decidieron comprenderla como ser humano y para luego verla como paciente.
Y es que en Mas allá del universo, estamos ante una película brasileña que toma pasajes de la vida y experiencia del propio director, por lo que estamos ante una obra particularmente amorosa por sus referencias, su tono y una perspectiva particularmente reflexiva en cuanto a los avatares que observa un médico residente que se atreve a ir más allá de las convenciones, para centrarse en la propio paciente y reinventar el protocolo médico, abriéndose a variables que van más allá de una prescripción clínica, dimensionando las expectativas que puede tener una joven que ya ha esperado años un transplante que le permita un mejor bienestar.
Recuerdo la cinta como también aquel día cuando le dije al oncólogo de mi esposa que, más allá de su enfermedad, me preocupaba su extrema delgadez, a lo que sólo atinó decir era por su enfermedad y sus tratamientos. Y sí, en las últimas semanas de vida, supimos que su problema de delgadez y dificultad para comer, era resultado de los efectos secundarios de una radioterapia que había le prescrito el especialista, misma que afectó su esófago haciendo que se contrayera y dificultara poder pasar alimentos, hasta que solo pudo hacerlo con líquido.
Lo que nunca entendí es porqué, si la radioterapia fue en enero, fuera hasta julio y gracias a la consulta de un gastroenterólogo a quienes terminamos por consultar, quien tras unas placas que le mandó a hacer, pudo constatar que la dificultad para comer, era porque la radioterapia había dañado su esófago. Que aquello tenía remedio con una operación.
Por supuesto que se le hizo, pero ya fue muy tarde, la extrema delgadez había minado su organismo, lo que se agrabó cuando el oncólogo, una vez que se le hizo saber que -poco a poco- ya comenzaba a pasar alimento, le prescribió un tratamiento que sería fatal: 4 de los 6 efectos secundarios que las instrucciones de aquel medicamento decían podían presentarse, por lo que inmediatamente se le tenía que notificar al médico. Así se lo hice saber a ella y le pedí que le avisara. Fue tarde, pues combinados tales efectos con el deterioro de su cuerpo, terminaron por ser mortales.
¿Porqué como especialista conociendo los efectos secundarios de una radioterapia a la altura del pecho, no intuyó que su delgadez era porque se le había atrofiado el esófago? En más de una ocasión llamé la atención sobre la delgadez que comenzó a mostrar a patir de marzo. ¿Porqué hasta julio terminamos por conocer los motivos?
Debo decir que primero se le operó y se le puso un dispositivo que le llamaron «balón», el que extendió unos milímetros su esófago y, aun cuando se planeaba hacerle otras 2 de tales intervenciones, se nos habló de una prótesis que se le podía colocar en el esófago para que fuera más rápido corregir su problema. Dijimos que sí, no obstante, al ser de unas dimensiones especiales, terminamos por conseguirla en septiembre. Ya con la prótesis, ella comenzó a pasar alimento; incluso un día me llegó a decir que se sentía contenta pues ya comía mejor, aunque ese aparato en su organismo le generaba molestias al principio.
Así era ella, una mujer en su condición de humanidad que si bien me llegó a decir que ya no sabía qué hacer y estaba desesperada, sonreía a la vida y echaba para adelante. Por eso cuando fuimos a la que sería la última cita con el oncólogo, al escucharlo decir que -dentro de lo que cabía- los resultados de laboratorio como del PET- eran favorables, sonreímos; por lo tanto probaría con otro medicamento. Entusiasmados lo aceptamos. Por supuesto que nunca imaginamos que 4 efectos secundarios terminarían por ser fatales; lo que tuvieron que llevara a la suspensión, tal como lo decidiera ya en urgencias en internistas. Fue muy tarde.
Es por lo que nunca ví en el trato que el oncólogo le dio a mi esposa, que no deja de sorprenderme ver una película como Más allá del universo, al mostrar una experiencia médica desde una sensibilidad distinta. Me pudieran decir que es ficción y es cierto, pero fue algo cercano a lo vivido por quien la dirige. Pero también sé de casos exitosos que son justamente porque el razonamiento y la decisión que toman los médicos para reconocer que sus pacientes son personas, por lo que hay que dar cabida a lo mínimo indispensable: lo humano.
Y son tales experiencias las que debieran ser referencia para algunos especialistas, para que sepan de lo importante que es dar lugar a una sensibilidad distinta, pues desde este lado del paciente y sus familiares, esperamos que nos vean como seres humanos y no sólo como a alguien a quien se les prescribe un tratamiento que esperan les funcione.
Sabíamos que era una enfermedad mortal e incurable, seguro que como especialista también lo sabía, pero es justo por eso que, la importancia de lo humano, es imprescindible. Por eso no entiendo y tampoco podré disculpar que haya sido el único de los médicos de Silvia que no fue a verla al hospital. Le hablaron, lo consultaron… No se presentó y no entiendo porqué, como tampoco que, en la última consulta, haya dicho que dentro de lo que cabía, ella estaba bien. Tres semanas después fallecería mi esposa. Algo que no termino por comprender.
Sí, sé que mi esposa hoy descansa de una enfermedad contra la que luchó con ahínco y que buscamos por todos los medios de enfrentarla, en la que prevaleció la convencional pero nunca dijimos que no a otra posibilidad y por eso lo buscamos también. Eso dimensiona lo humano y nuestras contradicciones, si se quiere, pero donde la razón junto al sentimiento y las creencias, también aprendieron a dialoga y decidir.
Finalmente, ojalá pudieran ver estas películas, en especial la última que refiero. Pero lo mejor es que los médicos la vean. Vale mucho la pena por el valor que a lo humano se le da.
Comentarios
Agradezco sus comentarios Lalo
Saludos
Sorprende la experiencia que ha contado en su entrada, doctor Genaro. Particularmente me llama la atención la conducta que mostró el médico y que lo lleva al cuestionamiento central, considerando que es importante hoy el intentar transitar hacia otras formas de comprensión de la enfermedad y su vínculo con lo humano.
Aquí creo que el problema es de origen en la formación y más tarde en las formas en la que es construída la comunidad médica, parece que hace falta un enfoque humano que les permita dar otro tipo de acompañamiento a las y los pacientes.
Me ha dejado la tarea de revisar estas cintas y series.
Abrazos.
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