Una breve nota introductoria
Las ideas vertidas en estas secciones solamente son apreciaciones personales derivadas de algunas cosas que he leido, algunas otras que he escuchado, pero sobre todo de vivencias que he acumulado, primero como estudiante y luego como profesor. Por lo anterior no pretendo ser original, ni ser preciso y mucho menos sonar como experto, solamente quisiera expresar abiertamente algunos puntos de vista que quizás compartamos o sobre los cuales podríamos tener percepciones totalmente contrarias.
A partir de las coincidencias y divergencias los seres humanos crecemos y mejoramos, por lo que sus opiniones serán de gran utilidad, no solo para permitirme construir mejores ideas, sino para tratar de mejorar mi labor como docente.
Gracias por leer, pero sobre todo, gracias por escribir.
Al principio todo era caos y obscuridad…
Algunas de las preguntas que nos planteamos al iniciar por primera vez nuestra labor como profesores usualmente son las siguientes:
- ¿ Que debo enseñar?
- ¿ Como debo enseñar?
- ¿ Como debo evaluar?
- Para la primera pregunta usualmente la respuesta era inmediata: el programa creado por un profesor anterior, y en el mejor de los casos por una academia, puntualizaba claramente lo que debía enseñarse mediante una lista de contenidos, y en su caso, de actividades prácticas a desarrollar.
- Para la segunda pregunta la respuesta seguramente no fue ni inmediata, ni común para cursos diferentes, ya que es muy claro que la forma en la que se enseña la química no es igual a la que se enseña la fisiología, incluso cuando ambos cursos están para una misma carrera. Usualmente iniciamos repitiendo estilos que nos resultaron agradables y evadimos los que nos fueron francamente desagradables cuando eramos estudiantes, aderezando todo lo anterior con lo que tendemos a denominar nuestro toque personal.
- La tercera pregunta igualmente tenía una respuesta inmediata: «debo evaluar lo que enseñé y lo que le solicité al estudiante que realizara durante el curso, asignandole un valor numerico a cada rasgo«.
Tras los primeros años como docente, posteriormente actualizamos nuestra labor incorporando nuevos contenidos, implementando nuevas estrategias de enseñanza y en ocasiones tendemos a complejizar la evaluación solicitandole al estudiante que realice labores mentales o actividades integrales a partir de contenidos que en forma desintegrada ha acumulando a lo largo de un curso.
Sin embargo en el camino con frecuencia dejamos de lado tres preguntas que parecen fundamentales:
- ¿Para que enseñamos?
- ¿Por que enseñamos?
- ¿A quien le enseñamos?
¿Para que enseñamos?
Resulta muy seductor pero igualmente simplista contestar que enseñamos para formar profesionistas (ingenieros, médicos, arquitectos, biólogos, etcétera). No obstante, y sin afán de sonar pretencioso, la labor de la escuela, independientemente del nivel educativo del que se trate, deberá ser la formación de ciudadanos en el sentido más integral posible.
Por lo anterior:
«el docente no solo deberá fortalecer el intelecto, sino además el caracter y la conciencia de los jóvenes»
¿Por que enseñamos?
Dejando al margen las razones por las cuales muchos de nosotros nos incorporamos a la docencia y el cliché de que enseñamos por que nos gusta, la pregunta está enfocada a reflexionar sobre el rol que jugamos en el proceso educativo.
En la Edad Media, cuando el número de libros sobre un tema en particular era escaso y el acceso a los mismos era un privilegio del cual solo algunos gozaban, la enseñanza era evidentemente un proceso unidireccional ya que el profesor era el medio para acceder al conocimiento de la época. La expresión Magister dixit («El maestro lo dijo) refleja claramente la filosofía dominante de esta época.
En nuestros días esta situación a cambiado radicalmente dado que la cantidad de nueva información que se genera cada día es increíblemente grande y los medios para acceder a ella son cada vez más eficientes. En este sentido, los profesores que aún atrincheran su labor docente tras la información, cada día pierden más terreno ante novedosas formas de trasmitirla.
Aún cuando muchas veces nuestros estudiantes no tienen información sobre lo que enseñamos, seguramente por lo menos alguna vez en la vida nos hemos topado con algunos que ya poseen información previa y/o una enorme facilidad para encontrarla. Dichos estudiantes suelen convertirse en una pesadilla para un profesor que solo informa y en los heroes de sus compañeros que no estudian.
La razón de esta fragilidad docente parte del hecho de que en ocasiones perdemos de vista que la adquisición de información es una herramienta y no el fin de la enseñanza. De aqui que por encima de informar el profesor debe formar a sus estudiantes. Debemos enseñar a acceder, entender, contextualizar y utilizar la información para transformar la realidad. Esa es la razón por la que enseñamos y por la cual la labor del profesor nunca podrá ser sustituida, ya que incluso en las modalidades de enseñanza totalmente a distancia, el diseño, la supervisión de los procesos y la valoración de los resultados seguirá siendo desarrollada por el docente.
Lo antes expuesto no significa que en lo consecutivo debamos omitir la información, sino entender que la información es solo parte de la materia prima con la que debemos enseñar. A este conjunto de materias primas se suma nuestra experiencia y no me refiero con ésto al hecho de haber enseñado lo mismo durante 20 años, sino a claridad que tenemos sobre la importancia de nuestra experiencia educativa en el desarrollo profesional, a nuestra visión integral de la cosas, al conocimiento que tenemos sobre las relaciones que existen entre nuestra experiencia educativa con otras del plan de estudios, a nuestra capacidad de buscar alternativas ante situaciones no previstas y al hecho de que conocemos el estado del arte del sector del conocimiento que abordamos en nuestro curso (hacia donde se dirige actualmente la disciplina, quienes estan generando la información, cuales son las preguntas que aún quedan por responder desde el punto científico o técnico).
¿A quién le enseñamos?
…CONTINUARÁ
“What we do for ourselves dies with us. What we do for others and the world remains and is immortal.”
«Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros. Los que hacemos por los otros y por el Mundo permanece y es inmortal«
Albert Pine, Autor inglés, 1851