Reportaje

UV fomenta el valor epistémico de la lengua

  • En el Área de Formación Básica General
  • Se trabaja para atender las deficiencias en lectura, escritura y ortografía de los jóvenes de nuevo ingreso

 

David Sandoval Rodríguez

 

La lectura y la escritura son fundamentales para fomentar el espíritu crítico de las personas y conllevan una mejor aplicación de las reglas ortográficas, por ello desde el Área de Formación Básica General (AFBG) de la Universidad Veracruzana (UV) se trabaja en las experiencias educativas (EE) Lectura y Redacción y Habilidades del Pensamiento Crítico y Creativo para mejorar la comprensión y habilidades comunicativas.

La ortografía implica una escritura adecuada y entendible, porque si una palabra no tiene un acento puede causar una confusión; de igual manera ocurre con la puntuación, que implica la coherencia de las ideas y la creación de un lenguaje claro, explicó Roselia Osorio Armenta, coordinadora estatal de la academia de Lectura y Redacción, quien es egresada de la Facultad de Letras Españolas y tiene Maestría en Literatura Mexicana por la UV.

“La ortografía está relacionada con la lectura porque atañe directamente al sentido y la comunicación de las ideas; en su correcta aplicación inciden varios factores como son la enseñanza previa de los jóvenes, la que realicen en sus hogares y la que hagan como parte de su aprendizaje durante la formación escolar.”

María Isabel Guiot, Roselia Osorio y Rubén Hernández.

María Isabel Guiot, Roselia Osorio y Rubén Hernández.

Entonces, para mejorar la ortografía es básica la lectura, tanto en los estudiantes como en los académicos, reconoció.

“Es importante señalar que desde sus inicios, la academia de Lectura y Redacción ha renovado sus programas con base en las necesidades que se aprecian a lo largo de los años. La última actualización fue en 2013.”

Agregó que la academia está integrada por catedráticos de todas las regiones universitarias y se trabaja en forma conjunta, lo que enriquece el panorama de la situación respecto a los jóvenes de nuevo ingreso.

Hay disparidades en cuanto a la formación de los estudiantes, algunos provienen de regiones apartadas, de telebachilleratos y zonas urbanas marginadas, evidenciando una irregularidad en sus conocimientos y habilidades; en ese sentido, la academia trabaja cada vez más para apoyar y desarrollar sus competencias.

“Nuestra visión no es únicamente hacia la ortografía, cuando hablamos de lectura y redacción no nos enfocamos sólo a la gramática –que es una parte importante–, sino también a la lectura y escritura relacionadas con determinada disciplina y los textos académicos cercanos a la misma.”

Respecto a la laxitud de la ortografía en las generaciones jóvenes, reflejada en los sitios electrónicos que visitan, precisó que dichas plataformas virtuales representan un contexto diferente al académico y “es importante que los jóvenes lo adviertan porque las redes sociales también tienen aspectos positivos, ciertamente el lenguaje escrito que se da es diferente y está relacionado con la inmediatez, con la rapidez y con el tipo de público, por ello se hace un trabajo de reflexión con los jóvenes”.

No obstante, reconoció que podemos hablar de un empobrecimiento del idioma español en general a partir del uso en las redes; “en este sentido, el trabajo de los profesores es incitar a los alumnos la reflexión crítica sobre el uso de la lengua que finalmente fortalece su aprendizaje y cómo van a insertarse en el mundo profesional”.

Como resultado de la labor de las academias regionales para apoyar la formación, en 2013 se crearon los Programas de Apoyo a la Formación Integral (PAFI), “éstos se orientan hacia la normativa y ortografía y han tenido resultados concretos porque son los alumnos quienes solicitan el apoyo, los cursos se imparten en horarios propuestos por ellos mismos en colaboración con los directores de las facultades, enfocados a temas específicos y con dinámicas atractivas”.

Existe el interés por parte de los alumnos para subsanar sus problemáticas; en ese sentido, los programas –que dependen del sistema institucional de Tutorías– han sido beneficiosos y la idea es continuarlos, incrementarlos y abrirlos para diferentes áreas de la Universidad.

Consideró que es posible fortalecer el trabajo de actualización de profesores en lectura y escritura, “se han hecho esfuerzos para capacitar de forma presencial a los académicos, es importante y se ha logrado en varias ocasiones mediante jornadas de didáctica de la escritura y la lectura, donde se han expuesto trabajos interesantes de los profesores de todas las regiones analizando estrategias y casos específicos”.

Opinó que la importancia de la ortografía está relacionada con la lectura en sus diversas modalidades, en cualquier tipo de texto se puede fomentar el ser consciente de las palabras, escucharlas. “Siempre les digo a mis alumnos que cada palabra tiene una sonoridad, que piensen cómo es su tono, su entonación y saber diferenciarlas, hacerse preguntas, estar atento y tenerle amor a nuestra propia lengua, porque es nuestra forma de entender y aprender el mundo”.

¿Por qué las personas no pueden escribir bien?

