- “Todos, siendo niños, fuimos genios porque nos atrevíamos a preguntar”
- “Cuando un profesor reclama la calidad de un alumno, manifiesta una incompetencia profesional que es inaceptable”
«En términos educativos, los aprendizajes no son ordenados, son desordenados porque vamos escuchando distintos estímulos, vamos probando distintas cosas, prestamos atención a algo y más tarde nos distraemos»
David Sandoval Rodríguez
30/11/18, Xalapa, Ver.- La forma en que actualmente se organiza la escuela provoca una alteración en los procesos de enseñanza porque confunde la escolarización con la educación, afirma Carlos Calvo Muñoz, pedagogo e investigador chileno.
Así lo manifestó en entrevista durante su visita a la Universidad Veracruzana (UV), donde la Facultad de Pedagogía, mediante la colaboración de los cuerpos académicos (CA) Educación y Trabajo, y Estudios en Educación y Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación en la Sociedad del Conocimiento, le invitó a participar en la Jornada Académica Internacional “Mediación e intervención pedagógica”, realizada el 15 de noviembre.
Previo a su conferencia magistral “Mediación pedagógica”, el académico conversó con Universo sobre su propuesta teórica, la importancia de las evaluaciones estandarizadas y el valor de preguntar, que se va perdiendo conforme los niños crecen.
¿De dónde surgió su vinculación con la Facultad de Pedagogía de la Universidad Veracruzana?
Hace varios años fui invitado a un encuentro del Doctorado en Educación por la Universidad La Salle, donde varios académicos de esta Universidad y de Veracruz eran estudiantes; nos conocimos y se generaron lazos académicos y personales, Ésta es la razón de la invitación.
Yo trabajaba en el doctorado y teníamos puntos en común, ya que me interesaba la distinción entre educación y escolarización, que para mí ha devenido en algo crucial cuando hablamos de educación porque tendemos a confundir dos aspectos que lamentablemente son distintos, aunque lleva a confusiones de gobiernos en casi todas partes del mundo porque se ha reducido la capacidad educativa del ser humano a lo que manifestamos dentro de la escuela, la cual está organizada de tal manera que perturba los procesos de aprendizaje y altera los procesos de enseñanza, entonces los profesores enseñamos de una manera que no es culturalmente adecuada.
En términos educativos, los aprendizajes no son ordenados, son desordenados porque vamos escuchando distintos estímulos, vamos probando distintas cosas, prestamos atención a algo y más tarde nos distraemos.
Hoy la neurociencia está comprobando que la distracción es necesaria, no es una falta o mala conducta como la ve la escuela, sino que el cerebro recurre a la distracción para procesar la información que recibe porque se ve colapsado y no alcanza a procesarla, se desconecta, pero esa desconexión no significa que la persona no está trabajando sobre el tema en un nivel consciente.
Entonces la distinción entre escolarización y educación tiene esta consecuencia. De ahí la propuesta a “descolarizar” la escuela; es decir, quitémosle a la escuela lo que tiene de escolar. Qué es lo que tiene de escolar: una enseñanza lineal, secuencial, ordenada. Qué tiene de escolarizado: el aprendizaje; yo tiendo a repetir lo que me enseñó mi profesor y a repetirlo tal como me lo enseñó. Si me desvío un poco me bajan la calificación, si digo otra cosa, me reprueban.
En cambio, en la vida la manera en que vamos aprendiendo también somos evaluados, porque si no aprendo a jugar bien futbol no me eligen nunca, si yo hablo mal tampoco me va a entender el otro, pero ahí hay un proceso de autoevaluación en que yo me voy corrigiendo, por eso la importancia de los pares y a lo mejor su madre le dijo más de una vez: dime con quién andas y te diré quién eres, porque uno se hace al modo en como son los otros; por lo tanto si yo tengo amigos que hablan bien aprenderé a hablar bien, si tengo amigos que hablan mal, aprenderé a hablar mal, así de sencillo.
Hoy día en todo el mundo están aprobando leyes de inclusión para obligar a las escuelas a recibir a los niños que eran considerados deficientes, discapacitados, etcétera, porque se comprendió después de muchas décadas que aislarlos les hacía más daño.
Entonces, un niño que tiene dificultades motoras, si está con chicos que caminan bien, los está mirando y se va a esforzar naturalmente a imitarlos; si no le excluyen, el niño comienza a incluirse. En cambio, cuando los tenemos marginados, ¿a quién imita, al otro marginado?
¿Cómo se hizo buen jugador “El Chicharito”? Jugando con buenos jugadores; si juega con malos jugadores, será el mejor entre malos, entonces el desafío siempre es buscado por el ser humano, pero no el desafío escolar porque nos abruma, entonces no queremos tareas porque no las entendemos, son un martirio y llegan los papás a reclamar al profesor porque los padres tampoco entienden y ahí tenemos un círculo vicioso.
