Un campeonato ganado, como el del modesto Leicester City, resuena en la leyenda bíblica del Valle de Elah.
Sí, una vez más, un triunfo pírrico en situación totalmente adversa, dignifica el esfuerzo y la valentía de los débiles frente a un poder cuasi invencible.
Leicester, en este sentido, nos recuerda la batalla de David.
Las historias de los matagigantes en el deporte resultan altamente compensatorias y brindan cierta felicidad cuando las asimetrías sociales y políticas son todavía más evidentes.
Pareciera como si una justicia divina gratificara dicho desequilibrio.
Son como metáforas con balón.
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