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La represión de 1968 nos recuerda que México es el paraíso de la impunidad

  • Fue un movimiento de resistencia organizada que buscaba acabar con el autoritarismo, subrayó José Galindo, investigador del IIH-S
  • En esta fecha se desenmascaró la verdadera naturaleza política de esa pseudodemocracia que se asumía como heredera de una revolución social, reflexionó

 

José Galindo Rodríguez, investigador del IIH-S

 

Paola Cortés Pérez

 

03/10/2017, Xalapa, Ver.- El 2 de octubre de 1968 fue el inicio del fin del régimen que gobernaba a México en los últimos 30 años, pero también nos recuerda que el país es el paraíso de la impunidad pues hasta la fecha es un caso sin resolver, subrayó José Galindo Rodríguez, investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV).

Es por ello que no debe olvidarse, porque la represión de 1968 nos recuerda el alto precio que la sociedad mexicana tuvo que pagar para gozar de las libertades políticas que hoy tiene, comentó en entrevista.

¿Por qué es importante no olvidar el 2 de octubre de 1968?

La represión del 2 de octubre de 1968 representa el episodio más notorio de autoritarismo gubernamental en contra de la sociedad civil del que se tenga memoria en el último medio siglo en México.

Es una fecha simbólica que año con año, en las manifestaciones pacíficas que se realizan para conmemorarla, permite a los mexicanos recordarle al gobierno que el evento se tiene presente en la memoria colectiva, incluidas las nuevas generaciones. En este sentido, es un elemento de control de la ciudadanía para con el gobierno.

Además, representa un parteaguas porque en esta fecha se desenmascaró la verdadera naturaleza política, la hipocresía, de esa pseudodemocracia que se asumía como heredera de una revolución social, que ya no lo era más.

El 2 de octubre de 1968 fue el inicio del fin del régimen que venía gobernando a México en los últimos 30 años, así como el principio de un largo proceso de transición a la democracia. De alguna manera, la represión de 1968 nos recuerda el alto precio que la sociedad mexicana tuvo que pagar por las libertades políticas que hoy tiene.

También representa las huellas de un pasado sin resolver: el que no se sepa exactamente qué sucedió, el que no se haya llevado a nadie ante la justicia nos recuerda que México es un paraíso de la impunidad.

¿Siguen vigentes las demandas planteadas por el movimiento de 1968?

Definitivamente. Mucho se ha dicho sobre el movimiento del 68, que si se trataba de grupos subversivos influidos por una ideología específica de corte comunista y que representaban una fuerte amenaza para el gobierno; que si se trataba de puros estudiantes que habían sido manipulados por otros movimientos de jóvenes que se estaban dando en el resto del mundo, entre otras hipótesis.

En realidad, las nuevas investigaciones han demostrado que los elementos civiles presentes en la Plaza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 no formaban un grupo homogéneo. Ésta se conformaba principalmente por estudiantes (la gran mayoría eran de preparatoria), pero también había profesores, padres y madres de familia, gente del pueblo y niños. A todos los unió la demanda en contra de la brutal represión por parte de las fuerzas policiacas que se estaba viviendo en los últimos meses en México.

Lo que más molestaba a los integrantes del movimiento –quienes no necesariamente comulgaban con la misma ideología política–, era que la libertad de expresión estuviera severamente limitada, que en la práctica no existiera el derecho a manifestarse públicamente, que el gobierno intentara controlar todo. Por ello, representa un movimiento de resistencia organizada que buscaba acabar con el autoritarismo.

Lo cierto es que hoy en día los escenarios mundial y nacional han cambiado: ya no existe un contexto de Guerra Fría que legitime el uso de la fuerza pública para combatir a grupos que supuestamente representan una amenaza para el gobierno; además, ha habido avances, aunque limitados, en el tema de la protección a los derechos humanos.

Asimismo, la globalización de la economía obliga a mantener un entorno adecuado para la inversión y funcionamiento de los mercados. En este sentido, los inversionistas no ven con buenos ojos las prácticas autoritarias de los gobiernos, que van en contra de los valores de la democracia.

De alguna manera, estos factores han tenido un papel importante en el control de las prácticas autoritarias como las vividas el 2 de octubre de 1968; a pesar de todo ello, no se han erradicado, aún persisten elementos de control gubernamental y acontecimientos como la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa en 2014, entre muchos otros sucesos de esta naturaleza.

En este sentido, la sociedad debe continuar confrontando unida en movimientos sociales (de corte nacional) las prácticas autoritarias que persistan y que violen los derechos de las personas, así como las acciones gubernamentales que estén por encima de la ley, como lo hace el movimiento Nosotrxs, encabezado por el profesor Mauricio Merino Huerta, miembro de la Junta de Gobierno de la UV.

¿Hay similitudes entre la juventud de 1968 y la actual?

La juventud mexicana actual, así como lo hizo en 1968, juega un papel crucial dentro de los movimientos civiles. Basta poner como ejemplo la capacidad de organización y movilidad que varios jóvenes mexicanos mostraron durante las labores de rescate de los sismos ocurridos en septiembre pasado, conducta que nos recuerda el fortalecimiento de la cohesión social de hace 32 años, durante los sismos de 1985.

La juventud actual cuenta con una serie de medios de comunicación e información electrónicos que le permiten cohesionarse más y con mayor alcance por causas específicas. El problema que estamos viendo ahora es el cinismo de las autoridades gubernamentales, que han probado ser resistentes ante las críticas sociales públicas y masivas. Es decir, no ha sido suficientemente poderoso el efecto de los nuevos medios y la información que circula acerca de la serie de faltas y atropellos que cometen nuestras autoridades como para sancionarlas o removerlas.

Pero no todo es negativo. Desde mi punto de vista, en la actualidad está ocurriendo un cambio paulatino de paradigma que eventualmente va a imponerse. Los sistemas de información y rendición de cuentas se están perfeccionando y existen grupos muy bien organizados de la sociedad civil que están totalmente avocados a aportar ideas y soluciones para que se cumplan las leyes existentes en México, así como para que se reglamenten de manera adecuada las leyes generales o sistemas que han surgido en los últimos años, como el Sistema Nacional Anticorrupción. Esta perseverancia social poco a poco irá debilitando las capacidades del gobierno para actuar fuera de la ley.

José Galindo es doctor en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México; tiene el Master of Philosophy in Latin American Studies, con especialidades en Historia y Desarrollo Económico Latinoamericano e Historia de México en el Siglo XX, por la Universidad de Oxford; es licenciado en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Realizó su posdoctorado en el Departamento de Historia de la Universidad de California, Berkeley.

También es profesor adjunto de Historia de México y de México Contemporáneo, en el Departamento de Estudios Humanísticos del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey Campus Ciudad de México; y profesor adjunto de Economía, de Historia Económica de México y de Historia Socio-Política de México, en los departamentos de Economía y Estudios Generales del ITAM.

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