Para María Isabel Guiot Vázquez, psicóloga con Doctorado en Psicolingüística, la pregunta es capciosa porque se relaciona con la ortografía y tres aspectos que pueden pasar desapercibidos: la persona no quiere, no puede o no le enseñamos.

La académica imparte la EE Lectura y Redacción desde 1999 dentro del AFBG, y reconoció que de manera general se considera que la ortografía es el punto nodal de las dificultades para comunicarnos, no obstante deben considerarse otros factores.

“La persona no puede escribir porque no le enseñamos, pero es verdad que cuando vemos los indicadores de los niveles educativos, desde primaria, secundaria y bachillerato hasta universidad, observamos que nuestra forma de comunicarnos por escrito es deficiente, somos malos lectores y malos escritores, pero la escritura no involucra solamente a la ortografía; ciertamente los procesos de la lectura y la escritura son complejos y los jóvenes que llegan a la universidad con una formación deficiente se debe a que la formación de sus profesores es semejante.”

Recalcó que la forma de enseñar juega un papel fundamental, “seguimos reproduciendo formas de enseñanza del siglo XIX, en donde enseñamos algo porque es la norma, porque así se escribe. Si lo hiciéramos con base en las propuestas actuales, es posible que desde pequeños se internalice en ellos la normativa; tristemente, en México seguimos pensando que debemos enseñar la norma por la norma y discriminamos a los jóvenes por su ortografía”, e inclusive ocurre a menudo que se les evidencia por su desconocimiento cuando lo que se debe trabajar es la incompetencia comunicativa.

Un curso de ortografía es útil pero debe generarse a partir de la pregunta: ¿Qué quiero comunicar?, puntualizó.

“Todos hablamos y nos damos a entender, desde los niños pequeños, incluso sus padres sirven como traductores; esto quiere decir que la comunicación oral la aprendemos, la usamos y nos sirve, pero la comunicación escrita, que aprendemos en la escuela, se nos ha enseñado de una manera alejada de su uso, con énfasis en lo normativo y distanciada del placer de escribir, incluso de leer”, añadió.

Baste recordar cómo vivimos nuestro aprendizaje de la lengua, planteó, “si el maestro era lindo leíamos en voz alta y era bonito, pero la mayor parte de las veces era angustiante; si tenemos que leer en público ahora, cuando vamos a la iglesia, ante nuestro jefe o cuando tenemos que dar una conferencia, no es placentero porque estamos cargados de la tensión de hacerlo bien. Nadie dice que la lectura en voz alta no sea importante pero tiene que ser gustosa”.

A ello se suma que nuestras prácticas de escritura están alejadas de su uso, por ello hoy se insiste enfáticamente en incitar el interés propio de niños y jóvenes; al respecto, México es uno de los tres países, junto con España e Inglaterra, que ha desarrollado nuevas didácticas de la lectura y de la escritura.

En la actualidad se sugiere a los profesores que soliciten a los niños de primer año de primaria redactar una invitación para algún evento de su escuela, por ejemplo, “no sólo aprenden a escribir sino que conocen qué debe contener la invitación y lo hacen con gusto porque posee una funcionalidad, hay un uso. A esto se le llama el enfoque comunicativo y funcional”.

Sin embargo, persiste una escasa formación para los profesores y gran parte de ellos lo conocen, lo llevan a la práctica, pero hay otros que siguen enseñando como les enseñaron a ellos.

Los mexicanos leemos poco y escribimos menos, pero sí “texteamos”: escribimos en pantallas electrónicas, esto significa que son literacidades diferentes, es decir, son prácticas de lectura y escritura en contextos que obedecen a propósitos diferentes.

“En las redes sociales la exigencia no es mayor porque, dada su inmediatez, si el mensaje no se comprende es posible volver a preguntar; no es una comunicación cara a cara pero es más directa que por escrito y pedir que un joven cuide su ortografía en la red, por ejemplo, puede ser hasta una incompetencia comunicativa, en contraposición a la competencia comunicativa, concepto creado para explicar que el individuo debe comunicarse dependiendo del contexto en el que se encuentre.”

Esto significa que si uno asiste a un partido de futbol no dirá “¡Hurra!” “¡Bravo!”, son otras las expresiones que se utilizan, pueden ser incluso palabras altisonantes, “lo que pretendemos es tener una comunicación precisa, no ambigua”.

El valor epistémico de la lengua

La académica detalló que un elemento de la lengua analizado recientemente es su valor epistémico, es decir, el valor que tiene para construir conocimiento, “no sólo se trata de que lea y escriba para otros sino para mí mismo, para recuperar información y preservar lo que es importante, es lo que se debe recuperar con los universitarios, que aprecien el valor epistémico de la lengua, no porque está bien sino porque sirve para comunicarnos con otros y con nosotros mismos, será un conocimiento que permitirá generar más conocimiento”.

Con base en este enfoque se plantean dos vertientes: la literacidad académica y la alfabetización académica. La primera “expresa que vivimos en un mundo muy complejo y que tenemos varias prácticas discursivas, por ejemplo, leemos en la iglesia, leemos en el banco, escribimos en el banco, completamos formularios electrónicos, pero existe otra, la literacidad vernácula, es decir, aquellas prácticas discursivas fuera de la escuela. El problema radica en que se ha establecido entre ambas una separación aparentemente infranqueable, ahí comienzan las dificultades sobre todo para los niños de primaria y secundaria”.

