Una película rara por decir lo menos de Una mirada en la mente de Charlie Swan III, constata la larga tradición genérica que existe en el cine cómico de los Estados Unidos. Aunque no se palpe de forma directa, pero la cinta dirigida por Roman Coppola se inscribe en un modelo de comedia extravagante que se genera a partir de la licencia originada por la comedia screwball.
Las películas de Howard Hawks, Ernst Lubitsch, Frank Capra y Billy Wilder, por citar a los más emblemáticos directores del screwball, permiten entender la singularidad de la pieza del hijo del director de El padrino y hermano de Sofía, la directora de Perdidos en Tokio.
Ahora bien, todavía reconociendo a los abuelos de este tipo de comedia, resulta imprescindible reconocer las huellas más próximas de Roman para entonces identificar a su paternidad directa. En efecto, se trata de una influencia muy cercana que podría entenderse como una mímesis, ya que la colaboración de Roman con Wes Anderson ha sido muy estrecha en los diferentes niveles de la producción cinematográfica.
Y es que Coppola ha trabajado muy de cerca en las películas del director texano Wes Anderson. Roman le escribió Viaje a Darjeeling y Moonrise kingdom, por ello es que en Una mirada en la mente de Charlie Swan III se capta un estilo sintáctico fragmentado –a veces de postal y casi siempre a manera de sketch–, preocupadísimo más por la minuciosa confección de los personajes que por mantener en sí un hilo narrativo.
Es como si los personajes importaran tanto o más que el relato en sí. De ahí que se note aún más la confección del vestuario, el diseño de arte y los diálogos de estos freaks de Una mirada en la mente de Charlie Swan III, en la línea de extravagancia de Los Tenenbaums: una familia de genios y La vida acuática de Anderson.
Y quizás un defecto de la película de Coppola sea abusar, precisamente, de lo estrafalario de los personajes en menoscabo de un guión débil en cuanto a situaciones y premisa. En lo personal hasta pondría en duda la calidad de los sketches con excesivas concesiones; sin embargo, habrá que reconocer que los propios personajes disparatados levantan el interés del filme, como cuando Charlie canta en portugués Aguas de marzo en pleno truene amoroso.
Pero, asimismo, se nota que es totalmente deliberada esta asunción del personaje principal, delirante y surrealista como en la escena de las apaches y Bill Murray en plan de John Wayne, porque intenta redimir el filme con el candor y la improvisación de sus actores, que lo tienen y de sobra.
Vaya, trabajan para él Charlie Sheen, rescatado del ostracismo luego de su partida del programa de televisión Two and a half men; Murray con su espléndido hieratismo que nos enseñó por cierto desde su actuación con Sofía en Perdidos en Tokio; y Jason Schwartzman, primo de Coppola, también actor de culto que ha trabajado para diversos proyectos de Anderson como Viaje a Darjeeling.
Es evidente que se trata de una película de amigos que coincidieron de niños en los sets de Apocalypse Now, cuando Francis Ford Coppola filmó con Martin Sheen, el papá de Charlie.
También notamos un claro tributo a las comedias románticas de Woody Allen. En este sentido Coppola reconoce que su película tiene influencia de Annie Hall, una comedia emblemática de parejas disfuncionales, donde el humor negro y el cinismo predominan por supuesto encima del drama. Inclusive, se aprecian ciertos guiños neuróticos de Sheen en la actuación muy en la vena de Woody en el papel de crisis sempiterna.
Nos podríamos pasar cuatro cuartillas hablando de los vasos comunicantes de la extravagancia de Coppola. Hay hasta conexiones con el discurso de Michel Grondy y con el Milos Forman de El lunático. El asunto es que esta comedia loca enseña alivianada algunas verdades humanas. Por eso termina Charlie como dice Elis Regina en Aguas de marzo: Resto detoco, pouco sozinho. Tronco, sólo, ruco, en feliz decadencia.
Una mirada en la mente de Charlie Swan III. Director: Roman Coppola. Con: Charlie Sheen, Bill Murray, Jason Schwartzman y Patricia Arquette. Estados Unidos, 2012.