- El Colegio Nacional realizó homenaje al destacado arqueólogo por sus 80 años de vida
Eduardo Matos compartió que a lo largo de sus 80 años ha pasado por cuatro grandes rompimientos y un quinto está pendiente: a los 15 años rompió con la religión; luego con la familia; más tarde con el poder que representaba tener cargos importantes dentro de su profesión; después llegó el momento de terminar con las cosas superfluas, y ahora está parado en la encrucijada del quinto: su encuentro con la muerte
Paola Cortés Pérez
11/12/2020, Xalapa, Ver.- Por sus aportaciones a la arqueología mexicana, Eduardo Matos Moctezuma es un gigante tolteca y una fuente de inspiración al momento de conversar y valorar nuestro patrimonio, expresaron los participantes en el homenaje que le rindió El Colegio Nacional, con motivo del 80 aniversario de su natalicio.
El conversatorio “Eduardo Matos Moctezuma: 80 años” se llevó a cabo el jueves 10 de diciembre a través del Facebook de El Colegio Nacional, con la participación del homenajeado y de Sara Ladrón de Guevara, rectora de la Universidad Veracruzana (UV); Leonardo López Lujan, arqueólogo e integrante de El Colegio Nacional; Mercedes de la Garza Camino, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); Alfredo López Austin, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM; Manuel Gándara Vázquez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); David Carrasco, de la Universidad de Harvard.
Concepción Company Company, presidenta de El Colegio Nacional, expresó que se rindió homenaje a uno de los grandes arqueólogos a nivel mundial, prueba de ello es la cátedra que lleva su nombre en la Universidad de Harvard, entre muchos otros reconocimientos internacionales y nacionales.
Al tomar la palabra, Sara Ladrón de Guevara dijo que Eduardo Matos es fuente de inspiración al momento de conservar y valorar el patrimonio arqueológico e histórico; es luminaria para el camino y despertar de vocaciones en muchos jóvenes; es la certeza de que es posible transformar políticas cuando se ponen de relieve valores más duraderos que los que atañen a las finanzas con las coyunturas de los poderosos en turno, “una muestra es mi propio camino, su guía como faro señaló el rumbo”.
Contó que la arqueología se definió como su vocación desde los nueve años; cuando cursaba la secundaria. En la Ciudad de México se dio un hallazgo que sacudió su conciencia sobre nuestro pasado: la Coyolxauhqui.
Posteriormente, ingresó a la Facultad de Antropología, como estudiante de Arqueología, y tuvo entre sus manos el libro Muerte al filo de obsidiana, de Eduardo Matos, que le dejó una nueva lección: la estética forma parte de la investigación, no sólo los hallazgos son de incomparable belleza, también lo son su descripción.
En 1995 fue nombrada Directora del Museo de Antropología de Xalapa, desde donde tuvo contacto directo con Matos Moctezuma; en conjunto organizaron diversas exposiciones de piezas, entre ellas de la Coraza de Tula, elaborada a partir de conchas y caracoles.
Tiempo después, Eduardo Matos formó parte de la Junta de Gobierno de la UV, donde se conoció otra faceta del arqueólogo: su prudencia y temple. “Acaso el saber de los tiempos pretéritos le permite abordar las pasiones y los conflictos con calma”, mencionó Sara Ladrón de Guevara.
“(Eduardo) Matos es para mí, para los arqueólogos de mi generación y de las subsecuentes, para México y para el mundo, el rostro luminoso, la palabra elocuente, la dicción perfecta, la mirada brillante, el gesto generoso, la ciudad brava, la brillante frente –no más que sus ideas–, la palabra inspiradora, los adjetivos generosos, el descifrador del pasado, el maestro, el amigo. Nos ha enseñado no sólo de arqueología, además y, sobre todo, la opción que significa añejar más que envejecer.”
En tanto, Leonardo López comentó que de Matos Moctezuma han heredado la contagiosa pasión por el estudio de las civilizaciones originarias de México.
“Nos quedan muchas enseñanzas, fundamentalmente sobre los temas que surgen de manera recurrente en su obra: la crítica al concepto de Mesoamérica y la periodización de su devenir; la búsqueda obsesiva de la interdisciplina; el de la muerte y las geografías.”
Por su parte, Manuel Gándara dijo que conoce a Eduardo Matos desde hace 50 años, fue su maestro y jefe. De él aprendió la importancia que tiene la historia para la arqueología, “uno de sus temas favoritos era Manuel Gamio, sus aportes a la arqueología y a la configuración de nuestras entidades nacionales”.
David Carrasco expresó que el genio y la generosidad de Eduardo Matos han enriquecido su vida y su trabajo. Ha propuesto una arqueología que no sólo preserve las piedras sino la historicidad; es decir, el estado en que fueron encontradas no restituye artificialmente el aspecto anterior de los edificios, los recupera sin que pierdan las heridas del tiempo.
