La 4ª compañía
De la abundancia al cinismo
Raciel D. Martínez Gómez
Sin lugar a dudas, La 4ª compañía es una película reveladora del contexto de desfachatada impunidad y de los brutales niveles de intimidación que padecen las cárceles del país; pero, sobre todo, exhibe el lamentable contubernio de las autoridades y la delincuencia dentro de ese microcosmos de corrupción en que se convirtieron los ahora llamados centros de readaptación social.
La contundencia de la cinta dirigida por Amir Galván Cervera y Mitzi Vanessa Arreola, se basa en una inteligente y diestra sintaxis que combina elementos del cine de géneros y fórmulas desarrolladas en los discursos de las exitosas series de televisión que circulan en plataformas de streaming multimedia, como la de Netflix.
La 4ª compañía funciona gracias a un elíptico guion trazado de manera equilibrada por Mitzi. El libreto en este sentido de proporción, alterna dos nudos dramáticos para dar singularidad a lo que se vislumbra como una eventual película sobre la prisión.
Para abolir el tópico, Mitzi suma el contraste de la historia del equipo de futbol americano, Los perros de Santa Martha Acatitla. Este paralelo dramático se opone, en tono, a las fechorías comandadas desde la oficina de Arturo El Negro Durazo, Jefe del Departamento de Policía y Tránsito de la Ciudad de México durante el gobierno del presidente José López Portillo. Esta contraposición ofrece las posibilidades de un matiz humanista a un sector marginal anatematizado per se.
Cabe decir que a pesar de no haber sido una época mediática como la actual, el periodo presidencial de López Portillo fue sensiblemente escandaloso en el tema de la corrupción, con muestras groseras de dispendio faraónico y autoritarismo extremo. Incluso, su frase “tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia”, pasó a los anales de la ignominia; el siguiente presidente, Miguel de la Madrid Hurtado, intentó enderezar el barco con otro lema, “la renovación moral”, para atemperar todo ese despilfarro que se hizo de los recursos públicos y que La 4ª compañía ilustra con un somero ejemplo.
La 4ª compañía emplea diálogos cortos, híper calculados, punzantes, con altisonancia moral, edición taquicárdica y golpes de música inolvidable, elementos todos que integran un corpus narrativo sorpresivo y satisfactorio para los públicos mediados por la sosas telenovelas.
La puerilidad icónica de los formatos más convencionales de la televisión comercial, es asaltada aquí por este ritmo que se atreve a incluir las malas palabras, el sexo duro y la violencia tácita dándole el vuelco hacia un verismo sucio, incorrecto en más de una arista para el kitsch de la comunicación de masas.
Estilísticamente, La 4ª compañía es garantía frente a una camada tibia de cintas en el cine mexicano y más en medio del árido terreno del cine político. De cara a la gazmoñería de la comedia romántica que, en apariencia abarca el horizonte mexicano, La 4 compañía resulta una auténtica provocación al apolíneo canon industrial.
El filme de Amir Galván Cervera y Mitzi Vanessa Arreola expone sus contenidos de denuncia social con una espectacular trama, atractiva por su paradoja, sin menoscabar precisamente el carácter adusto de los contenidos que son muy fuertes por donde se les mire –los salvajes ritos de iniciación, los intocables códigos de honor, la escalada de robos de automóviles o el sojuzgamiento erótico.
El resultado es un efectismo visual, a nuestro parecer acertado, para conllevar la historia con cierto grado ascendente de tensión. Y es que no aligera el fondo la decisión de utilizar un estilizado ritmo, que hasta podríamos tildar de comercial.
Es evidente que La 4ª compañía aspira a mantenerse en los circuitos de distribución que demandan estándares de calidad en la producción; empero, por ningún motivo insinuamos que la película otorgue concesiones tipo Get the gringo (2012), dirigida por Adrian Grunberg, donde las deficiencias del Penal de Allende son vistas con humor y hasta con determinado tamiz glamuroso que inocula la fealdad real del escenario.
Que si La 4ª compañía desnuda el ambiente penitenciario, pues sí, convence con la red criminal que se teje desde Manuel Ojeda –director de Santa Martha-, aunque El apando, película dirigida por Felipe Cazals en 1975, ya lo había hecho con un estilo mucho más hosco y sin la parafernalia mercadológica de la que está revestida la cinta de Amir y Mitzi. También habría que agregar como referencia de La 4ª compañía a Presunto culpable (2008), dirigida por Geoffrey Smith y Roberto Hernández, pese a que esta sea un documental sobre un proceso en particular.
Por lo anterior, señalamos que existe una tríada que permite comprender la obsolescencia del Sistema Penal y Judicial mexicano: La 4ª compañía aborda la dinámica interna de Santa Martha Acatitla, El apando hace lo propio con el Palacio de Lecumberri y Presunto culpable refleja la injusticia del Reclusorio Oriente.
La 4ª compañía resultó ganadora absoluta en la pasada entrega de los premios Ariel. En total la obra se llevó diez de las 20 nominaciones que se hizo acreedora. Con este resultado, La 4ª compañía se convierte en el segundo filme con más premios Ariel, empatada en dicho escaño con Como agua para chocolate (1992), de Alfonso Arau y La Ley de Herodes (2000), de Luis Estrada, que también se agenciaron diez estatuillas.
En primer sitio se encuentran Los olvidados (1951), de Luis Buñuel; El callejón de los milagros (1995), de Jorge Fons; Amores perros (2001), de Alejandro González Iñárritu y Temporada de patos (2005), de Fernando Eimbcke, con once premios.
Es interesante la evolución de los lenguajes cinematográficos a través de la historia del cine mexicano. La trama de Buñuel aún mantenía el discurso surrealista de las vanguardias de principios del siglo pasado. Fons agregaba plácidas viñetas a su lacónica sintaxis. Mientras que González Iñárritu irrumpió el panorama con el desafío de una narración moderna en los términos de confección de tiempo y espacio. Eimbcke mostró el poder de la composición y la fuerza del diálogo sin inmutarse en un solo plano. Ahora Amir Galván Cervera y Mitzi Vanessa Arreola consiguen una mezcla ideal acorde al espíritu de los tiempos: todavía en la atmósfera de la sordidez que implica este neoApando, la línea argumental y su forma están sustentadas en la lógica sintáctica y rítmica de los discursos efectivos del mainstream.
La 4ª compañía muestra entonces cómo hasta los cínicos tienen derecho a la estética, sin que ello implique la apología del mal o su levedad artificiosa.
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