El 13 suele ser considerado como un número que tiene mucho de magia, de cábala, de suerte (tradicionalmente aciaga), de místico. En numerosas ocasiones hemos escuchado que el 13 es portador de mala suerte y, por ello, es uno de los números más vilipendiados de las matemáticas y de las operaciones. ¿Ejemplos?, edificios en donde no existe el piso 13, ascensores carentes del botón correspondiente a la décimo tercera planta, aviones que van de la fila 12 a la 14 sin escala alguna, un sin fin de películas que muestran la relación del 13 con el martes y el viernes, lo que me recuerda a la frase popular “en martes 13, ni te cases, ni te embarques”, con el fin de no tentar al destino y terminar en un doble naufragio.
En mi caso, el número 13 tiene un valor distinto, un valor mágico. ¿razones? Muchas, pero ahora solo deseo enfocarme en una: comparto con mi madre el día de nacimiento, no así el mes. Y es por eso que escribo estas líneas a manera de regalo en su cumpleaños. Aunque lo deseo profundamente, me es imposible viajar 13 horas para decírselo al oído y abrazarla como antiguamente.
Mis 13 regalos son 13 recuerdos:
- El recuerdo de tu amor expresado en todas mis fiestas de cumpleaños, festejos marcados por tu amplia habilidad en la cocina: tamales, pozole, barbacoa, mole, chocos, aguas de jamaica y tamarindo, gelatinas de mosaico, pasteles, tartas…
- El recuerdo de sueters, mochilas, chamarras y gorras confeccionados con tus propias manos.
- Tu esfuerzo por cumplir mi deseo de vestir botines. Como bien sabes, la naturaleza de mi pie jamás lo permitió, lo cual agradezco infinitamente.
- Las funciones del Circo Chino de Pekín.
- Los esfuerzos por enviarme al club de futbol infantil.
- Tus desayunos, siempre puntuales, a las puertas de la primaria.
- Los paseos por el parque de los Berros, el parque Murillo Vidal, los lagos. Cada paseo estaba acompañado por un pic-nic, unos churros, un plátano frito o unas papas.
- Tantas noches del 5 de enero y las tantas mañanas del día siguiente.
- El recuerdo de mirada intensa que irradia una emoción desbordante, luz, ilusión por la existencia, brillo, azoro, curiosidad por lo nuevo; una mirada en donde la maldad no tiene la menor cabida.
- El recuerdo de todas la navidades en casa, siempre juntos, siempre felices.
- Tus llamados de atención y consejos, siempre fundados en la idea de evitar las “mancuernitas”, los malos pasos, las faltas de respeto y las bajas calificaciones.
- El recuerdo de tu compañía cada mañana en el viaje de casa al trabajo, siempre a mi derecha, siempre atenta a todo el mundo de la conducción. De igual forma, te dejo el recuerdo de los viajes a Querétaro, México, Puebla, Villahermosa, Cuernavaca, Tenancingo, Veracruz…
- El recuerdo del valor del trabajo que iba desde la división de simples labores del hogar, hasta aquellas más elaboradas como la reparación de alguna tubería, alguna gotera o alguna mejora en la pintura. Siempre trabajamos juntos en ello.
Recuerdos entrañables, de momentos del ayer y reconocimientos a todas las cosas maravillosas que hay en ti, y que alguna manera has sembrado en mi.
Por ello, y por muchas razones más, para mí el número 13 tiene un valor distinto, un valor mágico, lleno de luz, de alegría y de buena suerte…