Usted ha mencionado que culpar a alguien más es como una cadena en la que se culpa al profesor, al padre, a la escuela…
Exactamente. Se ha vuelto de moda en el profesorado chileno que la mayor parte culpa al tipo de alumno que tiene. Se dice: si yo tuviera buenos alumnos, tendría buenos resultados. Por ello nosotros utilizamos el ejemplo siguiente: ¿aceptaríamos que un médico dijera eso? Es que usted me llegó muy enfermo, usted tendría que haber venido refrigerado para que yo lo sane.
Entonces, cuando los profesores están pidiendo buenos alumnos, hay varios elementos a considerar: primero, no están viendo la calidad del alumno que tienen porque no miran su curiosidad, lo quieren sentado, rígido, mirando hacia el frente y si se porta mal lo mandan para afuera; así el chico no se puede expresar y no manifiesta las capacidades que tiene, entonces buscan un alumno como hacen muchas escuelas privadas: seleccionan a los estudiantes, eso para mí es inaceptable.
¿Por qué es inaceptable? Porque ellos se quedan con los que son supuestamente mejores, por lo tanto, los resultados que tienen no van a ser malos. Por eso cuando un profesor reclama la calidad de un alumno, manifiesta una incompetencia profesional que, lo digo categóricamente, es inaceptable. Esa persona no debería seguir trabajando en una escuela; imagínese a un médico que le diga a un enfermo: es que esto no me lo enseñaron en la universidad, como muchos profesores dicen. Es verdad que la universidad puede no habérselo enseñado –entre otras razones– porque es imposible que se le enseñe todo, pero la universidad tendría que haberle enseñado a ser autónomo para que por su cuenta busque información y hoy en día, con el Internet, realmente las excusas están de sobra.
En este orden de ideas, usted ha planteado que existe una sobrevaloración de las pruebas de evaluación estandarizadas, como la prueba PISA…
Sí, muchas veces las preguntas están bien planteadas, pero son pruebas que están forzando a los profesores a cumplir con programas demasiado extensos y creo que los planes y programas deberían reducirse hasta en un 50 por ciento. La mitad no tiene porqué ser literal. Vayamos con gente muy competente en la enseñanza de las matemáticas, no matemáticos, y nos digan qué es lo que efectivamente un niño en determinado nivel debe manejar de matemáticas. Quitar la carga un 50 por ciento permite enseñar muy bien estos ejercicios y los niños pueden adquirir flexibilidad y tranquilidad para responder una prueba matemática, no como nos ha pasado a todos nosotros que veíamos una ecuación en la pizarra y nos ponía nerviosos, sufriendo que el profesor nos mirara y dijera: a la pizarra por favor y no sabíamos qué hacer.
Quien aprendió ese 50 por ciento –aclaro que es una cifra metafórica– si el día de mañana precisa un conocimiento matemático más complejo, lo va a poder estudiar porque tiene las bases, pero hoy en día se enseña el 100 por ciento y se termina sin tener las bases y cuando se les muestra un problema no saben qué hacer.
Por eso nos va mal en esas pruebas, dicho sea de paso, a los países desarrollados tampoco les va bien, les va mejor que a nosotros pero es que el contexto cultural también cambia.
Para mí el problema no está en que haya pruebas sino en el tipo de pruebas, que siempre estamos pidiendo respuestas, ¿qué tal si preguntáramos por la ignorancia? Si hemos visto las dudas que le surgieron a los niños y yo evalúo las dudas de tal manera que mi estudiante se sienta tranquilo para decir: Profe, es que esto no lo entiendo, porque pienso en A, B o C, y no me cae. Entonces ese chico dio un enorme paso cualitativamente porque está adelantándose a situaciones. En cambio, lo que se le pide habitualmente a un niño es que aprenda una fórmula y no la sabe porque no se la ha memorizado, pero no llegará a más de eso.
¿Cuál sería uno de los elementos clave para provocar un cambio en la percepción de los profesores y padres de familia respecto a que los niños no deben privilegiar la memorización?
Hay varias cosas. Una es que la memoria es necesaria porque tenemos que recordar cosas, el drama de la persona con Alzheimer es que va perdiendo recuerdos y va perdiendo su vida. Debemos memorizar contenidos pero primero tenemos que comprenderlos.
¿Qué tenemos que recuperar? Básicamente que los niños sigan haciendo preguntas; el padre no tiene por qué respondérselas. Lo que tenemos que aprender son las preguntas para complejizar la situación, no complicarlo.
¿Cuándo se complejiza? Cuando vamos abriendo un misterio. ¿Cuándo lo complico? Cuando yo trato de dar una respuesta y no sé manejarla, hago un nudo y no sé cómo desatarlo, allí uno dice: no hagas más preguntas. Algunos profesores dicen al niño que no pregunte tonteras, pero para él es descubrir. Todos, siendo niños, fuimos genios porque nos atrevíamos a preguntar, conforme fuimos creciendo nos fueron castrando y después no sabemos preguntar excepto lo obvio.
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