“Es un gigante tolteca de la magnitud del guerrero águila, es uno de los más grandes campeones de la conversación de la arqueología y la literatura, es un traductor eficaz de la arqueología.”
Mercedes de la Garza dijo que la destacada trayectoria científica humanística de Eduardo Matos habla de su firme vocación arqueológica apoyada en la capacidad y voluntad para cumplirla, nutrida por sus dotes de historiador y poeta, manifiestas en un notable sinnúmero de textos escritos.
“Sus logros se basan en hallar los vestigios del pasado, poder interpretarlos, escuchar sus mensajes, sacar su espíritu, compenetrarse en su significación, vivir la felicidad profunda de rescatar las grandes obras, así como los pequeños fragmentos de un tiempo que se pierde en el pasado, un tiempo enterrado, un mundo ya perdido que nos muestra sus rostros en un silencio sobrecogedor.”
Alfredo López dijo que, pese a ser amigos no siempre coinciden en sus propuestas, lo que es normal entre los científicos. “La diferencia, la discrepancia, me sirve para observar en Eduardo una de sus grandes virtudes: somos amigos, viejos amigos, y el mutuo afecto no interfiere en su deber científico de expresar su desacuerdo, más allá de su crítica ésta es sólida y apoyada en argumentos claros y conducentes”.
Comentó que Eduardo Matos está entre el número de arqueólogos que saben que enfrentar el pasado no se limita a la materialidad de la piedra, de la traza, de las magnitudes o las composiciones físicas.
“Toma los vestigios que constituyen el núcleo de su tarea arqueológica como uno de tantos productos sociales derivados de la inmensa complejidad humana y coteja su valor con otras huellas que el ser humano ha dejado a su paso.”
Una cualidad que admira de Eduardo Matos, señaló, es que está firmemente convencido que su función como científico no concluye con una producción destinada al mundo académico, sino en la divulgación y difusión del conocimiento. “Es un incansable conferencista, se enfrenta a todo tipo de público en cualquier rincón del país”.
Finalmente, Eduardo Matos compartió con los asistentes que a lo largo de sus 80 años de vida ha pasado por cuatro grandes rompimientos y un quinto está pendiente: a los 15 años rompió con la religión; luego vino el rompimiento con la familia; más tarde con el poder que representaba tener cargos importantes dentro de su profesión; después llegó el momento de terminar con las cosas superfluas de la vida, y ahora está parado en la encrucijada del quinto rompimiento: su encuentro con la muerte.
“Allá por 1979 tenía un atelier y en uno de los muros pinté un centauro que me representaba, debajo escribí ‘Rompimiento es creación, rompamos con todo lo establecido’; me refería a que todo rompimiento daba paso a un estado nuevo de cosas, la mayoría de las veces mejores que las anteriores, esto me ocurrió a mí con cada uno de los rompimientos y cada uno significó un cambio cualitativo que me proyectó a vivencias superiores.”
Contó que la lectura de Dioses, tumbas y sabios lo llevó a decidir su profesión, y Cartas a un joven poeta le ayudó a conocer su interior. Con el primero comprendió la enorme pluralidad de culturas y cómo el tiempo y espacio se entretejen según el hombre domina la naturaleza y deja su impronta en ella.
“Me dio paso al encuentro con la arqueología, disciplina que busca el pasado, lo hace suyo; busca las sociedades que permanecen enterradas o bajo el agua, que encierran la obra de la humanidad; están muertas en tanto no surjan a la superficie, pero la arqueología tiene el prodigioso poder de regresarlas a la vida.”
Recordó que en alguna ocasión expresó que sólo al arqueólogo y al poeta se les dio la fortuna de darle vida a lo muerto; y en otra ocasión exclamó que el arqueólogo anda en busca del tiempo perdido, “ahí estamos, exhumando el tiempo”.
Mencionó que se viven tiempos trastornados: todo lo que se había erigido se viene abajo; la ciencia y la cultura son denigradas y no se comprende el valor que tienen para los pueblos; la historia se tergiversa al gusto de los gobernantes.
“A las instituciones se les quitan los recursos, muchas investigaciones y actividades se ven reducidas al mínimo; lo peor, creo, es la manipulación que se pretende hacer de la historia con fines políticos: decir que Tenochtitlán se fundó en 1321, para hacerla empatar con 1521, 1821 y 2021, es un despropósito.”
Asimismo, críticó la adición que se le hizo recientemente a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972, pues parte de un error: “Sabemos que todos los materiales producto de las culturas prehispánicas son patrimonio nacional, lo que implica que todo el acervo que está en el extranjero, independientemente de cómo haya salido, pertenece a la nación.
”Me preguntó, ¿se puede pedir prestado lo que es nuestro para después regresarlo? Eso implica reconocer que los materiales arqueológicos fuera del país no son patrimonio nacional, sino que pertenece a ellos.”
Finalmente, agradeció a sus amigos e instituciones por el apoyo ofrecido a lo largo de estos 80 años.
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