Al respecto, señaló que una campaña para leer 20 minutos al día no tendrá éxito si en primer término los padres no leen, pues no fomentarán la lectura de sus hijos.

“Por otro lado, la alfabetización académica se refiere a que los problemas que manifiestan los estudiantes para leer y escribir no son propios, nos competen a todos, a los profesores y a las autoridades.”

En ese sentido, la academia trabaja primordialmente el valor epistémico, “sin duda la ortografía es importante pero no debemos de focalizarnos en ella, sino en la utilidad de la EE Lectura y Redacción, ya que permite tener mejores herramientas epistémicas y aprender mejor de las disciplinas particulares de cada estudiante.

”El hecho de conocer la normativa permite ser críticos en la lectura y es lo que debemos de comunicar a los jóvenes: si logras manejarla serás más crítico, porque es una herramienta que permite realizar un análisis más adecuado. Lo mismo ocurre en la comunicación escrita, si no conocen la normativa sus textos serán ambiguos”, apuntó.

A partir de su investigación de doctorado, la académica elaboró un curso sobre sensibilización para los docentes universitarios con relación a su escritura, la intención de su propuesta es provocar la reflexión acerca de cómo se le enseña a los estudiantes universitarios a partir de la elaboración de un artículo con miras a su publicación.

Desarrollar el pensamiento crítico en los universitarios

Rubén Hernández Ruiz, académico de las EE Lectura y Redacción y Habilidades de Pensamiento Crítico en el AFBG, se ha dedicado además a la formación de profesores dentro del Programa de Formación de Académicos (ProFa), donde construyó el curso “Lectura crítica y argumentativa”, con la intención de asociar la lectura con la escritura para expresar ideas en un artículo de opinión o difusión y en un ensayo a partir de las lecturas efectuadas.

“La lectura crítica implica que los participantes entiendan qué y cómo se está leyendo a través de preguntas y de diversas técnicas como la identificación de los tipos de párrafos, la comparación y contrastación entre textos”, explicó.

El académico tuvo la oportunidad de impartir ambas EE a los mismos alumnos y entonces surgió la pregunta: “¿Qué hace que un estudiante de lectura no escriba un buen ensayo? Mi respuesta fue que no saben argumentar, pero ¿qué hace que un estudiante de habilidades de pensamiento no escriba un buen ensayo sabiendo argumentar? La respuesta es que no saben escribir, entonces ¿por qué no enseñar a argumentar y escribir al mismo tiempo?”.

Un ejemplo de dicha propuesta parte de reflexionar sobre la problemática actual de la venta de agua embotellada, a partir de ella se orientan las actividades desde la lectura de diversas fuentes sobre el tema y se incita a los estudiantes a mantener una postura crítica, enfatizando el enfoque que pueden aportar desde sus respectivas licenciaturas, contrastando opiniones y elaborando las propias.

“Al final he encontrado ensayos, algunos buenos, algunos regulares, pero más que el ensayo en sí como evidencia de que aprendieron a escribir, es una evidencia de que aprendieron a darle sentido a la lecto-escritura, aprendieron a darle sentido al porqué tengo que hacer preguntas y al porqué tengo que contestarlas, no repitiendo lo que dijo un autor sino desde mi perspectiva, desde mi formación profesional”, expresó.

Les solicita además llevar un diario de aprendizaje que es cotejado al final de la EE, ahí es posible dimensionar la transformación desde el primero hasta el último día de clases.

Se aplica el enfoque de la meta-cognición mediante preguntas que generan reflexión entre los estudiantes sobre cómo están reaccionando a partir de sus pensamientos y creencias para llevarlos hacia la meta-lectura en la que a través de preguntas se les hace reflexionar sobre su comprensión lectora, desembocando en la meta-escritura al cuestionar si escribieron para sí mismos o para alguien más; ello se relaciona con la idea de pensamiento crítico, diferenciando entre premisas, opiniones y hechos o datos, si sus conclusiones fueron a partir de un proceso lógico o no.

“Si se puede lograr a aprender a leer y escribir al mismo tiempo que se aprende a pensar”, dijo.

La propuesta tiene sustento en el eje axiológico de la EE y se relaciona con las actitudes, los valores y el sentido, a través de una pregunta que contiene un dilema moral, ello permite que aprendan a discernir y hacerse cargo de las consecuencias de su decisión.

“El problema del agua embotellada es solamente un pretexto para desarrollar las competencias de lecto-escritura y de pensamiento crítico en los universitarios”, apuntó.

Finalmente, el académico concluyó que hace falta mayor investigación respecto a la eficiencia terminal de las EE, ya que permitiría establecer mejores programas para atender las necesidades de los universitarios; asimismo, señaló que se han realizado exámenes diagnósticos y es necesario darle continuidad a los resultados obtenidos.

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